Después de una semana de haber actuado de manera solamente reactiva y ante la fuerza que está tomando la campaña del partido Republicano en Estados Unidos , para acusar al gobierno mexicano de no actuar ante los cárteles productores y traficantes de fentanilo y pedir una intervención estadounidense en México, el gobierno del presidente López Obrador pasó ayer a la contraofensiva y comenzó a hablar con congresistas del país vecino, a los que les explicó las acciones que lleva a cabo su administración para frenar el tráfico de fentanilo, además de instruir a los 52 cónsules y al embajador mexicano en Estados Unidos a iniciar una campaña en los medios de aquel país para “no permitir que atropellen a México” con mentiras.

Diseñada desde la Secretaría de Relaciones Exteriores , la contraofensiva mexicana inició con una reunión que tuvo ayer López Obrador con una delegación de siete congresistas demócratas y republicanos de Estados Unidos, a quienes recibió personalmente en Palacio Nacional y en donde participó también el embajador estadounidense, Ken Salazar. En el encuentro, según un comunicado de la Presidencia de la República, el mandatario mexicano abordó el tema del fentanilo y respondió a las duras críticas que se han hecho desde el Congreso norteamericano contra su gobierno por no combatir la producción y tráfico de esa droga letal al país vecino.

“El primer mandatario subrayó las acciones y resultados del Gobierno de México en materia de lucha contra cadenas internacionales de suministro de fentanilo y otros percusores químicos, en el marco del Entendimiento Bicentenario sobre Seguridad, Salud Pública y Comunicaciones seguras”, sostuvo el comunicado oficial sobre la reunión en la que participaron los congresistas republicanos, Jasos Smith, de Missouri; Beth Vane Duyne, de Texas; Carol Miller, de Virginia Occidental; Michelle Fischbach, de Minnesota; Mike Carey, de Ohio, y Kelly Armstrong, de Dakota del Norte; así como los congresistas demócratas Terry Sewell, de Alabama; y Jimmy Panetta de California.

Al mismo tiempo que el presidente recibía a los congresistas estadounidenses en México, en Washington el canciller Marcelo Ebrard se reunía en la sede de la Embajada mexicana con el embajador Esteban Moctezuma y con los 52 cónsules mexicanos en la Unión Americana para ordenar a los diplomáticos que inicien una campaña de respuesta a los ataques a México en los medios, la opinión pública y los círculos políticos estadounidenses. “No vamos a permitir que atropellen a México”, dijo Ebrard a los cónsules mexicanos, a los que pidió “no dejar que se consolide una narrativa basada en mentiras que dañe a nuestro país”, y les instruyó a realizar reuniones informativas con la comunidad mexicana y actores políticos e informar semanalmente de esos encuentros.

Según el secretario de Relaciones Exteriores, México ha sido “el principal aliado de Estados Unidos en la estrategia en contra del fentanilo” y esa lucha ha costado cientos de bajas de fuerzas federales mexicanas. En lo que va del sexenio, informó Ebrard a los cónsules, México ha incautado una cifra récord de más de 6 toneladas de fentanilo en el territorio nacional, lo que ha evitado, según el funcionario, miles de millones de dosis mortales. “Con este costo de vidas humanas ¿cómo es que estos señores se atreven a cuestionar nuestro compromiso o, peor aún, a pedir una intervención en nuestro país”, preguntó el canciller ante el aplauso de los cónsules y el embajador mexicano reunidos en el Instituto Cultural de México en Washington.

Al parecer, tras varios días de dimes y diretes entre López Obrador y senadores republicanos como Mike Waltz y Dan Crenshaw, el gobierno mexicano decidió dejar de lado los adjetivos y las respuestas meramente discursivas del presidente, para pasar a una estrategia diplomática con la que se busca contrarrestar el discurso de los sectores más duros del Partido Republicano y las pretensiones de buscar una intervención militar contra los cárteles de la droga mexicanos, a partir de que se les declare organizaciones terroristas.

