Leon Tolstoi escribió un cuento fascinante titulado La mañana de un terrateniente. Ahí refiere la anécdota de un joven ingenuo que cree que puede operar como empresario agrícola siendo bueno y generoso todo el tiempo. Sus propios trabajadores y campesinos se sienten desconcertados por la manera en que el muchacho confunde los buenos sentimientos con la capacidad de gestión. Naturalmente, la realidad lo desengaña de manera brutal. Un empresario exitoso no puede sostenerse con un carácter débil ni confundir la bondad con la eficiencia. Tolstoi fue un anarquista cristiano, de modo que no puede acusársele de simpatizar con la explotación capitalista, pero era un observador riguroso de la condición humana. Recordé su cuento al analizar el intercambio reciente entre Ricardo Salinas Pliego y la Presidencia de la República.

Si el intercambio ha llamado la atención de los medios, se debe a la excepcionalidad del comportamiento de Salinas Pliego en el entorno empresarial mexicano. El resto de los empresarios mexicanos, aún aquellos que tienen diferencias sustanciales con el gobierno, o que se han visto perjudicados por sus políticas, se niegan a manifestar su desacuerdo en público. Quedará para el anecdotario de este sexenio la cena de tamales donde grandes magnates aceptaron comprar billetes de lotería para la farsa de la rifa del avión presidencial. Las cámaras empresariales y patronales no se han atrevido a manifestar la más ligera diferencia de opinión con el oficialismo por temor a represalias del SAT o cualquier otra entidad pública. Se entiende, pero se lamenta. Aunque lo nieguen, los empresarios son actores de la vida pública y, por tanto, de la política nacional. Sus opiniones deberían conocerse con transparencia, pues son los factores decisivos del crecimiento económico. Es verdad que el PAN, el partido ideológicamente más afín a sus inquietudes, ha defraudado al tratar de representar fielmente las banderas liberales, pero sus propios recursos económicos les permitirían a los empresarios hacerse oír con mayor frecuencia. Sobre todo, echo de menos pronunciamientos claros de cara al proceso electoral más grande de la historia de México. ¿Los empresarios mexicanos están a favor de la iniciativa de reforma del poder judicial presentada por el oficialismo? ¿Apoyan su reforma electoral? ¿Dónde están los Maquíos y Garza Sada de esta generación?

En Estados Unidos se acaba de publicar a fines del año pasado el libro The Rebellious CEO de Ralph Nader. Nader, conocido como defensor de los derechos de los consumidores y crítico pertinaz de las conductas poco éticas del empresariado internacional, presenta 12 casos de altos ejecutivos empresariales a quienes admiró a lo largo de su vida. Son empresarios que tuvieron un éxito deslumbrante, pero se preocuparon por las prestaciones de sus trabajadores y/o del cuidado del medio ambiente, entre otras cuestiones sociales. El libro contiene anécdotas fascinantes de gente como Anita Roddick, fundadora de The Body Shop, una empresa de cosméticos que se negaba a mentirle a sus clientes ofreciendo productos milagro. No prometía transformaciones mágicas para estafar a las mujeres, sino mejorías limitadas y graduales en el cuidado de la piel. O bien los consejos, discusiones y patrocinio condicionado a candidatos presidenciales de Jeno Paulucci, el próspero inversionista de la industria alimentaria. Y digo apoyo condicionado porque, hijo de mineros, Paulucci sujetaba sus donativos de campaña a que los candidatos cumplieran ciertos estándares democráticos y de respaldo al sindicalismo libre. O la generosidad de Sol Price, el fundador de la cadena Price Club (hoy Costco) quien ofrecía ser mentor gratuitamente de todo aspirante a empresario en el sector de las tiendas de autoservicio. Les enseñaba los secretos del oficio con el deseo de que la economía de su comunidad prosperase. Sol Price formó a gente como Sam Walton, fundador de Walmart, que a la postre sería su competidor más importante. Price nunca se arrepintió, tanto así que todavía se dio el lujo de formar a los fundadores de Office Depot para contribuir a la creación de valor económico.

El posicionamiento público y transparente de los liderazgos empresariales frente a la vida política es no solo saludable, sino indispensable para enriquecer lo que Martin Wolf, economista en jefe del Financial Times llama “el capitalismo democrático.” Ojalá que el intercambio entre Salinas Pliego y la Presidencia de la República sirva de precedente, más allá del escándalo, para que otros grupos empresariales se animen a pronunciarse sobre las propuestas de todos los candidatos en las campañas de este 2024.

Analista. @avila_raudel

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