“Quiero cambiar. No quiero decir ‘ser una mejor persona’, porque no me gustan esas etiquetas. Sólo quiero ser mejor conmigo mismo”.

La anterior frase podría parecer una intención de Año Nuevo que, todavía en enero, sería válida.

Pero no, no es eso, se trata de una reciente declaración del tenista ruso Daniil Medvedev en el Abierto de Australia.

Medvedev, actualmente el tercer mejor jugador del mundo —según el ranking de la ATP— y quien también es conocido por su fama de antipático, cayó el domingo en la final de Melbourne ante un imponente y carismático Jannik Sinner, nacido en el norte de Italia.

Sin embargo, para mí esa no es la noticia, sino precisamente lo que expresó en una conferencia de prensa durante el torneo.

“Quiero cambiar y quiero madurar. Quiero hacer menos cosas estúpidas, que no me ayudan como jugador, y tampoco como persona. No tener después de los partidos esos momentos en los que me pregunto: ‘Hice esto con el público, ¿estuvo bien, estuvo mal, por qué lo hice?, ¿me ayudó en el campo?, ¿no me ayudó?’. Sólo quiero jugar al tenis y estar orgulloso de mí”.

Tras varios gestos y reacciones poco afortunadas que ha tenido a lo largo de su carrera, tanto con el público que va a verlo a los estadios, como con jueces y algunos compañeros de circuito, el ruso se ha puesto más introspectivo.

Aunque a menudo me convenzo más de que la gente no cambia, también hay días en que vuelvo a creer en las personas, sobre todo cuando yo mismo me comporto como un auténtico idiota y —al día siguiente— amanezco arrepentido y con una necesidad interior de reparar el daño.

Hay mañanas en que yo igualmente quisiera anunciarle al mundo que soy consciente de mis estupideces y que pretendo cambiar.

Así es como me he identificado con él y le he aplaudido, porque muchas ocasiones he sido Medveded en las canchas de mi vida, por más que siempre trate de ser Roger Federer.

Por increíble que parezca, enero quedó atrás. Se fue ya, junto con el 2023 y todo aquello que hicimos y no hicimos.

Pasó ya el tiempo de regodearse con las hazañas y de reprocharse los fracasos pasados. Todo ha quedado atrás, excepto lo que hay enfrente. Incluso, se ha ido ya ese característico temor a un año nuevo. Es momento de decirle adiós a la incertidumbre y, mejor, abrazar el misterio.

Es tiempo de ser, como ese odioso ruso, un poco mejor con nosotros mismos.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News