A principios de marzo, el INEGI publicó las estadísticas para la inversión en México al cierre de 2023. Estas cifras han sido recibidas con una mezcla de sorpresa y beneplácito, ya que parecen pintar un panorama más favorable del que se anticipaba. En específico, la formación bruta de capital fijo (uno de los indicadores más utilizados para estimar la inversión física), impulsada tanto por la inversión pública como por la privada, mostró un impresionante crecimiento durante 2023 (19.7%), que más que duplicó el del año previo.

A diferencia del consumo, la inversión incrementa la capacidad de crecimiento. Por tanto, la recuperación de la formación bruta de capital fijo tiene el mérito de impulsar la expansión de la economía tanto en el corto como en el largo plazo.

Sin embargo, antes de echar las campanas al vuelo es importante analizar la situación con más detenimiento. En específico, creo que es necesario hacernos tres preguntas. ¿Es sostenible este aumento de la inversión? ¿Se están canalizando los recursos hacia los sectores más productivos? ¿En qué medida está aumentando la capacidad de crecimiento de la economía?

Con respecto a la primera pregunta la respuesta directa es en sentido negativo. Para empezar, la fuerte tasa de crecimiento que ha mostrado recientemente la inversión pública es insostenible, considerando la fragilidad de las finanzas gubernamentales. De hecho, aun después de que se inicien las acciones para atender este problema, es de esperarse un lapso de debilidad de este componente de la inversión, mismo que puede ser prolongado

En el caso de la inversión privada, lo que hemos visto en los últimos años son fluctuaciones pronunciadas. Esta se desplomó en 2019 y 2020, principalmente como resultado de la pandemia de COVID-19, aunque también debido a algunas acciones de política pública que deterioraron la confianza, como la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. La recuperación que hemos visto desde mediados de 2020 es, en parte, el resultado natural después de una contracción de esa magnitud, aunque también ha sido influida más recientemente por los efectos del nearshoring. En este contexto, el crecimiento medio anual de la inversión fija bruta fue de solamente 4% en los últimos 5 años.

¿Cuál es la implicación? Que lo natural es que con la dilución de estos vaivenes y con el efecto indirecto de los ajustes que deberían hacerse a las finanzas públicas en los próximos años, el ritmo de crecimiento de la inversión privada se modere, aunque el grado en que esto ocurra dependerá también del nearshoring.

Con respecto a la segunda pregunta, el componente privado no es el que me preocupa. Durante los últimos 5 años, la inversión privada ha sido determinada por la adquisición de maquinaria y equipo y, en menor medida, por la construcción. No tengo elementos para argumentar que estos recursos se hayan canalizado de manera ineficiente.

La conclusión es diferente para la inversión pública. En este caso, el gasto en construcción dominó, por mucho, a la adquisición de maquinaria y equipo. Y, como es bien conocido, el grueso del gasto en construcción es explicado por los proyectos de infraestructura del gobierno. Desafortunadamente, estos no solamente han probado ser mucho más costosos de lo previsto, sino que es probable que se conviertan en una carga para las finanzas públicas. Si algo ha caracterizado el manejo del dinero público en los últimos años, es precisamente su ineficiente asignación.

Paso a la tercera pregunta. De manera resumida, la capacidad de crecimiento de cualquier economía depende de la mano de obra disponible, del acervo de capital físico y humano, y de la eficiencia con la que estos factores son utilizados. Por tanto, para responder esta pregunta tendríamos que concentrarnos en la evolución del acervo neto de capital físico. La más reciente información publicada por el INEGI es la correspondiente a 2022.

Creo que la forma más razonable de abordar la pregunta es estimando el nivel que habría tenido el acervo de capital en México en ese año si su crecimiento hubiera seguido la tendencia mostrada durante los dos sexenios anteriores, para compararlo con el que realmente se observó. Desafortunadamente, el resultado no es favorable. En un escenario tendencial, el acervo de capital físico en 2022 habría superado en 8% la cifra observada. En otras palabras, hasta 2022, la evolución de la inversión en México fue insuficiente para mantener la trayectoria de crecimiento registrada por el acervo de capital físico en el periodo 2007-2018.

¿Es posible hacer alguna inferencia para 2023? Sólo para mantener la tendencia señalada en el párrafo anterior, se necesitaría haber registrado en el año un aumento del acervo de capital de casi 12%. La información disponible sugiere que será difícil de lograr, pero habrá que esperar a que se publique la cifra.

En suma, tenemos dos noticias, una buena y varias malas. La buena es que la inversión se ha recuperado a una velocidad mayor de la esperada. Las malas son que esa recuperación es insostenible, que tiene un componente altamente ineficiente y que no alcanza para contribuir al potencial de crecimiento de la economía de manera equivalente a lo observado en los dos sexenios previos. El nearshoring nos está brindando una oportunidad extraordinaria para mejorar el panorama. Sin embargo, para que esto sea viable, el modelo económico requiere cirugía mayor. En el fondo, la decisión está en manos del electorado. Ojalá no se equivoquen al emitir su voto en junio.

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