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El futbol mexicano no puede tolerar más violencia en los estadios, ya sea en el interior o establecimientos del inmueble.

Las barras confunden la pasión con la agresión. La evolución del aficionado llega, poco a poco, a convertirse en un Hooligan.

A finales de los 80, el gobierno inglés tuvo que intervenir directamente para erradicar la violencia en su balompié. Con un torneo empapado en sangre, no es descabellado pensar que en el futbol local pueda desarrollarse ese mismo fenómeno social.

“Claro que hay preocupación [que se conviertan en Hooligans mexicanos]”, subrayó Álvaro Dávila, presidente del Morelia. “Se debe estar muy al pendiente con la Liga MX para prevenir esto”.

Para el directivo michoacano debe ser prioridad detectar a estos grupos terribles. “Así se detuvo en Inglatera: prohibirles las entradas al estadio y con sanciones fuertes”.

Franciso Suinaga, presidente del Toluca, pidió no anticiparse para etiquetar. “No ayuda. Hay que trabajar para evitar que esto crezca. Independientemente de la rivalidad dentro de la cancha, debemos comunicar que el futbol es un entretenimiento sano”, señaló.

Ninguno de los directivos dio responsabilidad a la Liga MX, Tigres o Monterrey sobre las acciones del domingo, previo al clásico regiomontano.

“[La violencia] sucedió en el futbol, así como sucede en muchas entidades todos los días. Eso es lo que está deteriorado y se refleja en el futbol”, comentó Dávila, vía telefónica con EL UNIVERSAL Deportes.

A pesar de que los protocolos de seguridad son una responsabilidad del club, el presidente de Monarcas opinó que las calles de Monterrey ya no dependen de los clubes, por la distancia con el estadio Universitario. Tampoco era opción cancelar el partido.

“Es difícil controlar una situación así”, finalizó.

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