Hace pocos días Putin volvió a emplear las amenazas nucleares como parte de su discurso. No es, por supuesto, la primera vez que lo hace. A lo largo de estos años, una lectura ha sido que se trata únicamente de una guerra psicológica. Pero ha habido otro tipo de lecturas también, las cuales toman más en serio estas amenazas y han buscado encontrar en qué momentos el presidente ruso ha considerado realmente la posibilidad de emplear dicho armamento. En el texto de hoy analizamos la evolución del tema.

La teoría

La teoría nos dice que una guerra entre potencias nucleares es altamente improbable. El atacar a quien tiene capacidad de destruirme se vuelve una decisión no racional puesto que el resultado de una guerra así no sería la victoria sino el suicidio. El objetivo de tener armamento de ese tipo es, entonces, meramente disuasivo. Sin embargo, por lo que hay en juego en una guerra activa como la actual, esta serie de argumentos necesita someterse a un mucho mayor escrutinio. Primero, por la vasta investigación (desde la economía conductual hasta la neurología) que existe acerca de la irracionalidad en la toma de decisiones. Segundo, por la posibilidad de que alguien, en el camino, encontrara motivos como para que un primer ataque nuclear sí tuviese justificaciones racionales. Por ejemplo, Ucrania no cuenta con bombas atómicas, y, por tanto, si ese país en específico fuese atacado nuclearmente por Rusia, tendríamos que evaluar hasta dónde y cómo sería defendida por sus aliados occidentales.

El debate interno en Rusia hacia mediados del 2023

“La reciente discusión pública en Rusia sobre el uso de armas nucleares contra Occidente fue, en realidad, una discusión sobre cómo Moscú puede salir de la difícil situación en la que se encuentra y qué precio está dispuesta a pagar por una victoria”, escribía Andrey Baklitskiy para la Carnegie en el verano del 2023. Su texto abordaba el debate nuclear entre la comunidad de expertos en Rusia desde el ángulo de la preocupación de Moscú por su difícil situación y su deseo de encontrar una solución que reforzara su posición en Ucrania y en la confrontación con Occidente. Expertos rusos, incluido Sergei Karaganov, habían planteado la posibilidad de un ataque nuclear como una forma de generar miedo en Occidente y así, lograr una victoria en la guerra. Él insistía en que Occidente no respondería nuclearmente contra Rusia. Sin embargo, es importante señalar que la mayoría de los expertos en ese país y la opinión pública no apoyaban esta idea, y consideraban que el uso de armas nucleares conllevaría riesgos y costos inaceptables.

Aún así, en última instancia, la decisión sobre el uso de armas nucleares recae en el presidente ruso y en su círculo cercano de asesores. De ahí la necesidad de comprender cómo funciona y cómo evoluciona en el tiempo una dinámica escalatoria más allá de las voluntades de los individuos. Igualmente importante es observar cuando la dinámica escalatoria tiende a reducirse.

La paradoja de la escalada y las consecuencias de alimentarla

Desde el inicio de esta guerra, ha estado presente, entre rivales y enemigos de Moscú, la necesidad de mantener un equilibrio entre, por un lado, elevar el costo a Putin por haber lanzado una intervención militar sobre un país soberano, y por el otro, no permitir que la espiral ascendente de violencia se salga de control. No obstante, se trata de un equilibrio que navega por líneas demasiado delgadas. A cada acción que se ha puesto en marcha, han correspondido reacciones y consecuencias. Más aún, a medida que pasaba el tiempo y, sobre todo, cuando los fracasos del ejército ruso se acumulaban, los riesgos de esa escalada que se quería evitar, se mantuvieron creciendo.

1. Por un lado, está la postura de la sociedad ucraniana, la cual se ha venido construyendo a lo largo de años. Esa postura se ha vuelto cada vez más atrincherada, sin demasiado espacio para la negociación (ver Instituto Internacional de Sociología de Kiev, 2023). Desde esa visión (abrumadoramente mayoritaria), su país está siendo agredido y su obligación es defenderlo a toda costa, sin ceder una pulgada de territorio. De modo que, si Zelensky mostrara disposición a negociar partes de dicho territorio, probablemente sería acusado de traición y las presiones internas que recibiría quizás le obligarían a recular.

2. Sumado a lo anterior, el ejército ucraniano mostró capacidades que eran inesperadas después de observar su desempeño entre 2014 y 2021, mientras que, paralelamente, el ejército ruso exhibió debilidades y vulnerabilidades que tampoco eran esperadas. El resultado entonces hacia 2022 e inicios del 23, fue la convicción, entre muchos, de que Ucrania no solo debía, sino que podía recuperar cada pedazo de tierra que Rusia había conquistado y anexado desde el 2014 y, por lo tanto, antes de siquiera pensar en negociar, necesitaba seguir peleando y explotar esas vulnerabilidades rusas.

3. En línea con lo anterior, la evaluación en Occidente se fue dividiendo entre (a) quienes pensaban que Rusia debía ser completamente derrotada y expulsada de Ucrania, (b) quienes pensaban que más bien se debía negociar con Putin incluso al costo de tener que aceptar la soberanía rusa sobre determinadas porciones de Ucrania (como Crimea), y (c) quienes siguen sosteniendo que es posible mantener un equilibrio, apoyando a Kiev justo con lo necesario como para que se haga a Putin pagar un costo considerable, pero no de manera tal que se corra el riesgo de una mayor escalada que pudiera terminar en una catástrofe en Europa y quizás en otras partes del mundo.

