Con la colaboración de Patrick Verkooijen

Una importante lección de la pandemia es que debemos cuidar la naturaleza para cuidar nuestra salud. Estamos en un punto crítico en el que debemos reconocer que la economía, la salud y el medio ambiente se encuentran estrechamente relacionados. Una “buena” recuperación de la pandemia será verde y debe incluir un enfoque de adaptación y resiliencia para la siguiente crisis: el cambio climático.

Mientras los gobiernos de América Latina ponen en marcha sus planes de recuperación, será vital que aprovechen la oportunidad para incorporar medidas de adaptación al cambio climático y así protegerse de futuros daños ambientales.

Los paquetes de recuperación deberán enfocarse tanto en reducir las desigualdades existentes, como en construir resiliencia, porque es la población más pobre y vulnerable la que está más expuesta a los impactos climáticos y la que tiene menos posibilidades de escapar de los mismos.

Se anticipa que los países de la región experimenten contracciones económicas de hasta 14% en 2020, sin mencionar que la Covid-19 ya ha empujado a 4.8 millones de personas a la pobreza extrema. Además, se prevé que los impactos del cambio climático llevarán a otros 5 millones a la pobreza para 2030.

Regresar a un escenario sin considerar la crisis climática no es una opción. Debemos diseñar una hoja de ruta que aborde las brechas de desigualdad social y de resiliencia. Un reciente reporte de la Organización Internacional del Trabajo y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) muestra que una recuperación resiliente podría generar 15 millones de empleos en América Latina para el 2030.

Invertir en adaptación produce triples dividendos: el ahorro de los costos asociados a los impactos climáticos que se evitarían, los beneficios a través de mayores retornos a la inversión, además de los beneficios económicos y sociales por la mejora en resiliencia. Las soluciones basadas en la naturaleza son un gran ejemplo de medidas que son costo-efectivas y generan beneficios adicionales.

La movilización de recursos a gran escala y desbloquear oportunidades de inversión será clave. De acuerdo al BID, los países de la región deberán destinar $77 mil millones de dólares para el 2030 a fin de cumplir con sus compromisos internacionales de cambio climático. Sin embargo, la inversión pública sólo cubre alrededor de una cuarta parte de lo requerido, por lo que es fundamental la participación del sector privado. La pandemia también ha resaltado la importancia de instrumentos financieros innovadores como los bonos verdes, así como la necesidad de fortalecer el rol de los bancos de desarrollo como catalizadores de inversión.

La pandemia nos ha dado una lección de humildad. Nos ha mostrado que la falta de planificación y adaptación tiene altos costos para las naciones. A medida que reconstruyamos mejor, podremos prever posibles crisis y desafíos futuros e incorporar estas consideraciones en la construcción de economías resilientes. Ahora es el momento de incorporar la adaptación al cambio climático en los planes de recuperación en la región. Esta es una oportunidad única para cambiar de rumbo que debemos aprovechar, porque es posible que no tengamos otra.

Martha Delgado es Subsecretaria de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la SRE.
Patrick Verkooijen es CEO del Centro Global de Adaptación.

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