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Eastwood: simpatía por las armas

Eastwood: simpatía por las armas
16/02/2018 |10:47
Redacción El Universal
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Hay una escena al principio de 15:17 Tren a Paris, el más reciente filme del octagenario autor, actor y leyenda viva, Clint Eastwood en la que es imposible, de menos, no arquear la ceja y musitar “¿es en serio, Clint?”.

Se trata de una secuencia donde el pequeño Spencer (WIlliam Jennings) invita a su nuevo amigo Anthony (Paul-Mikél Williams) a su recámara para enseñarle el arsenal de armas que tiene. Son, claro, pistolas, rifles y demás armamento de juguete pero que a la vista parecen tan reales como lo serían las auténticas. Los chicos (de unos doce años) salen y juegan a la guerra vestidos con ropa de camuflaje. Spencer, feliz, le dice a su amigo: “¿Acaso la guerra no es especial?, la hermandad, las trincheras...la oportunidad de salvar gente”.

No parece que el pequeño Spencer entienda bien a bien los horrores de la guerra (aunque en su cuarto tiene un póster de Full Metal Jacket), y nadie a su alrededor lo va a contradecir: ni su madre a la que parece de lo más natural que su hijo juegue con pistolas que no precisamente disparan agua, ni tampoco sus maestros quienes al contrario, le alimentan su interés por todo lo militar, pensando que se trata de una afición por la historia más que por las armas.

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No dejo de pensar que, excepto por aquello de “salvar gente”, la misma escena podría pertenecer a otra película que hablara sobre cómo un adolescente poco a poco se arma de valor para entrar a una escuela en Florida y matar a quemaropa a 17 de sus compañeros y herir a catorce de ellos. En ese sentido, 15:17 Tren a París se estrena en el mejor momento para nosotros como público y tal vez en el peor de los momentos para Eastwood.

El tema del heroísmo siempre ha estado presente en la filmografía de Eastwood, pasando del héroe crepuscular que al final se pregunta si tanta balacera y tantos muertos han servido de algo (la maravillosa Unforgiven, 1992), hasta ir a la búsqueda del working class hero profundamente americano, el héroe de a pie, el que un día está tomando tranquilo una cerveza y al otro la vida pone su heroísmo a prueba en una situación límite donde un movimiento en falso lo puede transformar de héroe a víctima.

Sin ir más lejos, lo acaba de hacer en Sully (2016), donde narra la circunstancia del “Héroe del Hudson”, el piloto Chesley “Sully” Sullenberger, quien el 15 de enero de 2009 aterrizó de emergencia su Airbus 320 por una falla técnica en el Río Hudson de Nueva York sin que uno solo de los pasajeros saliera herido de gravedad y sin vidas humanas que lamentar.

El working class hero puede ser, simplemente, aquel que hace bien su trabajo, que no pierde la serenidad ante la crisis y que pone a prueba las habilidades aprendidas toda una vida. En 15:17 Tren a París, Eastwood añade un elemento a este perfil, que hace de todo esto no sólo una celebración a la cultura de las armas en los Estados Unidos sino también una reflexión sobre el heroísmo como un asunto de destino: hay quienes nacieron predestinados a ser héroes y no importa lo que hagan, no podrán huir a este cuasi designio divino.

Así, Eastwood retoma un pasaje efectivamente heróico en la historia de los Estados Unidos. El 21 de agosto de 2015, el marroquí Ayoub El Khazzani abordó un tren que iba de Amsterdam a París. A medio camino entró al baño con todo y maleta y se preparó para salir completamente armado y dispuesto a masacrar a todos. Al salir del baño se topa con el norteamericano Mark Moogalian y el inglés Chris Norman quienes tratan de quitarle una de sus armas. Moogalian recibe un balazo y Norman cae, Khazzani entra al siguiente vagón, la gente corre, el hombre apunta pero es tacleado por  Spencer Stone, si, se trata de aquel niño, hoy ya un adulto joven y entrenado en las fuerzas militares que justo se enroló para “salvar gente” tal y como de niño lo decía en sus juegos de guerra. Tras él sus dos amigos de la infancia, Alek y Anthony, tratan de desarmar al individuo mientras que Stone recibe varias cortadas con un cuchillo que Khazzani logró sacar. Al final, Stone, Alek, Antony y Norman lo someten dejándolo inconciente, salvando a todos y sin una sola muerte que lamentar.

Eastwood carece de sutileza. Para él, Spencer, Alek y Anthony son la consecuencia lógica de una vida educada en el amor a la patria, el gusto por las armas y la guerra. Las armas en las manos correctas, pareciera decirnos Eastwood, salvan vidas. Para nadie es un secreto que Eastwood es un republicano de cepa, aunque también es cierto que en algunas entrevistas se ha declarado a favor del control de armas.

Si bien es tramposo, Eastwood logra mantener el interés. En algo que parece más capricho que osadía, decide que los mismos héroes de aquel entonces sean los que se interpreten a sí mismos en esta película. De nuevo, algo similar hizo en Sully, ya que las azafatas y algunos de los pasajeros que se veían en la escena del accidente, así como los rescatistas que los llevaron a tierra firme, fueron las verdaderas personas que vivieron aquel episodio.

Lo curioso es que los tres héroes no lo hacen mal. Se nota que de repente recitan sus líneas, pero su entusiasmo es natural y honesto.

Como narrador Clint aún tiene varios trucos bajo la manga, y justo cuando se vuelve tedioso el seguimiento del viaje que estos amigos hacen por Europa, previo a abordar aquel tren, viene finalmente la secuencia completa del ataque terrorista y el heróico rescate. Y es imposible no sentir empatía por estos tres chicos, no sentir emoción al ver que salvan a tantos pasajeros que pudieron haber muerto y alegrarse por su recibimiento como héroes no sólo en Francia sino en su natal Sacramento (de donde también es Lady Bird, por cierto).

Al fin y al cabo gran manipulador, Eastwood derriba las resistencias, pero la realidad se impone. Sale uno de ver esta apología por las armas, la milicia y la guerra, y uno se enfrenta a las noticias sobre el más reciente tiroteo, en una escuela, perpetrado por un joven también fanático de las armas que ha matado a 17 de sus compañeros y herido a otros tantos.

¿Dónde está pues la diferencia entre la infancia del pequeño Spencer y la del asesino Nikolas Jacob Cruz? He ahí el tema para una película.

-O-

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