Acapulco es un lugar icónico de nuestro país que hoy nos necesita. Urge mucha solidaridad, sin regateo ni confusión. Para que la ayuda sea efectiva se necesita también reactivar y fortalecer el tejido social local.

Es evidente que los gobiernos fueron rebasados. La tragedia es inmensa y va a requerir acciones gubernamentales de gran alcance, se requiere mucho más que las 20 acciones ya anunciadas.

Acapulco ya era territorio con gran necesidad antes del huracán. Más de tres cuartas partes de su población presentan al menos una carencia social (77%) y más de la mitad en pobreza (52%), con datos de Coneval 2020. 75% de las personas trabajan sin salario suficiente y 66% sin seguro social (datos de Observatorio de Trabajo Digno 2023-I)

La sociedad civil debe crecerse al reto. La acción solidaria no puede ser restringida, no se requiere permiso para apoyar. Pero se requiere organización, coordinación y criterios claros para que la ayuda ayude.

El criterio principal de cualquier acción solidaria debe ser el respeto y la promoción de las capacidades de las personas, las comunidades, las organizaciones locales. “Ayudar a que la gente pueda ayudarse a sí misma” es un lema que viene totalmente al caso.

La gente en Acapulco y Costa Grande es resiliente, está demostrando capacidad de respuesta colectiva ante el desastre. Toca ahora que la solidaridad para resolver las múltiples necesidades tangibles: comida, techo, comunicaciones, acciones sanitarias, también sirva para despertar, animar y consolidar capacidades colectivas, aunque sean intangibles.

La activación de la sociedad civil no le corresponde al gobierno o los partidos, requiere ser “autogenerada” por la propia sociedad. La reconstrucción y fortalecimiento del tejido social es función de organizaciones sociales y civiles, de las iglesias y demás organismos “intermedios”. En el caso de Acapulco, además requiere confrontar las redes criminales.

Apenas el jueves pasado (2/11), una parte del colectivo agrupado en “Guerrero es Primero” —iniciativa social plural creada hace 9 años— pudo reunirse por primera vez desde el huracán. Duele saber que las personas que han sido actores clave por la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible en Guerrero, hoy también están en condición de damnificadas.

Reactivar y darle condiciones de articulación a las diversas expresiones organizadas de la sociedad civil en Acapulco es indispensable. Pretender acciones de emergencia ante el sinfín de retos sanitarios, económicos, de salud mental y de sobrevivencia sin el tejido social reforzado y activado reduce efectividad. Llegar y depositar ayuda o entregarla a algunas personas, es loable, pero será interminable. Pronto se presentará una propuesta de “criterios para la atención de la emergencia y la reconstrucción”, preparada por actores locales, que debe tomarse en cuenta por quienes quieran apoyar.

El pronóstico tendencial de futuro después de Otis es catastrófico. Acapulco concentraba ya altos niveles de pobreza y desigualdad, además de inseguridad crónica y ausencia del estado de derecho. Resulta absurdo pretender una reconstrucción de la realidad previa, no hay “normalidad” deseable a la cual regresar.

Es necesario y factible que esta tragedia permita el florecimiento de la energía positiva de la sociedad. Hacen mucho daño quienes “desahucian” a Acapulco en lugar de apoyarlo. Lo deseable es construir un nuevo “pacto social” más incluyente y equitativo con participación de todos los sectores. Para impulsarlo, hay que enfrentar la emergencia en sus múltiples dimensiones con un enfoque de activación y fortalecimiento del tejido social.

Consultor internacional en programas sociales. @rghermosillo

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