La frase “la letra con sangre entra” nos remonta a un pasado de temor en que los métodos de enseñanza partían del uso de la fuerza física y dolorosos castigos por parte de los maestros para lograr que los jóvenes estudiantes aprendieran el alfabeto o las tablas de multiplicar.

El dicho se atribuye a los Betlemitas y aún resuena en conversaciones entre adultos mayores, pues ha formado parte de la crónica desde hace tiempo.

En una parte del área que fue ocupada por el antiguo Hospital de Betlemitas, mismo que abarcaba un amplio terreno, hoy solo vemos el Museo Interactivo de Economía MIDE.

Imagen del 2006 de una parte del antiguo hospital de bletlemitas. En este lugar hoy vemos el Museo Interactivo de Economía (MIDE). Colección Carlos Villasana.
Imagen del 2006 de una parte del antiguo hospital de bletlemitas. En este lugar hoy vemos el Museo Interactivo de Economía (MIDE). Colección Carlos Villasana.
Así lucía el Museo Interactivo de Economía MIDE en el 2020. Foto: Adriana Hernández/EL UNIVERSAL.
Así lucía el Museo Interactivo de Economía MIDE en el 2020. Foto: Adriana Hernández/EL UNIVERSAL.

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Originalmente este gran nosocomio limitaba al norte con la calle de San Andrés, hoy Tacuba; al poniente con Filomeno Mata, antes callejón de Betlemitas, y al oriente con Bolívar, antes Vergara.

Al igual que muchos edificios ubicados en el primer cuadro capitalino, con el paso del tiempo este lugar tuvo diversos usos.

De religiosos caritativos y hospitalarios a ingobernables y peleoneros

En su libro México Viejo – 1521 -1821, el cronista Luis González Obregón aborda el tema del Convento y Hospital de Betlemitas. En un principio narra la impresionante limpieza del lugar, así como la amabilidad, atención y buenas costumbres que tenían todos los hermanos.

Sin embargo, comenta que al paso de los años fueron perdiendo estas cualidades y poco a poco se fueron transformando: “Los religiosos, antes, tan caritativos, tan hospitalarios, se tornaron ingobernables, empeñándose en una serie de pleitos, que prometían no terminar nunca”.

Imagen del interior del claustro del ex-convento betlemita en los años treinta. Imagen: "Iglesias y Conventos Coloniales de México”, colección Carlos Villasana.
Imagen del interior del claustro del ex-convento betlemita en los años treinta. Imagen: "Iglesias y Conventos Coloniales de México”, colección Carlos Villasana.

Es en ese contexto en el que el cronista aborda el tema de la educación que tanta fama y admiración les había traído a los maestros del colegio, a lo que el historiador señala:

“Aún en la enseñanza de los niños, en la escuela gratuita, que tanto nombre dio a los religiosos, el rigor sentó sus reales, y los maestros tuvieron como un aforismo que la letra con sangre entra”.

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En su obra, Gonzalez Obregón no profundiza más en el tema y procede a dar una interesante historia sobre los Betlemitas en México. Recuerda que dicha orden tuvo su origen en Guatemala, en 1633, y fue fundada por Pedro San José Betancourt.

Menciona que los propósitos fundamentales de los Betlemitas eran tres: curar a los enfermos, la enseñanza de los niños y la ayuda a los menesterosos.

Una foto de los años treinta en la que se aprecia una biblioteca, en parte de lo que fuera el antiguo Templo y Hospital de Betlemitas. Esquina de Tacuba y Filomeno Mata. Imagen: "México en el Tiempo: Fisonomía de una Ciudad", Colección Carlos Villasana.
Una foto de los años treinta en la que se aprecia una biblioteca, en parte de lo que fuera el antiguo Templo y Hospital de Betlemitas. Esquina de Tacuba y Filomeno Mata. Imagen: "México en el Tiempo: Fisonomía de una Ciudad", Colección Carlos Villasana.

