No tenía noticia de la existencia de Eutanasio Monserga hasta hace un par de semanas, cuando recibí un ejemplar del libro cuadrado publicado por Bonilla y Artigas Editores: 55, de Eutanasio Monserga, 99, y Calasso en México de Luis Alberto Ayala Blanco.

Monserga refiere su encuentro con Ayala Blanco en Hurlqaya, “el mundus imaginarius de los sufies, accesible únicamente a través del sueño y la literatura”. Los incrédulos, por llamarlos así, podrán creer que se trata de una invención o de un heterónimo de Luis Alberto Ayala Blanco. La tercera de forros sostiene que es “originario de México, pero prácticamente toda su vida a vivido en Serbia”, que “durante su juventud intentó ser fisicoculturista profesional”, que “es baterista de tiempo completo y ha tocado con bandas legendarias”, que no me interesa conocer.

Los que se arriesgan a intentar aforismos con frecuencia escriben aforismos sobre el aforismo. Un editor ignominioso de Schopenhauer convirtió frases y fragmentos sueltos de sus escritos en un libro cuyo titulo delata los temas recurrentes de los aforismos: El amor, las mujeres y la muerte. Salvador Elizondo ha añadido el asco.

Novalis los llamaba “granos de polen”, no sin el deseo de que se tratara de semillas libremente fértiles, de ideas fecundas que pudieran germinar naturalmente.

Monserga sostiene que “hay aforismos que son pequeños tratados, así como hay ciertas palabras autosuficientes, imposibles de definir, que podríamos llamar metaforismos

“‘Silencio’ es un ejemplo”.

Los metaforismos de Eutanasio Monserga se conjugan con los de Luis Alberto Ayala Blanco; quizá por eso decidieron publicarlos en un libro con la complicidad de Juan Luis Bonilla.

No me parece extraño que Luis Alberto Ayala Blanco escriba aforismos; me parece natural en él. Lo infiero por la escritura que ha ensayado desde El silencio de los dioses, marcada por frases contundentes que se convierten en aparentes juegos de lógica que derivan inexorablemente en ideas obsesivas que a algunos, en el mundo higiénico presente, les parecen provocadoras o hasta escandalosas.

Puede parecer paradójico que haya escrito ensayos antes que aforismos, en los que acaso podría hallarse el origen de esos ensayos. Quizá en sus aforismos pueda adivinarse un regreso al origen. En sus aforismos pueden advertirse esas ideas obsesivas que se han convertido en libros incitantes: el mito, la divinidad, el sacrificio, la muerte, evidencias de la impostura y la podredumbre de los modernos, de los ismos al uso. Parecen demoledores; son simplemente lógicos; Ayala Blanco es lógicamente libre.

Puede considerarse que el sentido del humor es una de las condiciones del aforismo. Luis Alberto Ayala Blanco no puede prescindir de él: a veces, como ironía sutil, a veces como agudeza desconcertante, a veces como una afrenta.

Luis Alberto Ayala Blanco no deja de deparar sorpresas: también se atreve a ser confesional en Calasso en México; la historia sucinta de un lector, de una editorial y acaso de un escritor –o más.

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