Hoy estamos ante la enorme oportunidad de capitalizar las inversiones del nearshoring aprovechando nuestra ubicación estratégica junto a la economía más grande del mundo. De acuerdo con McKinsey & Co., se han anunciado inversiones por USD$27 billones; 45% se concentra en los sectores automotriz (especialmente en vehículos eléctricos) y aeroespacial. No debe sorprender que estados como Nuevo León, Coahuila, Jalisco y Querétaro reciban nuevas inversiones.

No es la primera vez que México tiene una oportunidad histórica para beneficiarse del comercio global. Cuando México evolucionó hacia una economía de manufactura recibió inversiones sin precedentes. Dos décadas después de la firma del entonces Tratado de Libre Comercio (TLC), México mantuvo una inversión extranjera directa promedio del 2.6% del PIB, significativamente mayor a los niveles de 1.1% de las dos décadas anteriores. Del 2013 al 2022, la inversión extranjera directa creció al 3% del PIB en promedio. Sin embargo, esto no necesariamente se tradujo en mayores niveles de desarrollo económico.

Nuestro reto es ¿cómo convertir las nuevas inversiones del nearshoring en un verdadero bienestar? Si bien la apertura de la economía contribuyó a diversificar la economía nacional, los indicadores más cercanos a las personas no cambiaron significativamente. De acuerdo con el Inegi, el PIB per cápita ha tenido un crecimiento de tan solo 12.4% del 1994 al 2020. Con base en la última medición del Coneval en 2022, más de 46 millones de mexicanos viven en situación de pobreza y los altos niveles de desigualdad persisten. México es el país 25/162 con mayor desigualdad de acuerdo el índice de Gini.

Por supuesto que esto es un fenómeno multicausal. Factores como la informalidad alta, el rezago educativo y el estado de derecho débil, entre muchos otros, han influido. Pero es innegable, que la transición a una economía de manufactura generó cierto desencanto sobre los beneficios de la globalización, no solo en México, sino también en otros países con condiciones similares.

Una de las principales razones es que nuestro país no es intensivo en capital, sino en mano de obra, y el salario promedio en manufactura en México es una cuarta parte del de Estados Unidos. Nuestra participación en las actividades de mayor valor (diseño, innovación, desarrollo de tecnología, generación de patentes) ha sido muy limitada.

Ante esta nueva coyuntura, México tiene que desarrollar una estrategia colaborativa para que los beneficios del nearshoring se conviertan en una verdadera oportunidad para mejorar el nivel de bienestar de los mexicanos, generando una prosperidad compartida. Requiere de la participación coordinada del sector público, privado y la academia. Para ello, necesitamos prepararnos para estar presentes en las actividades de mayor valor.

Es importante apostarle a la educación de calidad en todos los niveles educativos, a la investigación y a capacitar (skilling y reskilling) a nuestra fuerza laboral con nuevas habilidades y competencias para hacer una transición de una economía de manufactura a una economía del conocimiento con una visión completa de país que vincule al norte con el sur.

Vicepresidenta de Integridad y Cumplimiento

Tecnológico de Monterrey

@paulinacampos

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