En los restaurantes identificamos a los meseros por su uniforme; sin embargo, una imagen clásica y tradicional es sin duda el traje de las meseras de la conocida tienda de los tres tecolotes.

Una falda con rayas de colores, blusa blanca, cofia y huipil a juego, muchas veces con el cabello peinado en “chongo”, es el uniforme de quienes llevan a la mesa los alimentos en toda sucursal de Sanborns que cuente con un restaurante o cafetería.

Anticuado para algunos, folclórico para otros, de lo que no hay duda es que llevan tanto tiempo en uso que se han vuelto icónicos.

Sin importar si has vivido toda tu vida en la ciudad de México o si se trata de algún turista, este “ajuar” resulta fácil de identificar al interior del establecimiento y por supuesto, fácil de recordar. Además, quien ha visitado la del Centro Histórico estará de acuerdo en que el atuendo puede resaltar el ambiente tan mexicano del lugar.

Con poco más de una década operando, llegó un extranjero a la sucursal de Los Azulejos que sin ser diseñador de moda dejaría su huella confeccionando un traje para las meseras.

Al ser la primer sede de este restaurante, el edificio ubicado en Madero 4 es el establecimiento donde más tiempo han trabajado las meseras samborinas. Foto antigua: Revista LIFE. Foto reciente: Ruth Gómez.

El traje, presencia de varios estados del país

Para conocer el origen de este uniforme hay que hacer un al Distrito Federal de los años treinta, cuando a Sanborns aún le faltaban años para ser una cadena nacional.

El propio sitio web de la firma, en su sección “Acerca de” comparte algunos datos que guían el inicio de este recuento. De acuerdo con esa información, el primer negocio que los hermanos Walter y Frank Sanborn abrieron en el Distrito Federal fue la “Sanborn American Pharmacy”, en 1903.

En las páginas de EL UNIVERSAL, la publicidad de los Azulejos como restaurante data de 1918, lo que concuerda con la historia del sitio, que antes fue sede del Jockey Club y de la Casa del Obrero Mundial. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
En las páginas de EL UNIVERSAL, la publicidad de los Azulejos como restaurante data de 1918, lo que concuerda con la historia del sitio, que antes fue sede del Jockey Club y de la Casa del Obrero Mundial. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Aunque no se sabe con certeza el domicilio que tuvo ese primer establecimiento, el portal de internet sí menciona que sería hasta finales de la Revolución Mexicana que Frank Sanborn rentó la Casa de los Azulejos.

Las páginas que se encuentran a resguardo de la Hemeroteca de EL UNIVERSAL confirman esto, pues a partir de 1919 los anuncios de la firma promocionaron productos distintos a los del giro farmacéutico y para 1929 ya pagaban publicidad ilustrada.

Sin embargo, en este escenario pareciera no haber rastro del distintivo uniforme de las meseras.

Aunque a veces se afirma que los zapatistas visitaron la Casa de los Azulejos cuando el lugar ya era la fuente de sodas, los hermanos Sanborn rentarían este espacio hasta finales de la Revolución Mexicana. ESPECIAL.
Aunque a veces se afirma que los zapatistas visitaron la Casa de los Azulejos cuando el lugar ya era la fuente de sodas, los hermanos Sanborn rentarían este espacio hasta finales de la Revolución Mexicana. ESPECIAL.

Sobre avenida Balderas, casi en frente del metro Juárez, una sucursal de las cafeterías de los tres tecolotes tiene un ambiente fresco, ambientación relajante y un buen número de mesas dispuestas en escuadra en torno a la cocina. Casi recuerda a la clásica cafetería estadounidense del cuadro de Edward Hopper, Nighthawks.

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Ahí es normal recibir un trato atento de Magda, quien recuerda a este comensal a pesar de no ser asiduo al establecimiento; el detalle es que tiene buena memoria. Conforme inicia la conversación con ella -y la comida, por supuesto-, afirma que el caballero de cierta mesa, al fondo, solía venir con dos amigos que la pandemia se llevó.

Cuando le preguntamos de su oficio nos explica que ella no siempre trabajó para la cadena, sino que al principio laboró para la extinta firma Denny’s. Cuando Sanborns compró estas cafeterías “en 1997, nos volvimos samborinas”, dice.

Pero no por ello desconce el origen de su uniforme: “la falda es de Oaxaca, la blusa de Puebla, y el huipil es de Tepic”, describe. Más adelante confirmaríamos que estos datos, de hecho, son una muy buena aproximación a la historia del traje.