Por otra parte, en el libro México pintoresco artístico y monumental de Manuel Rivera Cambas, también se toca el tema del antiguo Hospital y con su particular estilo el autor realiza una descripción detallada de la historia de estos religiosos desde su llegada y la manera en que debían de vestir:

“Usaban por primitivo hábito una túnica o saco talar hasta los pies, ceñido por una correa, con cuello que les llegaba a la garganta, las mangas apretadas a los brazos y una capucha ancha y medianamente larga, reducida en las extremidad a manera de las usadas por los marineros, una capa corta que cubría la mitad de la túnica, todo de color pardo o leonado, con una cruz azul al lado izquierdo, tanto en la capa como en la túnica...

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“...usaban los cabellos cortos y la barba medianamente larga, por calzado, sandalias y solamente podían ponerse medias en las enfermedades.”

Por otro lado, se describe que no les era permitido jamás montar a caballo, poseer alhajas, y que en sus habitaciones debían tener únicamente una cama, una cruz, una silla, un candelero y una pila de agua bendita.

Perspectiva de la actual calle de Tacuba, frente al Palacio de Minería, a finales del siglo XIX. A la izquierda se ven la capilla de Betlemitas, que hoy es el Museo del Ejército, y el callejón del mismo nombre, ahora llamado Filomeno Mata; en el fondo está el Hospital de Terceros, que luego fue reemplazado por el Palacio de Correos. Imagen: A. Briquet, Cornell University Library.
Perspectiva de la actual calle de Tacuba, frente al Palacio de Minería, a finales del siglo XIX. A la izquierda se ven la capilla de Betlemitas, que hoy es el Museo del Ejército, y el callejón del mismo nombre, ahora llamado Filomeno Mata; en el fondo está el Hospital de Terceros, que luego fue reemplazado por el Palacio de Correos. Imagen: A. Briquet, Cornell University Library.

Conventos limpios y coloridos llenos de arte

A pesar de la forma tan austera en la que vivían los Betlemitas, existen crónicas que hablan de lo suntuoso que era el lugar y hacen especial hincapié en la absoluta higiene que ahí reinaba y en la belleza arquitectónica del recinto.

De igual manera, se detalla la cantidad de cuadros que ahí se resguardaban, especialmente se refiere al locutorio, lugar donde recibían a las visitas y que se encontraba adornado con pinturas de gran valor artístico y monetario.

Sobre el tema, cabe mencionar a Guillermo Tovar y de Teresa en su libro, La Ciudad de los Palacios, crónica de un patrimonio perdido quien escribe lo siguiente:

“Las órdenes hospitalarias se instalaron poco a poco y la ciudad fue llenándose de conventos. Los religiosos con hábitos de colores distintos formaron una población muy significativa. Los conventos eran verdaderas ciudadelas”.

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Ilustración del libro de Luis González Obregón "México Viejo - 1521 -1821".
Ilustración del libro de Luis González Obregón "México Viejo - 1521 -1821".

Tovar y de Teresa describe que los hospitalarios tuvieron magníficos edificios hasta que fueron suprimidos en 1820. En el antiguo ramo de temporalidad conservado en el Archivo General de la Nación, se encuentran inventarios de aquellos. El de Betlemitas es impresionante por la cantidad de muebles y pinturas que poseía.

“En suma, estos edificios religiosos, hoy día, semi destruidos, mutilados o arrasados, formaron parte importante de la vida de la capital, le dieron una fisonomía a la ciudad y, en algunos casos, enriquecieron su nomenclatura. De todos ellos ninguno se encuentra completo”, escribe el autor.

Gratuita y famosa, así fue la escuela de primeras letras para niños

En el tema educativo, el historiador Manuel Rivera Cambas da una amplia y detallada perspectiva acerca de diversos acontecimientos que se suscitaron entre hermanos Betlemitas, así como actos de rebeldía e insurrección que con el paso del tiempo afectaron a la orden religiosa.

