Cada año, miles de postulantes buscan en México entrar a un seminario diocesano o a una congregación religiosa para ser sacerdotes o consagrar sus vidas a Dios.

Los procesos de selección han identificado que entre estos candidatos, hay algunos casos que llegan con situaciones previas de trauma, abuso, violencia o negligencia en la infancia o adolescencia, y que a la postre pueden representar un problema más grave en caso de que estas personas no reciban la atención psicológica y espiritual adecuada.

Estos problemas de trauma y abuso en los candidatos han sido también el origen de abusos sexuales y de poder dentro de la Iglesia cuando los postulantes ya son ordenados o realizan su profesión de votos y reciben alguna encomienda pastoral.

Por años, estos malos testimonios han sido una de las principales causas de que millones de personas se alejen de la fe católica, una tendencia especialmente marcada entre las personas más jóvenes.

Pero mucho más grave que manchar la percepción de la Iglesia, es saber que estas personas, que no fueron atendidas a tiempo en sus problemas psicológicos, a nivel mundial han ocasionado heridas en miles de personas de las que abusaron y generaron traumas.

En 2014, el Papa Francisco creó la Pontificia Comisión para la Protección de Menores con el objetivo de prevenir toda explotación de los niños, difundir los procedimientos penales relacionados con este tipo de agresiones y acompañar a las víctimas en un proceso de sanación. Porque prevenir el abuso es más que castigar a los agresores: es poner en el centro a las víctimas y atender sus necesidades físicas, emocionales y espirituales.

En esta línea, se han desarrollado protocolos, cursos, talleres y capacitaciones que atiendan esta problemática en distintos niveles.

El último esfuerzo ocurrió del 18 al 20 de julio pasado, cuando se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional de acompañamiento formativo en situaciones de trauma y abusos, impulsado por la Universidad Lumen Gentium y el Centro de Protección de Menores (Ceprome Latinoamérica).

En este Congreso, se reflexionó en torno a los efectos del trauma y el abuso en el desarrollo psicológico, existencial y espiritual en aquellos seminaristas o postulantes que están en una etapa formativa para ser sacerdotes, religiosos o religiosas.

Se propusieron también protocolos de acompañamiento psicológico y formativo en situaciones de trauma, además de medidas de prevención aplicadas para quienes busquen entrar a una congregación religiosa.

De lograrse estas implementaciones, se podrán realizar cambios estructurales muy positivos que permitan instituciones eclesiales más seguras.

Este es un esfuerzo más de la política de tolerancia cero a los abusos, impulsada por la Iglesia Católica en los últimos años. Y es que, para cumplir con esta tolerancia cero, es necesario ver la problemática desde una perspectiva más amplia y con un acompañamiento integral, para así prevenir cualquier tipo de abuso identificando las problemáticas de manera previa.

En los últimos años, la Iglesia ha pisado el acelerador para detener y prevenir los abusos al interior tanto de poder, como sexuales, ha creado una amplia estructura de formación en América Latina, encabezada principalmente por Ceprome, y ha buscado impulsar la sensibilización  y capacitación, fundamentalmente en las primeras líneas, como son las universidades de inspiración cristiana, los seminarios y las casas de formación de las congregaciones religiosas.

Dar este paso de forma efectiva es trascendental, pues cada vez que se da a conocer un abuso al interior de la Iglesia es un duro golpe a la credibilidad de una institución que tiene como misión acompañar, abrazar y animar a los más vulnerables. De ahí la importancia en lograr que sea una casa segura para todos.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis de México

Contacto: @jlabastida

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