¿Por qué no concede su derrota Donald Trump? La denuncia de fraude electoral es en realidad una pataleta calculada. Por supuesto que, como a todos, no le gusta perder. Y con un personaje que únicamente se dignó a equiparar su presidencia con la de Abraham Lincoln, el enojo se ve salir por las ventanas de la Casa Blanca. Sin embargo, hay algo más peligroso detrás de la postura de Trump. Por razones legales, no puede correr el riesgo de declararse derrotado. Su principal preocupación es salvar el pellejo ante una serie de cargos pendientes que tiene ante el fisco y ante la justicia. Antepone el interés personal a la credibilidad de la democracia norteamericana e incluso a la concordia en su país. Utilizará los últimos setenta días que le quedan como presidente para negociar anticipadamente su exoneración. En los corrillos legales de Estados Unidos se discute incluso la facultad que tienen los presidentes para perdonar a los sentenciados para, tome usted nota, perdonarse a sí mismo. Nixon no lo hizo, pero pactó con su sucesor, Gerald Ford, para que utilizara el perdón presidencial en su favor. Como no puede perdonarse a sí mismo (por el principio de que no se puede ser juez y parte) Trump tendría que dejarle la plaza a su vicepresidente Mike Pence para, que una vez que asumiera el cargo, procediera a liberarlo de cualquier cargo que lo enfrente a la ley. Esa estrategia no funcionaría y con ello cavaría su tumba para buscar ser electo nuevamente en 2024.

Su carta fuerte es denunciar la elección en su conjunto, calificarla de fraudulenta y con ello cuestionar la legitimidad con que asumirá la presidencia Joe Biden. Es decir, en su lógica perversa, si el presidente es espurio, cualquiera de las acciones legales que vinieran en su contra podrá calificarlas de vendetta política, de un acto de humillación hacia un político que consiguió alrededor de 70 millones de votos. Ahí tiene un grave dilema el presidente electo de Estados Unidos. Si pacta con Trump, uno de los primeros actos de gobierno deberá ser emitir el perdón a favor del mandatario saliente. Trump tampoco saldría virginal de una acción de ese tipo. Si se le concede el perdón será porque había elementos para condenarlo y por ser culpable de distintas fechorías. Mala nota, pero al menos lo salvaría de pisar la cárcel.

Las opciones de Biden son todas malas, puesto que su prioridad número uno es unir a un país polarizado. Si se rehúsa a perdonar a su antecesor, tendrá una fuente permanente de descalificaciones hacia su gestión y, probablemente le reviren con las sospechas que hay sobre los negocios del hijo de Biden en Ucrania. Además, los millones de seguidores derrotados de Trump, harán eco a la descalificación de las elecciones, cuestionando la legitimidad del hombre de Delaware para ejercer la presidencia. Si por el contrario le otorga el perdón presidencial, los seguidores de Biden criticarán con sobrada razón que está poniendo por encima el cálculo político a la ley, que debe ser pareja para todos.

No hay posibilidades ni electorales ni matemáticas de que Trump pueda revertir el marcador. El dilema de Biden consiste en nulificarlo sin polarizar todavía más a su país. Buena suerte Sr. Biden.

PD: Por cierto, buena nota que la Embajadora Roberta Jacobson sea parte del equipo de transición de Joe Biden.

Internacionalista

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