Debemos comprender que la crisis del clima es un fenómeno global y que sus consecuencias no van a limitarse a una zona geográfica única sino que estas van a extenderse a todo el planeta. Los desastres ambientales en cualquier lugar del mundo, tarde o temprano tienen un impacto en el medio ambiente mundial.

Más aún, el entendimiento de la crisis del clima debemos llevarlo a ámbitos que hoy por hoy, aún parecen desligados como la democracia. Aunado a los desafíos autoritarios y al crecimiento de los movimientos populistas que enfrentan las naciones hoy por hoy encontramos el desafío ambiental y más concretamente el cambio climático.

El crecimiento de las desigualdades sociales, las disparidades económicas representan en la actualidad la preocupación más importante de las sociedades modernas. Este crecimiento no se comprendería sin entender que los que resultan más afectados por el incremento en el número e intensidad de los eventos climáticos son los que menos tienen.

Lamentablemente la aún limitada visión en términos de la generación de energía, la falta de información y el incremento en su demanda hacen que el reto para el sector de energías limpias se haga aún más grande. El  gran poder económico de la industria de combustibles fósiles sigue anteponiendo sus intereses al bienestar de las poblaciones mundiales. ¿De qué otra forma si no podemos entender nuestra propia -y tan cacareada- Reforma Energética, sino como un salvoconducto para que nuestro país continúe su desarrollo por la vía del uso del petróleo y no por la de las energías limpias?

El problema es, a mi parecer, que seguimos sin relacionar lo uno con lo otro y mientras el mundo entero siga manteniendo su fe en el petróleo ignorando los efectos de la crisis del clima como una consecuencia directa, los más pobres seguirán sufriendo las consecuencias.

Tormentas y huracanes cada vez más devastadores, con más cantidad de agua, sequías cada vez más frecuentes con la consecuente destrucción de campos y cultivos, todo ello encuentra su origen en la crisis del clima. Y como lo señalé en mi colaboración de la semana pasada, los que menos tienen son siempre los más afectados, pues enfrentar una tormenta no es igual en Texas que en Mumbai o que en Katmandú.

El huracán Irma, que ya ha alcanzado la categoría 5, amenaza hoy por hoy, al Caribe. El Estado de Florida está en la mira, sin embargo, los peores efectos seguramente se vivirán en Haití donde en 2016 el huracán Matthew dejó más de 500 muertos, en República Dominicana y en Cuba, países insulares que, por sus características y el menor desarrollo de sus economías, se encuentran infinitamente menos preparados para enfrentar la amenaza de este huracán.

En tanto mayor capacidad tengamos de entender y reconocer esto mayores posibilidades tendremos de trabajar en la solución de estos problemas. No tenemos otra opción.

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