Por otro lado, en vista de que hay fotos de hace más de treinta años que ya retratan a las “samborinas” en las galas que les conocemos, queda claro que hay que buscar información mucho más antigua.

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La estrategia turística… de un extranjero

Para saber más del tema entrevistamos a Aldo Solano, historiador del arte y uno de los pocos investigadores que han estudiado la indumentaria de las trabajadoras que por décadas han llevado café, pan y comida mexicana a las mesas de esta cadena.

En primer lugar, nos habla de Frederick Davis, un estadounidense que “en cuanto conoció México, se enamoró de las artesanías populares”. Davis se uniría a esta historia cuando los hermanos Sanborn lo recibieron como socio comercial para comenzar a vender artesanías mexicanas.

De acuerdo con Solano, entre los productos que vendería Frederic se incluyó la platería. Esto también quedó registrado en las páginas de este diario, que precisamente a partir de 1929 comenzó a publicar publicidad que menciona “mexican hand hammered silver”, es decir, plata mexicana cincelada a mano.

Este anuncio de 1930 es de los primeros de EL UNIVERSAL en mencionar la venta de platería en la Casa de los Azulejos, por las mismas fechas en que Frederick Davis diseñó el uniforme de las meseras. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Este anuncio de 1930 es de los primeros de EL UNIVERSAL en mencionar la venta de platería en la Casa de los Azulejos, por las mismas fechas en que Frederick Davis diseñó el uniforme de las meseras. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

La actividad de Davis influyó más allá del comercio, pues entre 1929 y 1930 el reconocido curador de arte René D’Harnoncourt organizó una exposición en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, uno de los museos más influyentes de todo el mundo en su ramo.

Aldo señala que de hecho el socio de los Sanborn le dio un tour por México a D’Harnoncourt, mismo que no es descabellado suponer resultaría crucial para la exposición de su amigo, quien diez años más tarde llegaría a dirigir dicha institución cultural.

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Pero más que la distintiva venta de artesanías de esta casa comercial, el legado que tanto la ciudad de México como -más tarde- el resto del país conocemos de parte de Frederick Davis, sería el uniforme que diseñó alrededor de 1930.

Esto, explica nuestro entrevistado, se debe al éxito que tenía la Casa de los Azulejos entre los turistas estadounidenses, gracias a su servicio de restaurante.

Patio principal de la Casa de los Azulejos en el año de 1937, cuando ya era la fuente de sodas inaugurada por los hermanos Sanborn. Foto: Colección Villasana.
Patio principal de la Casa de los Azulejos en el año de 1937, cuando ya era la fuente de sodas inaugurada por los hermanos Sanborn. Foto: Colección Villasana.

Según la investigación de Solano, lo que llevaría a Davis a proponer el uso de un uniforme tan llamativo fue que notó que, mientras otras zonas turísticas de la República -como Pátzcuaro y Veracruz- ya practicaban la estrategia del atavío folclórico para su personal, en el Distrito Federal nadie lo hacía.

Para él era una buena idea porque, como extranjero, comprendía que los vacacionistas vienen con una expectativa al país, respecto a qué verán en tierras mexicanas. “Davis se da cuenta de que puede cubrir esa expectativa y diseña el traje”, resume.

El detalle, nos comenta Aldo, era que en la ciudad de México no había para entonces un traje que pudiera considerarse “típico” para su diversa historia y población. Fue así como Davis procedió a “armar” un conjunto que a simple vista convencía de ser muy mexicano.

Un “revival” algo incómodo

Lo anterior sin dudas puede dar lugar a la polémica. De inicio, el hecho de que las partes del traje provengan de distintas regiones del país deja claro que más que vestimenta tradicional, se trata de un conjunto folklórico “artificial”.

Aldo Solano opina que podríamos considerar al uniforme de las meseras como un “revival” un término que viene de la arquitectura y se refiere a “una tendencia o grupo que retoma gustos del pasado para parecer antiguo, generar legitimidad…”, explica.

Aquí entraría el uniforme “samborino” porque “al adoptar, deforma”, y justo es lo que algunos opinan. Gladys, por ejemplo, trabajó dos años como mesera y no está de acuerdo con el uso de esta indumentaria, que “pretende recuperar de mala forma los trajes típicos mexicanos, su belleza y su trasfondo histórico-cultural”.

Esta foto de una mesera de espaldas, al interior de la Casa de los Azulejos, permite apreciar el tocado o cofia del uniforme original. ESPECIAL.
Esta foto de una mesera de espaldas, al interior de la Casa de los Azulejos, permite apreciar el tocado o cofia del uniforme original. ESPECIAL.