En cuanto a los métodos utilizados en la educación dice lo siguiente: “Dio a los Betlemitas gran fama en México la escuela gratuita de primeras letras en que enseñaban a multitud de niños, ... los alumnos conservaban hasta la vejez, el terrible recuerdo del rigor que se usaba en la enseñanza, siendo un aforismo en los establecimientos betlemíticos, que la letra con sangre entra”.

Puerta del antiguo hospital betlemita, hoy Museo Interactivo de Economía MIDE, en la calle de Tacuba, Centro Histórico, año 2020. Foto: Adriana Hernández/EL UNIVERSAL.
Puerta del antiguo hospital betlemita, hoy Museo Interactivo de Economía MIDE, en la calle de Tacuba, Centro Histórico, año 2020. Foto: Adriana Hernández/EL UNIVERSAL.
Puerta de entrada del antiguo hospital de Betlemitas, imagen tomada en 2006. Colección Carlos Villasana.
Puerta de entrada del antiguo hospital de Betlemitas, imagen tomada en 2006. Colección Carlos Villasana.

Tratando de encontrar más información acerca del tema y la controvertida frase, investigamos en la Universidad iberoamericana la tesis “Historia Betlemítica, 1723. Análisis historiográfico” de la maestra en Historia María Monserrat Patiño Chávez, escrita en 1981.

En este caso, la maestra describe el momento y contexto histórico de la época y las formas en las que se educaba a los niños a nivel escolar, no solo por parte de los Betlemitas:

“En lo relativo a sus métodos de enseñanza, algunos trabajos han señalado a los Betlemitas como profesores duros, que imponían castigos ejemplares a sus estudiantes, inclusive les han adjudicado la frase La letra con sangre entra, pero tenemos que considerar el momento histórico que vivían...

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“... la mentalidad de la concepción de las personas dentro de la monarquía hispánica de los siglos XVII y XVIII, la disciplina era parte de la mentalidad y de los métodos pedagógicos que se practicaban en los recintos educativos de la época virreinal”.

Así lucía una de las salas del Museo interactivo de Economía MIDE en junio de 2007, ubicado en la calle de Tacuba número 17, en el Centro Histórico. Foto: Carlos Reynoso/EL UNIVERSAL.
Así lucía una de las salas del Museo interactivo de Economía MIDE en junio de 2007, ubicado en la calle de Tacuba número 17, en el Centro Histórico. Foto: Carlos Reynoso/EL UNIVERSAL.
Imagen del interior del MIDE en Tacuba, en el Centro Histórico de la capital, año 2013. Foto: Adriana Hernández/EL UNIVERSAL.
Imagen del interior del MIDE en Tacuba, en el Centro Histórico de la capital, año 2013. Foto: Adriana Hernández/EL UNIVERSAL.

La maestra cierra el tema hablando de lo mucho que falta por aprender acerca de la educación impartida por los Betlemitas, más aún, sabiendo que los colegios fueron reconocidos ampliamente por su labor de enseñanza entre los infantes.

Va más allá al afirmar que “los Betlemitas no fueron crueles profesores con sus educandos, ya que no es coincidencia que a sus escuelas asistieron grandes cantidades de niños.

La historiadora considera que queda pendiente estudiar más a fondo la educación betlemita, ya que todo se ha reducido a una frase que se les atribuye y que se ha pasado de generación en generación.

  • Fuentes:
  • Libro: México Viejo – 1521 -1821, el cronista Luis González Obregón.
  • Libro: México pintoresco artístico y monumental de Manuel Rivera Cambas.
  • LIbro: La Ciudad de los Palacios, crónica de un patrimonio perdido de Guillermo Tovar y de Teresa.
  • Libro: Historia Betlemítica,1723. Análisis historiográfico, maestra en Historia María Monserrat Patiño Chávez, escrita en 1981.
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