Si de pronto, alguien lo detuviera en la calle y le diera 30 segundos para mencionar 10 cosas que están hechas para romperse, ¿cuáles mencionaría? El único requisito al responder es no pensar demasiado, simplemente debe decir lo primero que se le venga a la cabeza, sin razonamientos o juicios, sólo lo primero que surja en su mente. No importa si es una incoherencia o si nada más lo dice porque rima.
Por ejemplo: “Las promesas, los jarrones, los vidrios, las narices, los condones, los teléfonos inteligentes, los huevos, los papeles, las ilusiones”, y mi hijo dijo el domingo que los récords, cuando nos enteramos que Kiptum había despedazado la marca de Kipchoge en el Maratón de Chicago.
Si realmente nos detuviéramos a pensar, nos daríamos cuenta de que —al final— casi todo está condenado a acabar hecho pedazos, empezando por nosotros y nuestros huesos.
La cuestión es que estamos acostumbrados a empeñarnos en que, a como dé lugar, las cosas y las situaciones persistan. Pero eso será materia para otra nota.
“Los récords están hechos para romperse”, apuntó atinadamente Lorenzo, mientras discutíamos en familia si esa mañana habría sido una de las peores de Kipchoge en su vida. Yo creo, y les comenté, que quizá no, pues estamos hablando de un atleta que durante su larga carrera ha destacado por su sabiduría y espíritu deportivo.
Sin embargo, nadie —y mucho menos él— pensó que alguien más podría romper su récord, irónicamente, tan rápido. Y sobre todo en una carrera y un circuito que no es tan veloz como el de Berlín. Cuando Kelvin Kiptum se lance a la calle allá, no dudemos que la barrera de las 2:00 horas sea superada.
Y es que estos súper hombres van tan concentrados en cada paso, tan inmersos en el presente, que yo no dudo que sean capaces de romper la barrera del tiempo, de traspasarlo gracias a su propia sincronía, de trasladarse de un instante a otro sin que su movimiento lo perciban nuestros ojos, ni las manecillas del reloj.
Se ha roto igualmente la creencia de que los mejores maratonistas deben pasar antes por la pista y empezar a probarse en los 42.195 kilómetros a una edad más avanzada, siempre bajo la supervisión de un entrenador. Kiptum, a sus tempranos 23 años, se entrena solo.
Yo lo único que espero es que no se dope, para que no se nos rompa esto tan fantástico que es el asombro.