Que no vengan con el cuento de que los clubes son los únicos culpables por la falta de oportunidades para los juveniles; en este caso, de las triunfantes selecciones Sub-17. Mucho tiene que ver el propio futbolista, porque no sabe convivir con la fama, no tiene la suficiente experiencia para lidiar con un entorno que enaltece en el triunfo y liquida en la derrota.

Este juvenil menor de 17 años de edad, que alcanza una final de Copa del Mundo , necesita un asesor que le diga por dónde transitar para evitar una catástrofe. Los chicos deben entender que la familia resulta muchas veces un factor en contra de su carrera, porque les deslumbra el dinero. Los padres manejan al hijo, no saben del negocio y termina bastante mal la historia.

Cuando concluyan los reconocimientos por el subcampeonato, los muchachos deberán concentrarse nuevamente con sus equipos y ponerse a entrenar para cumplir un proceso que les permita ser aspirantes serios a un lugar en la Primera División.

Es cierto que la cantidad de extranjeros en nuestra Liga impide —en muchas ocasiones— el debut de una promesa; sin duda, eso debe regularse. Hay demasiados petardos que llegan a nuestro futbol, pero —en lo que ocurre— el juvenil tiene la obligación de prepararse para tener argumentos que lo lleven a las grandes Ligas.

Por cierto, felicidades por representar a nuestro país en una final de un Mundial. ¿Cuántos no quisieran haber estado en sus zapatos? Besos y abrazos para todos.

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