También comenta que llega a ser muy caluroso y la falda es más pesada de lo que parece, nada práctico para meseras que pasan horas transportando charolas con platillos y bebidas.

De vuelta con la opinión del historiador del arte, esto se puede percibir como una discusión abierta, pues dice que “podría ser apropiación cultural o ser celebración cultural”, si bien coincide en que es una mezcla, sin mucha precisión.

Las samborinas se visten con orgullo

El tema del origen de cada pieza en distintos estados de la República nos lleva a Oaxaca, donde no podría decirse que exista un único traje típico. Solano concuerda y comenta que esto difiere de lo que es de hecho la versión oficial de la cadena. Al tocar este punto, nos aclara una curiosa posibilidad en torno a la autoría del diseño de este uniforme.

Señala que hay algunas samborinas que comentan la posible autoría del pintor y escultor guatemalteco Carlos Mérida. La razón detrás del rumor, que no es del todo improbable, se encontraría en la serie de serigrafías de Mérida “Trajes Regionales Mexicanos”, que publicó la editorial Atlante.

La editorial Atlante publicó las serigrafías sobre cartón entelado de Carlos Mérida a mediados del siglo XX. Hoy esta obra se vende en más de treinta mil pesos. Foto: Galería Inspiraciones.
La editorial Atlante publicó las serigrafías sobre cartón entelado de Carlos Mérida a mediados del siglo XX. Hoy esta obra se vende en más de treinta mil pesos. Foto: Galería Inspiraciones.

Solano apunta que en especial la ilustración del traje de una mujer de la huasteca potosina es el que luce muy similar al que vemos hoy en las cafeterías del tecolote, entre otros detalles.

Eso sí, no deja de lado el hecho de que sí se identifican algunas similitudes con las faldas de Pinotepa Nacional, la blusa de la “china poblana” y un huipil prolongado a los hombros.

Cerca de un siglo después del debut del uniforme, no faltará quien afirme que una buena propuesta, en vista de que no hay registro de que se haya interrumpido su uso. A pesar de ello, Aldo indica que se sabe que Davis mencionó el diseño en sus memorias sin resaltar que fuera una creación suya “porque entonces no funcionaba así”.

Esta serigrafía de Carlos Mérida representa el traje típico de una mujer de la huasteca, que el historiador de arte Aldo Solano relaciona con el diseño del uniforme de las meseras de Sanborns. Foto: Museo de Arte Carrillo Gil.
Esta serigrafía de Carlos Mérida representa el traje típico de una mujer de la huasteca, que el historiador de arte Aldo Solano relaciona con el diseño del uniforme de las meseras de Sanborns. Foto: Museo de Arte Carrillo Gil.

Por otro lado, nuestro entrevistado no duda en comentar la polémica del origen de este conjunto, que a veces pareciera considerarse un “traje típico fabricado”.

Nos recuerda que el uniforme se implementó cuando Sanborns seguía el modelo de la fuente de sodas norteamericana. “En su origen socio-racial, funcionaba diferente. Hoy representa empoderamiento y orgullo”.

Las últimas reflexiones de Aldo Solano respecto a las samborinas y su traje giran alrededor de sus propias vivencias. Si bien él es de provincia, ha vivido por años en la capital y también de años lo conocen en sus cafeterías usuales, por lo que no duda en afirmar que le parece “algo muy chilango, la relación [que los comensales entablan] con las meseras de Sanborns”.

El siglo XXI llegó y las samborinas continuaron el uso de su icónico uniforme. Sobre el color del huipil y la cofia se ha dicho desde que varía por turno hasta que coincide con el programa Hoy No Circula. Foto: René Rozainz/Archivo EL UNIVERSAL.
El siglo XXI llegó y las samborinas continuaron el uso de su icónico uniforme. Sobre el color del huipil y la cofia se ha dicho desde que varía por turno hasta que coincide con el programa Hoy No Circula. Foto: René Rozainz/Archivo EL UNIVERSAL.

Tal y como luce el panorama a la fecha de esta edición, da la impresión de que este uniforme está lejos de ser descontinuado. De ser acertada esta idea, puede afirmarse que así como Aldo, miles de habitantes de la ciudad -y quizá del país- seguirán recibiendo las atenciones de cientos de meseras engalanadas con el “traje típico samborino”.

  • Fuentes consultadas:
  • Entrevista con Aldo Solano, doctor en Historia del Arte por la UNAM. Aldo escribe para distintas publicaciones acerca de la historia cultural…
  • Hemeroteca EL UNIVERSAL.
  • “Historia” en “Grupo Sanborns”.
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