La sociedad mexicana ha venido enfrentando diversas encrucijadas de carácter estructural. Los factores de la producción no están plenamente empleados y sus capacidades productivas están deteriorándose (trabajadores, máquinas y equipo que no se utilizan se atrofian y sus potencialidades se desperdician). México requiere elevar los niveles de vida de su población (alimentación, educación, salud y vivienda de calidad), otorgar y ampliar otros derechos sociales y políticos, y mejorar la distribución del ingreso. Adicionalmente hay una urgencia y responsabilidad (compartida con los demás países del mundo) para reducir la contaminación del medio ambiente a través del cambio radical de los sistemas de producción, transporte y consumo.
En el futuro cercano habrá de hacerse frente a la inminente recesión de la economía internacional, que definitivamente afectará a México por ser una economía muy dependiente del comercio exterior. Aún antes de la recesión anunciada, la economía mexicana está creciendo muy poco en términos absolutos y en términos per cápita hay un estancamiento (el producto y la población están creciendo a una tasa, más o menos igual, de poco más de un uno por ciento). La inversión fija bruta, especialmente la pública está cayendo.
Hace más de 75 años, el economista polaco Michel Kalecki señalaba que la mayoría de los economistas era de la idea de que mediante la inversión pública (construcción de escuelas, hospitales y carreteras) y el subsidio al consumo de las masas (apoyos monetarios a las familias, reducción a los impuestos indirectos y subsidios a productos de primera necesidad), se podía incrementar la demanda efectiva para lograr el pleno empleo. También describió el mecanismo por medio del cual un programa de este estilo podía financiarse.
Estaba claro que este razonamiento económico enfrentaba obstáculos políticos (el título de su ensayo es “Aspectos Políticos del Empleo Pleno”). Los cuales, como han sugerido analistas de Kalecki, aparecieron con fuerza con la instauración del neoliberalismo, el triunfo ideológico de los capitanes de industria, los rentistas, los “expertos económicos” y el disgusto con el gasto estatal en general para combatir el desempleo, con el tipo de gasto (inversión pública y subsidio al consumo) y con el fortalecimiento de la posición negociadora de una clase obrera plenamente empleada.
Los opositores utilizan la doctrina de las ‘finanzas sanas’ para hacer depender el empleo del estado de confianza, argumentan que hay un efecto desplazamiento de la inversión privada por la inversión pública y que la ética capitalista implica que se debe ganar el pan con el sudor de la frente.
Las élites mundiales están reticentes a la aplicación de políticas de pleno empleo. Hoy en México pareciera haber condiciones políticas favorables para intentar resolver los múltiples problemas señalados al principio. Asumiendo que la capacidad instalada de equipo y máquinas está subutilizada, un programa gubernamental, mucho más ambicioso que el programa actual, para lograr la utilización plena de la fuerza de trabajo mediante la inversión pública y el subsidio al consumo es necesario y posible. Ese programa deberá generar empleo productivo (producción de bienes y servicios útiles para la sociedad) y utilizar técnicas menos intensivas en capital y energía.
Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del CACEPS.
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