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Una vieja historia de Antonio Ortuño, una historia escrita en su temprana juventud y relatada en varios tiempos, desde la mirada del joven que fue, pero también desde el adulto que es hoy, dio origen a El rastro (FCE, 2016), una novela de aventuras que se desarrolla en el México violento donde prevalecen los levantones, los secuestros y las desapariciones forzadas.

“No quería una novela de aventuras que se escribiera en el aire sino que se desarrollara en un contexto muy preciso, o sea el nuestro, en el de esa violencia, en el de ese fracaso del Estado, del poder, y además que tuviera esa sensación de insolencia que tienen los jóvenes y los adolescentes ante muchas cosas que se van topando”, afirma el escritor y periodista nacido en Zapopan, Jalisco, en 1976.

Ortuño asegura que más que retomar la novela juvenil “porque ninguna palabra de esos viejos manuscritos está en el libro”, El rastro recupera experiencias y concepciones mucho más cercanas a las de un joven. “No quería usurpar el lugar de un joven actual para escribir con su lenguaje y su concepción lo que significa ser joven en este momento, pero sí podía tratar de recuperar partes del mundo en que yo crecí y tratar de relacionar una cosa con otra, justo para poder dialogar con los lectores jóvenes al respecto de lo que es ser joven, de las relaciones y los descubrimientos, de los vicios y de muchas cosas de lo que significa ser joven y a la vez también del contexto y del lugar de donde venimos”.

Esta novela, que va dirigida a lectores jóvenes y que es protagonizada por jóvenes, relata una historia de pérdidas y violencia en la década de los 90 desde casi la actualidad.

Ortuño quería decirle a los jóvenes que en los 90 es “donde muchos nos empezamos a dar cuenta que estaban en marcha esos engranajes que ahora, de una u otra forma, a tanta gente ha atacado en este país, que sigue vigente y que sigue creciendo. En esa medida creo que no se trata de contar de manera condescendiente sino de decirles: ‘esto que ves ahora viene de un lugar y este es uno de los lugares de donde viene’”, afirma el narrador.

Antonio Ortuño, uno de los más notables narradores mexicanos, que fue incluido entre los narradores jóvenes en lengua castellana por la revista británica Granta, parte de la certeza de que los jóvenes son lo suficientemente inteligentes para darse cuenta en qué realidad están.

“Mi intención era decirles ‘estas cosas espantosas ya comenzaban a pasar cuando yo era joven, hace 20 años’, decirles que ‘esto que tú estás viendo, esto que muerde y te golpea y que te ataca a tí y a tu familia y a tu entorno nos comenzó a atacar desde aquella época’, porque no olvidemos que en los 90, hace 20 años, que es donde se ubica la historia y que es cuando yo era joven, pasaron cosas como la matanza de Acteal, salieron a la luz los asesinatos contra mujeres en Juárez, ya había levantones y desaparecidos y violencia”.

El autor de La fila india y Méjico, que ha sido traducida al alemán y va en su tercera reedición, quería decirles a sus lectores que entonces tampoco privaba un clima sencillo, aunque no había llegado al grado de radicalidad que impera en la actualidad.

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