“¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me grita desde la Tierra”. —Génesis.

La conversación es pecado, sostuvo Ignacio de Loyola, si es desordenada, nos recuerda Albert Camus en “Los Cuadernos”. (Cuadernos VI, 1951, Debate, p.366). Esa mención es actual, porque justo ahora la Conferencia del Episcopado Mexicano y, entre otros, la Compañía de Jesús que fundó precisamente Loyola, invitaron a las candidatas presidenciales a presentarles una Agenda Nacional por la Paz. La Iglesia católica, ha tomado la iniciativa de “pacificar” el país ante el fracaso del gobierno de México de domar la violencia; porque el presidente López Obrador heredará dolor, tumbas, extorsión, amenazas, y hasta minas explosivas en Michoacán. El espanto se apodera del país, el consuelo no sale de Palacio Nacional, empezó a salir de los templos.

Es notorio el compromiso en Guerrero del obispo michoacano Salvador Rangel porque además la iglesia católica extiende su mano como víctima. Nadie puede olvidar a los sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora muertos en Chihuahua, pero tampoco el asesinato del padre franciscano Francisco Juan Antonio Orozco, cuando se dirigía a la comunidad de Tepehuana de Pajaritos, en Durango, por “la violencia que vive nuestro país”, en el comunicado publicado de la misma Conferencia Episcopal. ¿Cómo menospreciar el reclamo de paz del Obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio García, en el quinto año de gobierno de AMLO? ¿Vamos a dejarnos guiar por un presidente que divide y no escuchar a monseñor Ramón Castro, y su exigencia contra la corrupción y el anhelo de vivir en una legítima pluralidad cultural?

Las candidatas presidenciales fueron a ver al Papa, si acaso la candidata de la continuidad de la militarización y la promoción del odio entre mexicanos sólo fue a tomarse una fotografía sin promover un debate sobre los documentos y pronunciamientos que emite la jerarquía católica, se equivoca y prostituye un esfuerzo religioso de pacificación y encuentro. ¿Se vale retratarse con el Papa jesuita, y descalificar al ITESO (universidad jesuita) para elegir algunas preguntas en el próximo debate presidencial? ¿Se vale ir a Roma y traer un regalito a la Basílica de Guadalupe, bendecido por el jesuita, mientras se escupe al Centro (jesuita) de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, A.C., acusándolos de “manipular” a las madres y padres de Ayotzinapa?

Para que la conversación de la iglesia sobre paz no sea “desordenada” y por tanto pecaminosa, debe estar basada en la verdad, con énfasis en dos puntos: 1.- Existe una negativa militar a reconocer límites civiles, y esa es la ponzoña violenta que produjo el desastre de impunidad en Ayotzinapa. 2.- La iglesia debe reivindicar que el slogan “por el bien de todos primero los pobres”, es la opción preferencial por los pobres, iluminada desde hace más de medio siglo por “Gaudium et spes”, cuando se apostó por abrazar los gozos, tristezas y angustias “sobre todo de los pobres y afligidos”. Luego entonces, hablar sin mencionar el lucro electoral (y criminal) de los programas sociales de los más pobres y afligidos, es prostituir y “desordenar” la conversación de las iglesias y el Estado laico. Sería nada. Humo vano. Campanadas que nadie escucha. Si acaso ese diálogo no toca esos dos temas, la fotografía de Claudia con el Papa en el Vaticano (aunque se vista con la Virgen de Guadalupe), tendrá el mismo valor que una de un niño con Mickey Mouse en Disneylandia.

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