La magnitud y la forma en que la gente se trata, maltrata, y se mata, una a otra, dice mucho de un país. En México, estamos tan imbuidos con la violencia relacionada con la delincuencia organizada, que se nos olvida darnos una mirada al espejo y ver la violencia subyacente en la sociedad. Y a veces no tan subyacente. Inclusive tal vez, cada vez, más yacente. Sólo basta pasar un rato no muy largo en las redes sociales, sobre todo Twitter, para darse una buena idea de lo que hablo. El problema es que hay ocasiones en que ese enojo y agresividad afloran, terminando en riñas de fatales consecuencias.

Y precisamente cómo serán las cosas, que los homicidios no necesariamente asociados a la delincuencia organizada también vienen en aumento en el país. Me refiero a los homicidios cometidos con armas blancas u otros elementos. Sin duda, varios se podrán atribuir a la delincuencia organizada, pero muchos menos que los que se podrían asociar a aquellos cometidos con arma de fuego, el medio preferido de terminar riñas en ese sector de la economía. Así que aquí me voy a referir a los homicidios que algunas personas cometen, sin tener, de nuevo, asociación delictiva alguna. Más bien, los que se cometen por enojo, por un encono no resuelto, por un arrebato incontrolado; por ser o estar de mecha corta un día cualquiera.

En este tema, las cosas están de la siguiente manera: según datos del SESNSP, entre enero de 2015 y mayo de este 2019, se encuentran registrados 11,754 homicidios dolosos por arma blanca y 20,911 dentro de la siempre controversial categoría “otro elemento”. Como ve, no son pocos. Estadísticamente, la categoría “otro elemento” es una categoría de tipo residual, es decir, que se deja abierta para contar, en este caso, un homicidio doloso cometido con cualquier tipo de medio diferente de un arma de fuego o arma blanca. Si por arma blanca se entiende cualquiera punzocortante u otra diseñada para teóricamente defenderse de una agresión y no al revés (ej. artículos de defensa personal como bastones, etc.), dentro de lo que podría ser “otro elemento”, cabría cualquier homicidio cometido dentro de un continuo de posibilidades que permite la imaginación más maliciosa. No obstante, lo más frecuente es que se trate de homicidios por golpes, ahorcamiento, estrangulamiento, etc. Perdón por ser tan detallado, pero es mejor saber bien de lo que estamos hablando y de los problemas que enfrentamos.

En fin, el caso es que este tipo de homicidios, por arma blanca u otro cualquier elemento, vienen en ascenso desde el año 2015 en el país. Entre enero de 2015 y mayo de este año, los homicidios por arma blanca han aumentado un 78% y los cometidos con otro elemento aumentaron 27%. Ver gráfico en www.geocrimen.com.

Este aumento es enorme. Es anormal que, en un estado de paz, o sea, de ausencia de guerra, la violencia letal aumente de esta manera. Claro que ésta palidece frente al crecimiento de los homicidios por arma de fuego en el mismo periodo y que ha sido del 154%; bastante más del doble. Así que no nos engañemos. El problema de violencia estos años no es algo privativa de los “otros”, de los malos, o de esa “otredad” llamada delincuencia organizada. También hay mucha violencia letal relacionada con riñas, jaleos y otros tipos de conflictos interpersonales. Ésta es la llamada violencia social, que la sociología distingue de la política y la económica.

Pero ¿sabe algo? Cabe la posibilidad de estar equivocado. Tal vez no (sólo) viene en aumento el enojo, sino el revoltijo estadístico que se tiene en las cifras oficiales de seguridad pública. Hace sólo unos días, México Evalúa publicó un estudio en donde se documentan las irregularidades en los registros oficiales de homicidios. Más productivo aún es que propusieron un índice de confiabilidad de la estadística criminal. Pero lo que más se relaciona con el contenido de esta nota, es que se encontraron subreportes sistemáticos en los datos oficiales sobre homicidio doloso. Básicamente se encontraron evidencias de una práctica recurrente de reportar homicidios dolosos como culposos (no intencionales). Por lo que cabe la posibilidad de que el enojo y su letalidad intencional, sea aún mayor de lo que se reporta aquí.

Investigador y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-3).
Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo).
Twitter: @cjvilalta

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