López Obrador ha dinamitado las instituciones democráticas del país y piensa aniquilar las más importantes que quedan, ya se adueñó de algunas como la CNDH, y ha hecho lo imposible por controlar la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Dentro de la hecatombe autoritaria ya destruyó el Seguro Popular, lo que causó más de 500 mil muertes entre víctimas de COVID y niños con cáncer, extinguió el FONDEN causando miles de damnificados, y prácticamente desmanteló el CONACYT.

Afortunadamente su autoritarismo no le alcanzó para apoderarse de la UNAM, pero lo intentó.

Sus próximas víctimas que ya sentenció son el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Federal Electoral, instituciones que no ha podido controlar y quiere desbaratar porque le representan un contrapeso de poder a sus decisiones autoritarias.

Pero eso no es todo, no sólo son instituciones las que destruye, también Secretarías, una de las más afectadas es la de Relaciones Exteriores, Secretaría que se ha convertido en un órgano de becarios para consentidos del presidente.

En este sexenio la diplomacia ha sido aniquilada por completo, si bien es cierto que desde hace tres sexenios ya venía de caída, hoy con la cuarta transformación se está desmantelando el Servicio Exterior Mexicano. De haber tenido a los Cancilleres más ilustres que encumbraron a México en la cima, como Manuel Tello, Emilio Rabasa, Sepúlveda Amor y Rosario Green por nombrar algunos, poco a poco la diplomacia se fue degradando a causa de los presidentes ignorantes que impusieron analfabetas de la diplomacia, como Luis Videgaray hoy acusado de corrupción y responsable de las humillaciones que Trump profirió contra los mexicanos desde Los Pinos, pero el Canciller de hoy no es tampoco la excepción.

Marcelo Ebrard se ha encargado de desmantelar la Cancillería, por órdenes del presidente que más ha repudiado y despreciado la diplomacia; ya desaparecieron la subsecretaría de América del Norte, una de las más importantes y la rebajaron a Dirección General dirigida actualmente por un novato, ya desbancaron casi a todos los diplomáticos de carrera, y en su lugar nombraron a los aliados incondicionales del presidente sin ninguna preparación y algunos sin el dominio suficiente del inglés, otros nombramientos fueron cuotas de poder como el de Estados Unidos, y hubo otro nombramiento que fue una burla para los mexicanos; la designación de la cónsul de Estambul.

Con estos Embajadores ¿cómo nos verán en esos países, cuando nuestra diplomacia siempre estuvo al nivel de Gilberto Bosques y Alfonso García Robles Premio Nobel de la Paz?

No obstante, también hay que decirlo, es culpa de algunos diplomáticos del pasado, quienes crearon grupos de poder dentro de la Cancillería, para repartirse los mejores puestos, las mejores embajadas y los mejores sueldos, era tal su poder que quien no perteneciera a su élite se quedaba fuera de los privilegios del “glamour” diplomático. Eran unos canallas que se habían apoderado durante décadas de la cancillería mexicana. Ellos sabían el juego, aceptar y respetar las imposiciones que hiciera el presidente por más absurdas que fueran, a cambio de mantener su dominio de poder. A la llegada de Obrador, afortunadamente desplazaron a la mayoría de las cabezas de esos clanes, haciendo una limpia que parecía benéfica para la diplomacia y para el país, se pensaba que entrarían diplomáticos experimentados que nunca antes les habían dado la oportunidad de representar a México y que ello traería el cambio y la transformación al país, pero desafortunadamente sucedió todo lo contrario, fueron sustituidos por novatos, amigos, empleados, cómplices y zalameros.

Las nuevas generaciones de diplomáticos, deben defender sus posiciones que por ley les corresponde, no deben repetir el pasado, deben vencer el miedo, romper el silencio y exigir respeto a la institución.

La transformación no llegó a la diplomacia mexicana, como tampoco ha llegado al país, sólo la destrucción de las instituciones es lo que campea, por ello los mexicanos no debemos permitir que continúe la aniquilación de la vida democrática de México, porque cuando muere la democracia nace la autocracia, y en las dictaduras las plazas públicas y los foros parlamentarios se encuentran cerrados, y los palacios legislativos son elefantes blancos donde yacen verdades lacerantes construidas en frías lápidas, por los sepultureros siniestros de las libertades humanas.

Analista Internacional.

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