Luiz Inácio Lula da Silva, Lula, uno de los políticos más queridos y más controversiales de los últimos años. Lula, aquel cuyo hito de gobierno se caracterizó por haber disminuido no sólo los índices de pobreza, sino quizá aún más importante, por lograr disminuir la brecha que separa a ricos de pobres a través de políticas no populistas sino generadoras de cambio.

Lula, quien se dedicó a subrayar la importancia de que los países latinoamericanos busquen la integración de la región, señalando todas las ventajas que como latinoamericanos tenemos y las oportunidades que no hemos terminado de aprovechar.  Una integración que, lo señaló muchas veces, debe basarse en la superación de las asimetrías, lo que nos une es mas fuerte que lo que nos separa.

Cuando terminó su segundo mandato como Presidente en Brasil, Lula tenía arriba del 80% de aprobación de la gente. Con esos índices bien podría haber intentado ser presidente por tercera vez. Lejos de eso, apoyó a la ahora ex-presidenta Dilma Rousseff y hoy se ve envuelto en un escándalo de corrupción que ha destapado una de las peores cloacas de que se tenga memoria.

Hay que decir que quienes acusan a Lula y que en su momento dejaron fuera del poder a Dilma tienen su propio pasado de mala conducta, incluso se ha señalado que el 60% de ellos enfrentan también cargos por corrupción aún más sofisticados y onerosos que por lo que se acusa a Lula o por lo que se acusó a Dilma en su momento.

Sin duda, el juicio político a Dilma no fue un golpe de Estado como en su momento lo afirmé. Tampoco debe haber dudas de que si Lula es culpable de haber recibido dinero o bienes de manera indebida debe ser juzgado por ello. Sin embargo, eso no debería echar por tierra la sospecha del uso político que se ha dado al caso para dejarlo fuera de la lucha electoral y más aún, del apabullante apoyo legislativo con que se ha salvado a Michel Temer, actual presidente en funciones, de un juicio político que lo dejaría fuera del poder y en posibilidades de enfrentarse a las denuncias en su contra por recibir dinero a cambio de dádivas para distintas empresas. En su caso, existen audios que no sólo lo señalan abiertamente recibiendo recursos de manera ilegal para las campañas de su partido sino que además se descubrió su complicidad en crear un caso para derrocar a la expresidenta Rousseff con tal de dar por terminada la investigación Lava Jato.

La corrupción de Brasil ha dado la vuelta al mundo, sin embargo, en México debería preocuparnos la absoluta opacidad con que se han manejado los  asuntos relacionados con Oderbrech, la falta de interés de las autoridades para indagar más sobre las acusaciones vertidas contra funcionarios y ex funcionarios en México, pero más aún, debería preocuparnos la forma en que empresas como esa estarán “aportando” recursos a las campañas para después beneficiarse con los contratos gubernamentales. Al tiempo.

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