Una vez más, el martes de la semana pasada, nuestro país se estremeció con la noticia: Otis, un huracán categoría cinco con vientos de 270 kilómetros por hora, había devastado la ciudad y puerto de Acapulco. En 1997, Paulina, otro huracán de grandes dimensiones, había hecho lo mismo.  México vive hoy una tragedia, una de las más grandes y dolorosas, provocada por un fenómeno natural. Acapulco y los acapulqueños la están pasando muy mal y nos necesitan a todos.

La historia se repite. Por enésima ocasión el gobierno federal enfrenta el reto de atender desastres naturales que, por su magnitud, rebasan por completo las capacidades de respuesta de cualquier autoridad local. La magnitud de los daños en Acapulco hará necesario destinar una gran cantidad de recursos de inmediato. Lamentablemente, el presidente de la República con el apoyo de un Congreso cuya mayoría lo respalda en todo, decidió hace tres años terminar con el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN), que durante muchos años sirvió para responder con rapidez a cualquier desastre natural.

Lo que estamos viendo en la actualidad no son ya fenómenos inusuales. Según la comunidad científica, el cambio climático está y seguirá generando un incremento en la intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos y, esto, definitivamente, no es una buena noticia para México. Los ejemplos están a la vista, este año ha sido el más caluroso de la historia. Las altas temperaturas, influyeron para aumentar la rapidez con que se desarrolló Otis. Los gobiernos federal, estatal y municipal no informaron a tiempo a fin de salvaguardar la seguridad de los acapulqueños. ¿Podemos confiar en que se están tomando las medidas para enfrentar los retos que vienen en las próximas décadas a consecuencia del cambio climático? Difícilmente.

Por eso considero que es necesario revisar y fortalecer permanentemente nuestra cultura de protección civil. La falta de infraestructura adecuada para atender estos fenómenos debe atenderse con una visión de largo plazo y debe involucrar a instancias estatales y municipales como las primeras obligadas a responder a las necesidades de la gente. Y, desde luego, debe fortalecerse al máximo las capacidades de respuesta del gobierno federal para atender las contingencias. Se debe también restablecer el FONDEN. Si de algo podemos estar seguros es de que las contingencias se van a seguir presentando.

Han pasado ya más de 38 años desde que México vivió el peor desastre natural de su historia moderna, los sismos de 1985. Por lo que estamos viviendo, lo acontecido en Acapulco la semana pasada, es, probablemente, la mayor tragedia en nuestro país posterior a la del 85, y va a requerir de la solidaridad de todos los mexicanos.

Tengo confianza de que, así como lo pudo hacer después del paso de Paulina en el año 97, con el apoyo de todos, Acapulco se volverá a poner de pie y recuperará todo su esplendor. Pero, es indispensable no cerrar los ojos a lo que está ocurriendo con el cambio climático. No debemos esperar a sufrir otras tragedias para darnos cuenta de que tenemos que hacer mucho para prevenir y responder ante los retos que la naturaleza nos seguirá planteando en los años por venir.

@jglezmorfin

Abogado

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