The answer, my friend, is blowin' in the wind. Bob Dylan

Cerrando una trilogía sobre aguas, selvas, olas y vientos. , de la Vía Láctea, el Sol, Marte, Mercurio, Venus, Júpiter y Saturno. , magallánicas, monzónicas, de vientos alisios.

Confieso que no he podido –realmente– entender a las olas. Y mucho menos he sido capaz de entender a los vientos.

Vientos y olas, unión libre matemáticamente perfecta de existencias que se alejan de donde nacieron. Olas y vientos que regresan transformados desde donde sucumbieron por última vez. Amores moleculares de vientos que suben, bajan y revientan como olas entre la atmósfera, el rocío, la costa, la inmensidad planetaria.

Porque siempre hay vientos, porque sin ellos las olas no serían marejadas. Porque siempre hay olas, porque sin ellas los vientos solitos morirían de inanición, de aburrición. Olas fluidodinámicas instauradas por vientos que soplan, esos mismos vientos que perturban sus ondulantes equilibrios. Olas y vientos, amor acuático y volátil, amor aéreo, transitorio, tsunámico e incondicional.

Vientos inasibles, indomables, fugaces, trémulos, verticales, de longitudes de onda larga, vientos de vaivenes cósmicos. Olas líquidas, deformes, serpentinas, cadenciosas, origen de resacas que colisionan. Olas arrugadas, olas oscilantes, olas capilares que ensortijan a todos los vientos. Un yin y yang lunar, mareal, meteorológico, celestial.

Olas alborotadas y vientos salvajes que con rumbo predestinado empujan a trotamundos a conquistar ciudades, dunas y ruinas. Olas frenéticas que sólo atrapadas en lagos pueden deambular sin rumbo de un lugar a otro sin alardear que no saben a dónde ir. Vientos y olas rojas primitivas de cráteres, ríos y océanos marcianos, olas lentas, titánicas, esculpidas por la presión atmosférica y la eterna fuerza de los vientos que con amor furioso le bufan al agua.

Vientos y olas sonoras que se deslizan bajo barcos piratas, cayucos arrecifales y remos en cualquier manglar, vientos de olas y vientos de valles, de crestas bullentes y estratovolcanes humeantes que –como el Popocatépetl– de cuando en cuando nos asustan. Olas superficiales, volátiles, vientos submarinos, abisales.

Olas que perseveran por la energía de ventarrones que les soplan presionando, friccionando, enloqueciendo sus cuerpos acuosos, cristalinos, salados, agridulces. Menos los tsunamis que sólo viven porque la tierra retiembla. Olas que, arrastradas por Eolo, dios de los vientos, mueren en playas remotas dejando los recados que en otros mares los vientos al oído les confiaron.

Oleaje que avasalla, que nunca reposa. Vientos y olas flotadoras en tiempo y espacio, olas liberadas, vientos obligados, olas y vientos litorales, crispados, espumosos, meridionales, africanos, asiáticos, latinoamericanos. Olas que sólo responden a la fuerza, a la intensidad, a la voluntad de sus vientos. Mis vientos, mis olas, sus olas, sus vientos.

Olas caribeñas, del Mar de Cortés, el Pacífico norte, el Atlántico sur, el Océano Índico, el Mar del Norte y el Golfo Pérsico, olas lusitanas, noruegas, mediterráneas, australes y de archipiélagos indonesios unidos en la diversidad. Vientos de tardes amazónicas y lacandonas diluvianas, de amaneceres adriáticos desnudos, vientos ancianos de Cuatrociénegas y de las islas Tiburón, Gorgona, Galápagos, Madagascar y Lamu. Olas y vientos del río Moniquirá y el río Ganges.

Vientos y olas oscilatorias que irradian energía. Olas y vientos que se rompen en mil pedazos. Hasta que la resaca natural les consume y regresan a la mar –en contravía y contra todo pronóstico– para fundirse por un instante antes de reiniciar su camino ondulante y continuar soplando y oleando.

Olas profundas, olas mareomotrices. Vientos superficiales, vientos eólicos. Olas y vientos, marejadas y ciclones. Todos son vientos presentes, todas son olas ausentes. Olas que al acariciar la orilla se desgreñan entrelazadas con los vientos hasta desvanecerse en cualquier playa de cualquier mar.

Vientos y olas de pleamares y bajamares producto de la atracción gravitatoria de la Luna y el Sol. Olas difractarias, refractarias, meditabundas, sombras geométricas que se desvían, se escurren por diminutas rendijas temporales. Olas chicas que edifican, olas inmensas que destruyen.

Vientos, todos los vientos de nuestros tiempos. Soplemos en el viento.

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