El Acuerdo de París sobre Cambio Climático, de diciembre de 2015, fue adoptado por 195 países con la intención de reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y contener el incremento de la temperatura global por debajo de los 2ºC, disminuyendo así los impactos del cambio climático.

Entre las acciones con las que México pretende contribuir para alcanzar estos objetivos está la reducción del 22% de sus emisiones de GEI. Una de las prioridades es la disminución del 51% de las emisiones de carbono negro para 2026.

Además, México se comprometió a que la generación de energía limpia basada en fuentes renovables, como el viento, agua, energía solar y geotérmica, alcance el 43% en 2030.

Sin duda, estas son proyecciones muy ambiciosas que parten de la necesidad inmediata de resolver problemáticas ambientales y de vulnerabilidad a lo largo del territorio nacional.

Con estos retos asumidos, se vislumbra la intención de transitar hacia un modelo de desarrollo basado en un aprovechamiento racional, eficiente y sustentable de los recursos, fomentando cambios drásticos para la construcción de una economía sostenible, justa y competitiva, que fortalezca a las comunidades más vulnerables.

Pero antes de llegar a esa realidad, debemos sentar los pies en la tierra.

De acuerdo con el Inventario Nacional de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero, publicado en 2015 por el INECC, solo en 2013 México produjo 665 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, siendo la generación eléctrica (19% del total de emisiones) la mayor fuente de emisión, seguida de los vehículos a gasolina (16% del total).

La realidad es que el crecimiento acelerado de las concentraciones urbanas, aunado al imparable crecimiento de la población, aumentan la demanda de combustibles de vehículos automotores y de suministro de energía eléctrica en las ciudades, lo cual podría parecer un camino sin retorno a la generación sin control de contaminantes.

El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) construye las bases para un escenario distinto.

Entre sus principales acciones destaca el impulso al desarrollo de tecnologías de bajo carbono para la generación eléctrica mediante el uso de fuentes renovables, mismas que ha estudiado y concluido que presentan costos competitivos con respecto a economías maduras con experiencia en el impulso de tecnologías limpias.

La transición a tecnologías bajas en carbono en México enfrenta algunos obstáculos, detectados en algunos estudios (INECC / Hinicio, 2017). Por ejemplo: los costos de desarrollo e implementación dificultan la adquisición de tecnologías; no hay suficientes incentivos fiscales; e inexistencia de infraestructura de recarga pública y de distribución a nivel nacional.

Estos obstáculos son oportunidades para la inversión en el desarrollo tecnológico, la implementación de instrumentos financieros que fortalezcan la economía, así como en la generación de empleos y elementos costo-beneficio asociados a las cadenas de valor que participan en una transición a tecnologías de bajo carbono.

Estos mismos estudios enfocados al sector transporte han demostrado que los costos asociados al desarrollo de tecnologías bajas en carbono, como los autos híbridos y eléctricos, resultan más económicos que los que hacen uso de gasolina como medios de transporte público, entre ellos taxis y autobuses de pasajeros, debido a que sus recorridos permanentes equilibran el costo de adquisición con los grandes ahorros en combustibles y de operación y mantenimiento.

En contexto, se vuelve necesario proyectar el cambio tecnológico como un atractivo escaparate para la inversión, ya que las tecnologías bajas en carbono funcionan con recursos que son inagotables, su emisión es mínima y controlada, y permiten una independencia energética para la toma de decisiones políticas y económicas.

Los beneficios asociados a la transición tecnológica son palpables en diferentes niveles. Además de contemplar una mejora en la regulación del clima, la salud de los ecosistemas y las personas, proyectan un gran impulso para el desarrollo social y económico de las personas involucradas.

Alcanzar la transición tecnológica de México implica la participación de diversos actores, inversionistas e iniciativa privada, tomadores de decisión, líderes de opinión y la sociedad en su conjunto.

Las bases empiezan a sentarse. México se ha preparado para llegar a esta cita con el futuro. Nuestro cumplimiento de los Acuerdos de París está cada vez más al alcance.

Busquemos ir más allá para construir una sociedad enfocada en el desarrollo justo e integrador, que acompañe una visión de país con la sostenibilidad como bandera. Sí se puede.

Subdirector de Modelos y Estudios Financieros de Proyectos de Bajo Carbono del INECC - México

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