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De uno a otro lado de la cama, boca arriba o boca abajo, en posición fetal, no importan la postura, lo que la gente busca es dormir, aunque, a veces, mucha no lo consigue. Es el caso de Rosa Fonseca; tiene 47 años, tres hijos y sólo logra dormir por las noches entre tres y cuatro horas.

“Me despierto como pensando que ya se me hizo tarde, que ya dormí mucho. Luego me doy cuenta que no, que son apenas las 4 de la mañana y que el sueño se me fue. Me pongo a pensar en todo lo que tengo que hacer: en mis hijos y en lo que debo. A veces logro volver a dormir, a veces... Otras no, y así debo continuar mi día”, dice Fonseca, quien lleva así más de un año.

Ella asegura que no ha buscado ayuda porque es un “problema normal: No es nada del otro mundo, a veces se le va a uno el sueño. A toda la gente le pasa, con esta vida, cómo queremos dormir”, afirma.

Otra historia es la de Martha Viana García, de 61 años, quien cuenta que sufre de insomnio desde hace cinco años aunque no es diario. “Me da una o dos veces a la semana. No es que me duerma y me despierte, es que no puedo dormir, pero en el día no me da sueño, me siento bien, manejo perfectamente, no me siento adormilada”.

Por mucho tiempo se lo atribuyó a la edad porque “ya ves que dicen que cuando uno es más viejo duerme menos”. Sin embargo, ella sí decidió buscar la opinión de un especialista:

“Mi doctora me dice que cambiaron mis ritmos circadianos, que por eso no me puedo dormir en las noches, lo que me sugiere es que a la hora en que me despierte me ponga hacer algo, como ejercicio, y que cuando me dé sueño, ya sea a las 2 de la mañana o 12 de la tarde, me duerma, pero no me da sueño”, cuenta Martha.

La narcolepsia. Eduardo Israel Romo López es escritor, tiene 38 años, y fue diagnosticado con narcolepsia.

“En la primaria empecé a tener problemas para mantenerme despierto, cuando estaba en espacios cerrados con mucha gente, me daban crisis de sueño y yo veía cómo todos se podían aguantar el sueño, pero yo no podía, al punto de que me quedaba dormido parado o en situaciones  muy peligrosas”, cuenta Eduardo.

Su problema se complicó en la adolescencia; cuando tenía 17 años chocó por quedarse dormido, así que decidió pedir ayuda, pero se llevó una sorpresa al descubrir que no había cura. “En mis tiempos, cuando yo era joven, no se sabía mucho de los problemas del sueño. Básicamente era experimentar contigo, la verdad es que a los 15 años no quieres que nadie experimente contigo, los mandé al diablo y traté de hacer mi vida lo más normal posible. Aprendes a dormir a escondidas del mundo”, comenta.

Para Eduardo, la enfermedad tiene algo de comedia. “Te puedes quedar dormido mientras tienes sexo con tu novia o cuando estas recibiendo un premio, aprendes a vivir así, te haces de tus mañas. Lo que hago es mantener un ritmo de vida un poco ágil, siempre he realizado deportes, oxigeno mi cerebro para soportar las crisis y así tratar de no ser tan raro”.

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