En la nota anterior comentamos sobre la imposibilidad práctica de dejar de utilizar materiales dañinos al medio ambiente, como el plástico: Dada su conveniencia y fácil uso en almacenar y conservar alimentos, bebidas y otros materiales se ve lejos el hecho de que podamos llegar a un nivel de cero residuos.

El concepto de cero residuos se refiere a la producción, consumo, reuso y recuperación responsable de productos, su empaque y sus materiales asociados de tal forma que al desecharlos, no se impacte al suelo, el agua, el aire o la salud humana. Así lo plantea una asociación llamada Alianza Internacional de Cero Residuos. Al preguntarles a mis alumnos en el salón, nadie duda en levantar la mano para expresar su preocupación por el daño que estamos haciendo al medio ambiente. Sin embargo, al hacer una pregunta subsecuente sobre lo que han hecho al respecto, las manos levantadas son sólo dos o tres. Este fenómeno no es exclusivo de mis alumnos o de un salón de clase en particular. En el primer caso, pregunto por intenciones mientras que en el segundo caso pregunto por comportamiento. En realidad, cambiar comportamientos es muy difícil para todas las personas. Incluso, cuando sabemos que esos comportamientos traerán consecuencias positivas.

El cambio de comportamiento ha sido objeto de estudio de psicólogos, sociólogos, mercadólogos y economistas y en todo caso se responsabiliza al individuo por su imposibilidad de cambiar sus propios  comportamientos. Sin embargo, se dejan de lado las dimensiones sociales, materiales y contextuales de esos comportamientos, en este caso del consumo responsable.

Los residuos son consecuencia de prácticas de producción y manufactura en particular, esto es, los productos que adquirimos no ofrecen opciones más allá del plástico. Incluso, algunas ideas de negocio que han analizado los alumnos en la universidad utilizan el concepto de rellenado de frascos, en lugar de adquirir un envase plástico, sin que hayan encontrado un mercado objetivo que amerite la inversión.

Sin embargo, si bien lograr un nivel de cero residuos se ve lejos, las personas que se enfocan a un consumo responsable, modifican no sólo sus comportamientos sino sus actividades diarias y aprenden nuevas formas de consumo.

Por ejemplo, hacer composta en casa no involucra sólo el interés del consumidor, sino que requiere de adquirirlos botes para hacerlo, encontrar un lugar en casa para colocarlos, adquirir el conocimiento necesario para saber cómo hacer una composta efectiva y disponer del tiempo para procesar los residuos de los alimentos hasta que se genera la composta, incluso de esparcir la composta en el jardín o en las plantas de ornato. Otro ejemplo, es el de las personas que compran el shampoo o el detergente a granel con el objetivo de evitar el consumo de plásticos. Esto implica tener los envases listos para llevarlos a rellenar, lo que además toma tiempo para llevarlos al lugar de relleno y regresar a casa. Otras personas más hacen las compras de alimentos a granel y reorganizan su refrigerador para clasificar y acomodarlos. Sin embargo, muchas personas simplemente no pueden o no saben cómo tomar su tiempo para realizar estas actividades. El consumo sustentable requiere de actividades de soporte, esto es, de considerar que el consumo sustentable no sólo requiere del dinero necesario para comprar productos sino de tiempo, y esfuerzo para aprender a reducir los residuos.

La buena noticia es que las personas que se involucran en uno de los comportamientos sustentables posteriormente identifican formas de aprender otros comportamiento sustentables que tienen sinergia, que se ayudan unos con otros. Al reflexionar sobre su consumo actual, los consumidores pueden empezar a reconfigurar sus actividades en casa y fuera de ella para reducir los residuos.

Si las marcas se involucran en proporcionar un componente de valor agregado sustentable a sus productos, es necesario no sólo incluir certificaciones en el etiquetado, sino que deben mostrar formas de en que las prácticas de consumo se vuelven sustentables, desde la compra hasta la disposición final del empaque y sus materiales asociados. De esta forma será realmente posible reducir la huella del consumo de plásticos. Los mercadólogos juegan un papel clave para lograrlo.

Académico de la Facultad de Economía y Negocios. Universidad Anáhuac México

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