4. El problema es que las dinámicas conflictivas tienden a cobrar sus vidas propias. Desde febrero de 2022, con cada avance o acto agresivo de Moscú, especialmente cuando Rusia conseguía dominar la iniciativa del conflicto, Zelensky fue eficazmente incrementando la presión para recibir más y mejor armamento por parte de Occidente, lo que contribuyó no solo a una eficiente defensa, sino a lograr para el ejército ucraniano, en ese 2022, contraofensivas de altísimo impacto.

5. Esto a su vez, fue endureciendo determinadas posturas en Rusia que demandaban a Putin mucha mayor aplicación de fuerza, incluido el uso de armas nucleares tácticas. Y cada vez que el ejército ruso perdía posiciones, esas presiones contra Putin seguían creciendo, lo que, aunado a su necesidad de proyectar poder hacia afuera y sostener su imagen como una superpotencia capaz de conseguir sus objetivos y cumplir con sus amenazas, terminó por orillar al presidente ruso a seguir escalando la guerra (mediante medidas como movilizaciones masivas o tácticas convencionales, pero escalatorias).

6. La paradoja acá entonces, era que, a medida que Kiev sostenía y avanzaba en su apuesta por sacar a Rusia de todo su territorio y, al mismo tiempo, a medida que varios países occidentales se mantenían convencidos de que Ucrania debía ser apoyada en esa meta, los riesgos de escalamiento se incrementaron, toda vez que Putin no parecía tener una estrategia de salida vendible después de la propia camisa de fuerza que él mismo se fue imponiendo con su discurso y sus acciones. Es decir, justo el incrementar el costo a ese presidente por haber lanzado esta invasión, es lo que más le arrincona y, conociendo su personalidad, lo que parecía tornarle más dispuesto a elevar la espiral, incluso bajo los costos que podía implicar el hacerlo.

7. Es ahí en donde la comunidad de expertos comenzó a elevar las alertas, pues los riesgos de un ataque nuclear (si bien limitado al uso de armas tácticas o reducidas y dirigidas solo contra el ejército ucraniano) se estaban elevando.

El presente: Rusia recuperando la iniciativa de la guerra

1. Actualmente estamos en otro contexto. La contraofensiva ucraniana del 2023, en lo general, fracasó. En contraste, Rusia logró recuperar la iniciativa de la guerra y en este punto amenaza a Ucrania desde al menos cinco frentes diferentes. Independientemente de lo que suceda en esos frentes, el uso de la retórica nuclear en marzo del 2024 tiene que ser analizado desde una perspectiva diferente. No porque los riesgos de escalamiento no existan. Insisto, cuando una superpotencia posee armamento atómico, siempre existe una posibilidad de que la espiral de violencia ascienda y que, con ello, se materialice en algún punto el uso de un arma nuclear. Sin embargo, estos riesgos, bajo el contexto actual han disminuido.

2. Es decir, Putin cuenta, militarmente, con muchas otras alternativas para conseguir los objetivos que se trazó originalmente, las cuales son mucho menos costosas para Rusia que el usar una bomba atómica.

3. Más aún, en la medida en que Rusia ha dejado de tener derrotas en el territorio ucraniano, y ha venido acumulando victorias por escasas que sean, en esa medida la presión interna para usar armamento nuclear por parte de los sectores más duros en su país, ha disminuido.

La guerra psicológica

Ello nos lleva entonces a insertar, una vez más, el discurso de Putin, dentro de una guerra psicológica y discursiva que sostiene con Occidente. El contexto de hoy y las motivaciones para usar ese discurso incluyen elementos como los siguientes: (a) El acceso formal por parte de Suecia a la OTAN, el cual sumado al de Finlandia el año pasado, alimenta la narrativa en Occidente de que Putin ha cometido enormes errores de cálculo y que está ocurriendo justo la expansión que ese presidente quería evitar, (b) La retórica de líderes como Macron en cuanto a desplegar tropas de la OTAN en Ucrania para impedir que Rusia siga avanzando en ese territorio, (c) Las elecciones en EU, el sitio que hoy Trump ocupa en las encuestas, y la visión internacional aislacionista que él y su base sostienen, (d) Otros factores que contribuyen al calentamiento retórico incluyen las recientes evaluaciones por parte de funcionarios y agencias de inteligencia en Estonia, Lituania o Dinamarca que aseguran que Moscú se prepara para una guerra con la OTAN en los próximos años, y que, por tanto, esa alianza militar necesita efectuar un esfuerzo histórico en materia de armamentismo y despliegues en su frontera con Rusia.

Considerando todos los elementos que indico, entonces, podemos pensar que, al volver a recordar al mundo que Rusia es una potencia nuclear y que está lista para usar su armamento atómico, Putin habla a muchas audiencias (internas y externas) al mismo tiempo con un mensaje que él se mantiene repitiendo: aquellas personas que han llegado a sostener que Rusia puede ser derrotada tanto en Ucrania como en cualquier otro territorio, y que han trabajado y siguen trabajando en esa dirección, deben recalcular sus decisiones y quizás, más bien deberían empezar a vislumbrar (como Trump) el sentarse a negociar con Moscú, ahora sí, de manera mucho más seria que en el pasado.

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