Las próximas semanas estarán llenas de datos económicos que podremos analizar. La inflación de la primera quincena de enero podrá darnos algunas pistas sobre el proceso desinflacionario y las expectativas sobre el inicio de la otra fase del ciclo de tasas de interés. Esta misma semana tendremos información del crecimiento económico de Estados Unidos que, todo parece indicar, será lo suficientemente sólido para alejar por otros cuantos meses el fantasma de una recesión. Algunos días después sabremos un aproximado de cuánto habrá crecido la economía mexicana durante 2023. También habrá cifras oportunas sobre inversión, que podrá dar más perspectiva sobre el crecimiento que se ha observado en los últimos meses y quizás ir entendiendo mejor si el gran repunte observado en este indicador se debe más a las obras públicas de esta administración o a una mejora sustancial en el ánimo de los inversionistas a la espera del nearshoring.  Esos son solo algunos de los datos que saldrán los próximos días, justo antes de las reformas que el presidente López Obrador anunciará el 5 de febrero.

La información que tendremos será, en gran medida, positiva. Al menos esa es la expectativa hasta el momento. Es posible que se anuncie un crecimiento superior a 3.5% e incluso un aumento en la inflación en el sector servicios podría hacer referencia a un dinamismo en la demanda.

El corto plazo tiende a opacar las tendencias más duraderas. Si el crecimiento se acerca a ese porcentaje quizás olvidaremos que, considerando incluso las expectativas para este año, durante esta administración se habría crecido a una tasa promedio por año de 1.1%, similar al crecimiento poblacional, lo que llevaría a que el PIB per cápita, es decir, la producción por persona se mantenga cercana a los niveles que se tenían al inicio del sexenio, y por debajo de al menos los cuatro sexenios que lo precedieron.

También habrá datos de crecimiento estatal que siempre tienen un rezago considerable. La información también pinta para que algunos estados del sureste del país muestren tasas altas de crecimiento. Sin duda será positivo que el sur crezca más, a un mayor ritmo y con mayor dinamismo. Es lo que tiene que pasar si pensamos en la posibilidad de que en algún momento varios estados de esa región salgan del rezago económico y social en el que se encuentran. La discusión que será más difícil tener es si este crecimiento se deberá únicamente a un aumento en el gasto público en la región, que muchos argumentarán que es indudablemente positivo, o si es porque ese gasto tendrá rendimientos en el futuro cercano, es decir, podrá ser considerado, más allá del ámbito contable, como inversión.

Desafortunadamente, aun con datos positivos como los que señalo, estructuralmente en la economía poco habrá cambiado. El centro y el norte seguirán moviéndose hacia un modelo más similar al de Estados Unidos, y el sur dependerá del gasto público. Si este gasto se tradujera en más y mejor educación, mejores condiciones de salud, acceso a un mercado laboral más sólido y definitivamente formal, mejor infraestructura energética, la conversación sería distinta.

México tendría que crecer a tasas como las que observaremos de 2023 —y mayores— de forma sostenida. Será sin duda positivo recibir buenas cifras, pero habrá que entender mejor su trasfondo. Todos estamos a la expectativa.

@ValeriaMoy

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