Veremos qué tanto funciona la contraofensiva mexicana, en la que incluye también el activismo de los cónsules del país para hablar con las comunidades de migrantes mexicanos en las ciudades estadunidenses, algo que el propio presidente López Obrador advirtió públicamente al Partido Republicano con la amenaza de que podría usar su influencia entre la comunidad mexicana residente en la Unión Americana para pedirles que “no voten por los republicanos”. El problema es que, a partir de las declaraciones del pasado domingo del influyente senador demócrata, Bob Menéndez, ya no sólo se tiene que contrarrestar a los republicanos radicales, sino también a los congresistas del partido gobernante en la Casa Blanca.

Por lo pronto es un hecho que, con la respuesta mexicana y la ofensiva cada vez más intensa desde el Capitolio contra el gobierno lopezobradorista y su fallida estrategia contra el narcotráfico, ha empezado una guerra diplomática en la que en Palacio Nacional han decidido contraatacar y recurrir a su ejército de diplomáticos en el territorio estadounidense, además de buscar el diálogo con los sectores menos radicales de las bancadas republicanas, en busca de parar la campaña republicana que genera la percepción de un país caótico y sin ley y un presidente y su gobierno rebasados y encubridores ante los cárteles de la droga.

NOTAS INDISCRETAS… A propósito de México y Estados Unidos, sin duda las diferencias entre estas dos naciones siguen siendo muchas, con todo y su estrecha relación bilateral comercial, fronteriza e histórica. Pero también esas diferencias se notan en los estilos de gobernar y en los enfoques de las administraciones de Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador en problemáticas comunes. Por ejemplo, en la pandemia, mientras Biden ofreció apoyos económicos directos a todos los ciudadanos para paliar los efectos de la crisis económica, el presidente López Obrador literalmente les dijo a los mexicanos “que se rasquen con sus propias uñas” y apenas sí intentó unos fallidos minicréditos a pequeños negocios. Y no se trata solo de la capacidad financiera del gobierno estadounidense, que por supuesto es mucho mayor a la mexicana, sino de la voluntad política de rescatar a los ciudadanos cuando la situación económica los amenaza. Algo similar ocurre con la quiebra de empresas en México, en las que el gobierno de López Obrador ha dejado muy clara su política de “no rescatar” ni apoyar a empresas en problemas financieros y dejarlas quebrar, con el respectivo impacto a sus trabajadores, acreedores e industrias. Ahí están los casos de Interjet y, más recientemente de Aeromar, por mencionar algunos ejemplos. Mientras que en Estados Unidos, Biden entró, sin pensarlo e incluso sin publicitarlo, al rescate inmediato de los ahorradores e inversionistas del Silicon Valley Bank, que de manera sorpresiva se declaró en quiebra el pasado viernes. Un grupo especial de asesores de la Casa Blanca operaron durante el fin de semana para garantizar los ahorros y cuentas de los inversionistas (entre los que había incluso grandes capitales) no necesariamente por salvarlos a ellos, sino por evitar el peligro de una contaminación en la que el banco quebrado pudiera desatar un efecto dominó en el sistema financiero estadounidense, y por consiguiente una crisis de proporciones mundiales. Nadie dice que tengan que ser iguales y que en México se deba rescatar a empresas o a bancos en problemas (cosa que ya se hizo con el Fobaproa) pero de que hay diferencias abismales en los estilos y las motivaciones de los gobiernos, de eso no hay duda… Y hablando de bancos, el próximo jueves se inaugura la primera Convención Nacional Bancaria en la ciudad de Mérida. Será la primera ocasión en que el evento cumbre de los banqueros mexicanos salga de Acapulco (en buena parte por sus problemas de seguridad) y como cada año está programada la presencia del presidente para inaugurar la Convención. Por cierto que, contra la costumbre de los banqueros de la ABM, que encabeza Daniel Becker, al evento no fue invitado en esta ocasión el presidente en turno de la Cámara de Diputados, el panista Santiago Creel. A pesar de que Creel tenía intenciones de asistir a la reunión de banqueros, desde la oficina de Becker le dijeron amablemente que “no estaba considerada su presencia” y cuando de la oficina del diputado del PAN preguntaron por qué razón no se invitaba al presidente de la Mesa Directiva de San Lázaro, la respuesta fue que había habido una “amable solicitud” de alguna fuente gubernamental, que no quisieron identificar, para que no fueran invitados ni el presidente de la Cámara de Diputados ni el del Senado. Ni hablar, donde manda el inaugurador no gobiernan los banqueros… Los dados mandan Serpiente. Falló el tiro.

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