Hace poco me aplicaron la flamante vacuna de Pfizer contra las nuevas cepas del Covid, en un país que no voy a nombrar, pero que para Hugo López Gatell debe ser parte del abismo neoliberal que lo tiene obsesionado. La vacuna me la aplicaron en una farmacia, previo registro por Internet,
y no tomó más de diez minutos de espera. La enfermera me aplicó la vacuna de manera rápida y eficiente. Me comentó que después de mí ya tenía 50 personas con su cita para vacunarse. El pago se hizo automáticamente a través del seguro médico y para aquellos no asegurados la vacuna es gratis. Todas las farmacias en ese país están ya vacunando, anticipando el frio del otoño. Creo que la gran diferencia con México es que en ese y muchos otros países, la aplicación de la vacuna es una cuestión de salud pública y no una forma más de ejercer un control clientelar sobre la población.

Recordemos que fue López Gatell quien al principio de la pandemia nos decía que los tapabocas no servían y que las vacunas no eran necesarias porque las farmacéuticas solo querían ganar dinero. Y después de tres años sigue con la misma tonada:

"Y por razones de mercadotecnia, han querido posicionar la idea de que es indispensable utilizar ese tipo de vacunas. Afortunadamente, la comunidad científica ha llegado a consensos. La propia Organización Mundial de la Salud, hace varios meses, en mayo, dio una clara indicación de que no es indispensable tener vacunas hechas con las variantes más recientes del virus SARS-CoV-2. Y además, la evidencia científica no ha habido suficiente capacidad de esa evidencia para demostrar que sea indispensable tener esas vacunas”.

Permítanme traducirles la enmarañada prosa de López Gatell: si Pfizer y Moderna ya tienen vacunas actualizadas, es decir que son también efectivas contra las nuevas cepas del Covid, pues en México no nos importa. Eso es solo “mercadotecnia” y en el país se seguirán aplicando las vacunas pasadas, y sobre todo aquellas que casi nadie quiere: la vacuna Sputnik, la Abdalá y quizás la de la Patria, de la que ni siquiera se conoce el resultado de la Fase 3. López Gatell dice que muchos prefieren las vacunas de Pfizer y Moderna “por razones ideológicas”. Más bien será porque no confían en su gran estrategia de abrazos no vacunas y por eso dos millones de mexicanos votaron con los pies y se fueron a vacunar a EU en 2021.

Es curioso que López Gatell anuncie ahora que habrá vacunas en el otoño. Siempre apegado al “consenso científico”, en septiembre de 2021 twitteó “Hasta el momento, el consenso científico es que no se necesitan dosis de refuerzo de las vacunas contra #COVID19”. Eso cuando ya todo el mundo se estaba preparando para organizar las vacunas de refuerzo. En 2020 declaró tajante que la vacuna Sputnik no era de las que se aplicarían en México, por no estar aprobada por la OMS, y ahora es una de las vacunas seleccionadas por este ilustre personaje, que, además de todo, se negaba a vacunar a los niños.

Lo que López Gatell ya comienza a extrañar es la gran palanca clientelista que las vacunas representan (y que le llevó a tener su propio programa de televisión). En lugar de haber permitido ya desde hace meses que hospitales privados en México pudieran adquirir las vacunas contra el Covid, para López Gatell es mejor controlarlas completamente para dispensarlas como una dádiva más del Gobierno del Bienestar. Hay que hacer que la gente se sienta profundamente agradecida con el gobierno cuando recibe su vacuna. No importa que la tasa de vacunación en México sea mucho más reducida que en otros países. Tampoco que aún no haya vacunas de refuerzo. El mexicano ya se acostumbró a hacer colas y que bueno que las haga, ahí donde los siervos de la nación les pueden machacar lo afortunados que son de vivir en un país donde el Bienestar se escribe con mayúsculas y con un señor presidente que nos regala el Insabi y las vacunas, como en Dinamarca.

Alguna vez lo dijo el déspota claramente: la epidemia le cayó “como anillo al dedo”. La vacuna surgió como una cosa más que él podría racionar, un nuevo “beneficio” que se podría otorgar, pero para ello había que evitar a toda costa que la vacuna se ofreciera de manera comercial. ¿Qué iban a decir las clientelas de la 4T si las clases medias se comenzaban a vacunar por la libre? ¿Esas clases medias a quién le iban a agradecer? ¿A Pfizer y no a la 4T? ¿Al Dr. Simi?

Y que López Gatell anda enojado es obvio. Resulta que las vacunas Sputnik y Abdalá se van a usar en México, pero las vacunas de Moderna y Pfizer tienen que pasar por un nuevo proceso de aprobación, para averiguar si acaso sirven. No importa que solo de la vacuna de Pfizer ya se hayan distribuido 4,600 millones de dosis en todo el mundo, mientras que la vacuna Abadalá solo se usa en Cuba, en México, en Nicaragua, Irán y Vietnam, es decir, solo países con finísimas democracias. “Se nos escapa la clase media” debe pensar López Gatell, “van a ir a sus hospitales neoliberales para vacunarse, cuando quieran. ¡Qué horror! Y no cuando los mandemos llamar para que se formen. Y ni siquiera nos lo van a agradecer”.

En ese país neoliberal donde me vacuné sin mayores aspavientos sería impensable que el señor presidente presidiera actos para “supervisar” la entrega de “beneficios”, o un acueducto, o un tren, o cualquier otra cosa. Los ciudadanos de esos países democráticos saben que todo se paga de sus impuestos y se mofarían de un político que tratara de sacar provecho de los programas sociales. Un político infame que hubiera dicho que la pandemia le cayó “como anillo al dedo” hubiera tenido que renunciar al día siguiente. Cualquiera que como López Gatell hubiera sido responsable de 800,000 muertes por Covid probablemente estaría siendo juzgado. Y no aceptarían que les racionaran las vacunas por cálculo político.

Pero en México no es así, somos el único país donde el presidente se la pasa tres horas diarias en la televisión diciendo mentiras y alimentando el odio de sus partidarios. Somos el único país donde gente como HLG pueden hacer carrera sin que nadie lo llame a rendir cuentas. Pero ya se va a la política, a buscar un puesto de elección popular. Después de que en la mañanera se anunció la liberación comercial de las vacunas, sin preguntarle, ya escucha pasos en la azotea. Quizás intuye que se le acaba el tiempo y que va a necesitar prolongar urgentemente el fuero de impunidad del que ha gozado todo el sexenio.

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