Por Bárbara Anderson

La frontera entre México y Estados Unidos vive una de las mayores explosiones de migración en décadas. Esta oleada de miles de personas que cada día buscan cruzar a primer país del mundo se ha convertido en la espada de Damocles de la reelección de Joe Biden y en el mascarón de proa -nuevamente- de Donald Trump que añora su temporada en la Casa Blanca. También estará presente en las plataformas de las dos candidatas con mayores oportunidades a la presidencia en México

¿Qué tan peligrosa se vuelve la franja sur de Estados Unidos con la presencia de migrantes?

Bastante menos que en el resto del país.

Según el en promedio, en las ocho grandes ciudades que más cantidad de inmigrantes ilegales han recibido tenían una tasa de delitos violentos de 333.6 por cada 100 mil habitantes, en comparación con 388.57 del promedio nacional.

Se trata de los datos que seguramente esconde el gobernador texano Greg Abbott porque la mayoría de las ciudades con menor índice de estos crímenes son Brownsville, McAllen, Laredo, Eagle Pass y El Paso. Las otras son Sunland Park en Nuevo México, Yuma en Arizona y San Diego, en California.

Son las mismas ciudades donde hay la menor incidencia de homicidios por cada 100 mil habitantes: 4.5 versus 6.8 del promedio nacional.

Para ejemplo vale comparar a dos ciudades: una fronteriza y otra no. Eagle Pass tiene 29,500 habitantes y una tasa de crímenes violentos de 179 por 100 mil habitantes. Jackson (en Michigan) tiene 32,250 habitantes y su incidencia en estos delitos es de 1,094 por cada 100 mil.

También son datos que no se pusieron en la mesa cuando el actual gobernador de Florida Ron DeSantis anunció el envío de mil soldados para apoyar a sus vecinos en Texas.

Son datos que nadie sopesó cuando hace pocos días Abbott anunció la construcción de un nuevo campamento del Departamento Militar en Eagle Pass para albergar a mil 800 miembros de la Guardia Nacional. El despliegue de seguridad en el estado con la mayor frontera con México crece mes a mes.

La débil relación entre migración y delitos no es nueva.

A poco de ganar las elecciones Donald Trump, un estudio publicado en llegó a una conclusión que entre 2012 y 2018, en comparación con sus vecinos nacidos en Estados Unidos, los inmigrantes indocumentados en Texas tenían menos de la mitad de probabilidades de ser arrestados por delitos violentos o delitos relacionados con drogas y menos de una cuarta parte de probabilidades de ser arrestados por delitos contra la propiedad.

Este reporte indica que “las áreas con más inmigrantes no experimentan más delitos que los lugares con menos inmigrantes y que los aumentos repentinos de inmigración no conducen a aumentos en la actividad ilegal. Se ha demostrado que lo mismo ocurre en particular con los inmigrantes indocumentados”.

En Nueva York, lejos de la frontera y a donde fueron enviados muchos migrantes ilegales en camiones desde Texas a partir de abril de 2022, hay un aumento en delitos que según declaró el New York Police Departament  al  “correspondía a jóvenes que vivían en refugios para inmigrantes”. En una conferencia de prensa el comisionado de la Policía -Edward Caban- dijo hace pocos días que “una ola de delitos migratorios está invadiendo nuestra ciudad”.

Hasta ahora, el gobernador texano ha enviado a 170 mil migrantes a la Gran Manzana. Pero, según datos del propio Departamento de Polícia, esta nueva población que se sumó a la ciudad no ha cambiado las estadísticas de criminalidad. De hecho, según reporta el New York Times, hay muchos delitos -como  violaciones, asesinatos y tiroteos- que en realidad han disminuido, desde la fecha de inicio de la llegada de migrantes desde el sur del país en 2022.

Los comentarios de la autoridad solo han logrado que aumente la discriminación y el odio hacia esta población alojada en distintos hoteles habilitados como refugios.

El año pasado un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford publicó un titulado “El mítico vínculo entre inmigración y delincuencia“ donde, lejos de las arengas políticas, los migrantes de primera generación no han tenido más probabilidades de ser encarcelados que las personas nacidas en Estados Unidos ¡desde 1880!

En la actualidad, los migrantes tienen un 30% menos de probabilidades de ser encarcelados que los estadounidenses. Y cuando el análisis se amplía para incluir a los afroamericanos (cuyas tasas de prisión son más altas que las de la población general), la probabilidad de que un inmigrante sea encarcelado es un 60 % menor que los ciudadanos estadounidenses.

“Desde Henry Cabot Lodge a finales del siglo XIX hasta Donald Trump, los políticos antiinmigración han intentado repetidamente vincular a los inmigrantes con el crimen, pero nuestra investigación confirma que esto es un mito y no se basa en hechos”, dice Ran Abramitzky, autor de la investigación.

El propio investigador pone una frase demoledora “los nuevos migrantes tienen más probabilidades de tener empleo, estar casados, tener hijos y gozar de buena salud que los de épocas pasadas. Lejos de los violadores y traficantes de drogas que los políticos antiinmigrantes afirman que son, a los migrantes de hoy les va relativamente bien y en gran medida han estado protegidos de las fuerzas sociales y económicas que han afectado negativamente a los hombres nacidos en Estados Unidos con bajo nivel educativo”.

En un año electoral a ambos lados de la frontera, donde el fenómeno migratorio será un tema de agenda y una diana a la que asestar flechas de odio, vale la pena poner en contexto que inseguridad e inmigración solo están cerca en el diccionario.

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