Ésta es la frase que, por desgracia, nunca o casi nunca, escuchan los presidentes —en funciones o electos—.

Esto viene a colación porque el presidente electo ha repetido mucho estos días que el IFAI (hoy Inai) mantuvo en secreto todo lo que se le condonó de impuestos a los grandes contribuyentes. Esto es por lo que tengo que decirle: “No, presidente”. En 2010 el IFAI ordenó, sí, ordenó, que se hicieran públicos los nombres de todas las personas a quienes se les cancelaron créditos por 74 mil millones de pesos; lo afirmo porque fui el ponente de esa resolución —que acompañaron algunos comisionados— y porque, a partir de ella, fui objeto de extrañas llamadas, de amenazas (por esos días se metieron a mi casa, robando computadoras, portafolios y papeles). También por esas fechas un coche con cuatro personas malencaradas, sin razón alguna, chocaron mi auto, bajé, los vi y me retiré, pues esperaban que los enfrentara. Buscaban amedrentarme. Lo que es un hecho es que la SHCP se negó a dar la información usando todos los artilugios posibles, incluido el apoyo de la CNDH.

El enojo del gobierno se acrecentó cuando esta casa editorial me publicó un artículo intitulado ¿Qué esconden? (http://archivo.eluniversal.com.mx/editoriales/49889.html), en el que llamaba la atención sobre la posibilidad de que ese dinero hubiera sido utilizado para pagar favores, pasados o futuros, o campañas políticas. El asunto llegó incluso a la Suprema Corte (paradójicamente dos de los más férreos oponentes a que eso se hiciera público, hoy son ministros del máximo tribunal), y algunos se inclinaron porque esa información debería ser pública.

Los mas molestos eran los hacendarios (siempre opacos). Hoy me atrevo a contar algo: los comisionados fuimos convocados por un alto funcionario de la SHCP para decirnos —pero sin quitarme la mirada y señalándome con dedo flamígero— que estábamos locos, que abrir esa información acabaría con el sistema financiero porque rompería el secreto fiscal e incluso nos dijo que le había recomendado al presidente que nos metieran a la cárcel. No cedimos y gracias a esa batalla que dimos desde el IFAI —acompañados por algunos académicos— es que hoy, eso que se negaron a hacer público, es ya una obligación de transparencia en la nueva ley general de la materia. Años después se me ocurrió la peregrina idea —apoyada por algunos colegas— de ordenar que se abriera la deuda que dejó Moreira en Coahuila. De nuevo llamadas y amenazas veladas.

Si puntualizo estos hechos, ello se debe a que tuve un jefe —futuro secretario en el próximo gabinete— que siempre decía que cuando se publicara alguna imprecisión era importante salir a “explicar los hechos, aclararlos, maestro…”.

Estoy mas que convencido que el compromiso de AMLO para desterrar la corrupción es serio (me canso ganso que se acabará, dice) y lo aplaudo; de hecho, creo que esa es la principal razón de su amplia victoria en las urnas, porque estamos hartos de la rapiña y la impunidad. Pero por eso mismo tengo que precisarle: “No, presidente”, algunas instituciones sí funcionan, aunque sea con altibajos; resoluciones como éstas ha habido muchas. Por cierto, nuestro sueldo como comisionados de entonces era de 120 mil pesos.


Ex comisionado del IFAI.
@atrinidadzal

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