Rosanety Barrios

En la mitología griega, el Titán Cronos, luego de destronar a su padre, consigue ser el primer rey del mundo. Pero el Oráculo le advierte que él también perderá su corona ante un hijo varón, así que, para evitarlo, los devora en el momento de nacer.

Esta imagen vino a mi cabeza luego de observar una fotografía del humo amarillo que emiten sin control las chimeneas de Cadereyta. Me pareció perturbador pensar que el mismo poder que juró guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ellas emanen, sea quien hoy se encuentra envenenando la salud de la sociedad regiomontana.

Petróleos Mexicanos forma parte del poder Ejecutivo Federal. Su director es nombrado directamente por el presidente de la República, y solo él puede removerlo. De la misma forma, la Secretaría de Energía, entidad encargada de emitir y administrar el permiso que permite operar a Cadereyta, y la ASEA, organismo desconcentrado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, responsable de vigilar el cumplimiento en materia medioambiental de la refinería, son instituciones que conforman el Poder Ejecutivo Federal.

De acuerdo con su ley, Petróleos Mexicanos “tiene como fin el desarrollo de actividades empresariales, económicas, industriales y comerciales en términos de su objeto, generando valor económico y rentabilidad para el Estado Mexicano como su propietario, así como actuar de manera transparente, honesta, eficiente, con sentido de equidad y responsabilidad social y ambiental, y procurar el mejoramiento de la productividad para maximizar la renta petrolera del Estado y contribuir con ello al desarrollo nacional.”

Es decir, en el tinglado legal, si todo el mundo cumpliera con sus mandatos, Cadereyta no estaría operando en la situación en la se encuentra y Monterrey no estaría respirando todo el azufre que hoy respira.

Para empezar, todos deberíamos saber si la refinería de Cadereyta cumple o no con la normatividad medioambiental, porque tiene obligación de reportarlo periódicamente a la ASEA. A su vez, la ASEA tendría que haber hecho visitas de inspección, exigir dictámenes de cumplimiento y actuar en consecuencia, es decir, informar inmediatamente a la institución a cargo del permiso (Secretaría de Energía), para que ambas, de manera coordinada, tomen cartas en el asunto y ya sea que detengan temporalmente su operación, o emitan sanciones, que podrían llegar hasta el extremo de perder el permiso. Todo esto en un país civilizado, debería estar ocurriendo.

Es evidente que hoy por hoy, en México esto no pasa. En la Administración Pública Federal, nadie está haciendo su trabajo, ni Pemex, ni Secretaría de Energía ni ASEA y una se pregunta ¿a qué podemos atribuir que Pemex considere que su trabajo es refinar aun cuando ello implique envenenar los pulmones de los mexicanos incluyendo a sus propios empleados y sus familias?

¿Qué pasa en Cadereyta? ¿Es cierto, como dicen que los equipos que sirven para recuperar el azufre que viene contenido en el petróleo antes de ser refinado no sirven? ¿Es verdad que no hubo dinero para su mantenimiento y por esa razón no se pueden utilizar?

Tampoco es que vaya a dejar de ganar dinero si detiene operaciones. Los estados financieros lo demuestran. La empresa Pemex Transformación Industrial, división que agrupa a las refinerías de Pemex, ha perdido 721 mil millones de pesos entre enero de 2019 y septiembre de 2023. Otro dato relevante sobre Cadereyta es que, durante 2023, por cada barril de petróleo que refinó, el 28% acabó en forma de combustóleo, un producto de deshecho con precio menor que el del crudo. Este porcentaje nada más es 28 veces más alto que el de una refinería en Houston.

Todo esto suponiendo que ganar dinero fuera más importante que la salud de los mexicanos. Es claro que no es así. ¿Entonces porqué ninguna autoridad hace algo? Si nuestras autoridades no hacen su trabajo, ¿Quién cuida de nuestra salud, nuestra integridad, de la vida de nuestros hijos y la de los empleados de Pemex?

¿Qué piensan las y los gerentes, superintendentes y técnicos altamente especializados, con muchos años de trabajo y de orgullo de ser petrolero, que ahora viven obligados a voltear la cara y hacer como que no pasa nada?, ¿Qué les dicen a sus hijos? ¿Cómo les explican que la empresa de la que antes se sentían orgullosos hoy viola la ley y envenena el aire que respiran?

Y ¿cómo nos explicamos la ciudadanía en general que quien debe cuidar de nosotros se empeña en mantener operando una refinería que en cualquier otra parte del mundo debería parar?

En el mito de Cronos, Zeus, su sexto hijo, sobrevive y con el tiempo, destrona a su padre, luego de conseguir que sus cinco hermanos vuelvan a la vida. Por alguna razón, me pareció que contarlo, era la mejor manera de terminar esta columna.

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