Citlali Ayala Martínez

Comenzar un nuevo año y mirar el contexto internacional, social y electoral obliga a analizar la forma en que se toman las decisiones cuando de desarrollo se trata. En diferentes foros internacionales se ha mencionado la obsolescencia del paradigma de desarrollo actual, la necesidad de utilizar los recursos disponibles de manera inteligente, así como diseñar las estrategias que nos permitan obtener mejores resultados. Se ha hablado de la relevancia de las alianzas inclusivas, del contexto adverso y del papel de la inteligencia artificial. Inclusive, tras la presidencia de la India en el G20 se impulsó la narrativa de repensar el desarrollo desde un paradigma fundamentalmente medioambiental que considere las desigualdades sociales y económicas generadas por los paradigmas del desarrollo contemporáneos. No es suficiente basarse sólo en la prosperidad financiera; los sistemas de consumo necesitan ser transformados, al igual que los de producción, a fin de conducir a un modelo de desarrollo realmente sostenible. Se traer una verdadera sostenibilidad a nuestro estilo de vida.

De acuerdo con lo discutido en la COP28 a finales de 2023, el cambio climático ha vuelto severas las condiciones climáticas, sean sequías, inundaciones, huracanes y otros fenómenos, amenazando el desarrollo sostenible y la subsistencia de los ecosistemas. Un nuevo paradigma necesita generar sociedades justas y resilientes reconociendo la vulnerabilidad del entorno, ya adverso, y de diferentes grupos poblacionales.

El contexto importa, y mucho, sobre todo cuando se ha pasado una pandemia sanitaria y enfrentamos el riesgo de otras; cuando los conflictos bélicos no cesan. Importa porque al cambio climático se le refiere como una ebullición climática de urgente atención, y las políticas climáticas de los países no tienen la agilidad necesaria hacia una transición energética eficaz. Es innegable el impacto económico de la violencia, tanto en el escenario internacional como en el nacional, y de la deuda y el gasto social en año electoral y de redefiniciones. Vivimos un contexto de poli crisis sumado a la emergencia climática.

Para que el paradigma del desarrollo nos provea de buenos resultados, se requiere usar el mejor conocimiento posible, estrategias diferentes y buscar más fondos financieros, incrementar la financiación del desarrollo, lidiar mejor con la migración bajo esquemas humanitarios y participativos, considerar las remesas y los impuestos, el papel del sector privado, y catalizar la movilización de recursos domésticos, más allá de la ayuda oficial al desarrollo que proveen los donantes tradicionales.

El contexto actual también hace presente la economía digital, los bienes públicos digitales y los procesos de digitalización de las actividades económicas, así como de la gestión pública. No se requieren nuevas políticas, sino nuevas estrategias, más alláde un pacto económico verde, una transición verde y un crecimiento económico, una vida económica para el medio ambiente.

Se ha señalado que el paradigma de la ayuda al desarrollo es insostenible tal y como la hemos conocido por setenta años. Por ende, también es necesario repensar la cooperación internacional para el desarrollo. Los recursos son limitados, se continúa trabajando en torno a la eficiencia de la cooperación; no es posible seguir decidiendo en términos de donantes y receptores y de Occidente y el resto, cuando la desigualdad se ha colocado, junto con la vulnerabilidad, como una prioridad para el mundo. Es evidente que no estamos en la vía correcta para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible marcados por la Agenda 2030. La cooperación al desarrollo juega un papel importante en impulsar el bienestar, la confianza y el entendimiento entre países. Hay una atención fuerte en los asuntos climáticos en los bancos de desarrollo bilaterales y multilaterales, no obstante, es necesario repensar todo el sistema internacional de cooperación para el desarrollo en su amplitud.

Se requiere la eficiencia de una nueva cooperación internacional para el desarrollo, innovadora y que considere la complejidad de un contexto diferente. Para ello, actores del desarrollo, gubernamentales y no gubernamentales, necesitan confianza para la movilización y liderazgo, diálogos continuos e inclusivos, y reducir la brecha norte-sur. De 2018 a 2022 se reporta el costo de refugiados en la ayuda oficial al desarrollo; desde 2022, el apoyo a Ucrania. Las necesidades humanitarias necesitan un presupuesto humanitario, y la cooperación requiere imbricar los enfoques de derechos humanos, medio ambiente y sostenibilidad de manera transversal. El paisaje del desarrollo se ha vuelto frágil, mientras requiere ser pensado, requiere ser adaptativo.

Citlali Ayala Martínez

Es profesora-investigadora del Instituto Mora desde 2002. Es internacionalista por la UNAM y maestra en Cooperación Internacional Unión Europea-América Latina por el Instituto Mora. Es candidata a doctora en Ciencia Po­lítica por la Universidad Técnica de Darmstadt, Alemania, y egresada del programa Managing Global Go­vernance, del Instituto Alemán de Desarrollo (German Development Institute) en Bonn. Sus áreas de investigación son la cooperación Sur-Sur y triangular, cooperación en educación superior, Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y digitalización vinculada a desarrollo. Es coordinadora del diplomado en Cooperación Internacional para el Desarrollo y sus Instrumentos de Gestión, impartido en el Instituto Mora desde 2010, así como de la colección editorial Cuadernos de Cooperación Internacional y Desarrollo. Ha realizado consultoría para organizaciones como GIZ, AMEXCID y Oxfam, entre otros.

Citlali Ayala Martínez
Citlali Ayala Martínez
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