Ruperta Bautista es poeta maya tsotsil. Ella, en versos de su poemario Me’on ts’ibetik / Letras humildes (colección El Ala del Tigre, UNAM, 2020), dice esto:

Yo escribo porque puede que mañana / no esté por acá para compartirte mis versos.

Eso es lo que padecen millones de mujeres mexicanas: incertidumbre. Incertidumbre por sus vidas, pero no en un sentido metafórico, sino brutalmente real: temen ser vejadas y asesinadas. Empavorecen ante la escalofriante posibilidad de que las maten hoy. Sí, hoy. Hoy, y cada día que sobreviven, en algún momento de la jornada piensan si volverán a casa, o si serán engullidas por una de las mil fauces violentas que tiene esa hidra machista y misógina llamada México.

Eso es lo que me han dicho, a lo largo de los años, decenas y decenas de ellas. Cuando me han confiado ese terror, nunca he sabido qué decir. No te preocupes, no va a pasarte nada. No osaría yo decir semejante frase. En qué momento, en cualquier lugar, un colega de ellas, un amigo, un conocido, hasta un familiar, no acepta un no por respuesta y vulnera su integridad. ¿No te preocupes? ¿No te va a pasar nada? Por eso nunca sé qué decirles. He visto tantos abismos, tantos monstruos, que sólo recurro al cuídate, cuídate mucho de quien sea, porque estamos en un país de machos abusivos, abusadores, y hasta feminicidas.

¿Cómo vivir así? Yo escribo porque puede que mañana no esté por acá para compartirte mis columnas, mis crónicas, mis entrevistas, mis reportajes. Salvo cuando he hecho coberturas de mucho riesgo en zonas de silencio, yo nunca he pensado un día cualquiera si me van a levantar hoy, si me van a desaparecer hoy, si me van a ejecutar hoy, si me van a disolver en ácido hoy, si me van a quemar hoy, si me van a torturar hasta la muerte hoy.

Yo nunca he pensado si en una fiesta me voy a emborrachar o drogar y por ello van a abusar de mí. Nunca he pensado en una secuencia así: que si me voy a festejar con unos amigos durante un viaje a un congreso de periodistas quizá luego quedaré expuesto ante unas colegas que me van a meter mano y entre las dos me van someter en un taxi y luego en un hotel me van a llevar a su cuarto y paren por favor y me voy a tener que callar porque esa madrugada y al día siguiente me van a decir que yo me lo busqué por puto y que si digo algo me van a correr de mi trabajo o me van a evidenciar socialmente.

Yo no voy por la vida pensando si me van a atacar hoy por la forma en que hablo o me visto o me maquillo. Yo no voy por la vida pensando si un día mi nombre estará en una cartulinita en una marcha del #8M porque nadie sabe dónde quedé tirada, desecha, luego de que me levantaron, golpearon, violaron, torturaron y descuartizaron.

Pero millones de mujeres sí viven de esa manera, tarde o temprano padecen esa zozobra cotidiana. Sara Uribe -poeta también- cita a Bautista y escribe así en la más reciente edición del suplemento Libros UNAM que lleva por título Poetas ():

“Quizás las poetas contemporáneas estamos produciendo presente porque el estado generalizado de violencias que nos constriñen, así como la normalización e impunidad rampantes, obstaculizan la digna certeza acerca del futuro de nuestra propia existencia y el de nuestras escrituras. Tal vez sea ésta la urgencia que nos apremia a escribir, muchas veces, sin tener siquiera un cuarto propio: en el celular, en los trayectos hacia el trabajo o de regreso de la escuela, mientras se cuida a una hija, a una amiga o a una madre, a la par que se cocina o se lava la ropa, en los ratitos libres de la chamba”.

Las poetas tienen la enorme virtud de la brevedad, de la exactitud: qué manera de Uribe de resumir en un párrafo el pantano nacional en el que yacen tantas mexicanas. Es el México tóxico que de muchas maneras padecieron y padecen tantas mujeres que han estado y están, aunque sea unos minutos, en las narraciones de mi vida.

BAJO FONDO

El México macho es un país espantoso que se escribe con uve de violencia.

Con eme de machismo.

Con efe de feminicidio.

Con hache de homicidio doloso.

Con una de, de desaparición.

Con otra uve de violación.

Con ele de lesiones dolosas.

Con otra eme de misoginia.

Con una “q” grandota de qué poca madre.

Con una i de impunidad.

Con una ce de complicidad macha.

Con una e de encubrimiento.

Con una ge de golpeador.

Con una uve adicional, de qué pinche vergüenza.

Con una i griega, de ya basta.

Efe de feminicidios. Cuando en 2018 terminó el sexenio de Enrique Peña Nieto y los gobernadores que lo acompañaban, hubo 898 feminicidios, al menos dos por día (2.4), en promedio. Feminicidios el año pasado, en el quinto año de Andrés Manuel López Obrador, y los gobernadores que le acompañan en el poder, 832, los mismos dos por día (2.2), en promedio. Apenas una reducción de 66 casos al año entre un sexenio y otro.

No hay duda: el México feminicida no cede.

Hache de homicidios dolosos contra mujeres al final de Peña Nieto y gobernadores de aquel entonces, 2,759, un promedio de siete al día (7.55). Homicidios dolosos el año pasado de AMLO y adláteres, 2,574, los mismos siete en promedio (7.05) por día. Hay una reducción de 185 casos comparando 2018 con 2023, el mismo grado brutal de impunidad homicida.

A de asesinatos. Total de asesinatos de mujeres (feminicidios más homicidios) en el ocaso de Peña Nieto y sus gobernadoras y gobernadores, 3,657, diez al día, en promedio (10.01). Total de asesinatos de mujeres en el quinto año de AMLO y sus colegas gobernadoras y gobernadores, 3,406, nueve al día (9.33), en promedio.

Eso es lo que han logrado nuestros eficaces gobernantes durante casi un sexenio: reducir la violencia letal contra las mujeres… en un caso menos por día.

Ele de lesiones dolosas. Mujeres víctimas de lesiones dolosas en 2018, al final de Peña Nieto y sus émulos estatales, 61,957. Eso implicaba 169 mujeres (169.74) golpeadas, pateadas cada día, en promedio, siete por hora en algún lugar de este país. Mujeres víctimas en 2023, en el ocaso de este sexenio, 70,218, un promedio de 192 mujeres lesionadas a propósito cada día (192.37), cuatro cada media hora.

Sí, señores, sí, cada vez hay más mujeres golpeadas en esta república. ¿Nosotros, como hombres, estamos haciendo algo para detectar, aislar, denunciar y detener a estos golpeadores?

TRASFONDO

No tengo nada más qué decir. Me voy a dormir avergonzado por esta sociedad que tenemos, tan maldita con decenas de miles de mujeres mexicanas.

Twitter: @jpbecerraacosta

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