Las marchas multitudinarias del pasado domingo no sólo fueron un éxito de la sociedad: fueron un desmentido.

La elección de junio dista de estar resuelta.

Se trató de la movilización más grande de la historia, en 120 ciudades. Sin acarreo. Libre. Espontánea. Sin financiamientos oscuros.

Pero eso no es lo más importante: es el sentimiento que subyace en el hecho. Existe una mezcla de indignación, miedo y enojo: sentimientos poderosos que detonan participación electoral. Su éxito genera un 4o sentimiento: esperanza.

Hay un cambio de marea. La elección se está cerrando. Hay que conectar los puntos:

1º. Xóchitl Gálvez cerró muy bien su precampaña. Recobró el control de su narrativa, su frescura, su chispa. Hay un viraje en el mensaje que apela al luto por la inseguridad. Se percibe mayor disciplina en la campaña.

2º. El líder máximo sufre una embestida como nunca antes. Es el principio. Las denuncias son gravísimas y conectan con el miedo de la gente. Ya veremos si esto se traslada a voto, pero al presidente se le está adhiriendo en la frente una etiqueta que ya no se podrá quitar jamás.

3º. La narcoviolencia paraliza al país: el autotransporte se detiene. Se ejecuta a actores políticos. Hay asaltos en el viaducto de la capital. La narrativa opositora se fortalece.

4º. La elección se convirtió en una de dos. El desfiguro de MC es ya patético. Esto es clave. Cada punto que Gálvez le quite a Sheinbaum vale doble. Es una nueva dinámica.

5º. Los gobiernos estatales de Morena crujen. El líder máximo da su resto en defender a Cuitláhuac García, Cuauhtémoc Blanco, los Macedonio. El piso se desmorona.

6º. Guerrero no es una alarma: es una profecía de lo que le puede pasar al país si seguimos por esta ruta seis años más.

7º.  El clero católico suple al estado y negocia con los cárteles una tregua. Le da caja de resonancia la Conferencia del Episcopado Mexicano: la cúpula católica nacional.

8º. En un movimiento sorpresa, Gálvez se reúne con El Papa Francisco. Obliga a Sheinbaum a olvidar su origen, sus dichos, su falta de religión, vestirse de negro y, ni modo, hacerle la corte al pontífice. Ojo: en política gana quien impone la agenda.

9º. El ejecutivo se radicaliza y manda iniciativas dictatoriales. Confía demasiado en su base. Las marchas le demostraron que su núcleo es muy potente, pero quizá sea insuficiente.

10º. La marea rosa reveló el yerro de la candidata oficial (nunca mejor dicho) de respaldar a ciegas la agenda transexenal que le impusieron desde palacio. La arrogancia de ambos le regaló una causa potentísima a la sociedad.

Las marchas podrían anticipar una gran participación electoral el 2 de junio. La más alta fue en 1994: 78%. El promedio es 62%. Si la participación crece 10 puntos, habrá 9.8 millones de votos más en juego. Y esos no son movilizables. Ni comprables. La clase media votó masivamente por AMLO en 2018. Ya no. Se abstuvo mayoritariamente en el 2021. Ya no.

¿Por quien votará?

Estamos viendo un cambio de marea. No hay duda. Ahí está. Y es rosa.

@fvazquezrig

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