El cristianismo primitivo tenía una perspectiva comunitaria y participaban en las posiciones de liderazgo, tanto hombres como mujeres. La doctora Karen Torjensen ha documentado la existencia de mujeres en funciones sacerdotales en los primeros tres siglos del cristianismo, cuando los cristianos se escondían en las catacumbas y eran arrojados a los leones. El Imperio Romano llegó a la conclusión que no podía derrotar a los cristianos y eligió una estrategia a largo plazo: la cooptación e institucionalización de los rebeldes.

El cristianismo se transformó en una religión de estado dirigida por hombres. Las mujeres que habían tenido un papel estratégico en la construcción de las comunidades cristianas fueron relegadas a papeles secundarios. Esta situación continúa hasta nuestros días, de allí el nombre del Club de Tobi, un lugar donde se reúnen puros niños y tienen un cartel a la entrada “No se admiten mujeres”. Aunque Tobi mira con “buenos ojos” a la pequeña Lulú.

El papa Francisco ha logrado sorprendernos una vez más. El 18 de septiembre de 2021 convocó a un sínodo entre 2023 y 2024 para discutir la renovación de la Iglesia, donde participarían no sólo obispos sino también laicos. La propuesta fue escuchar a los otros, a quienes se alejaron, los que nunca estuvieron, a los más débiles y los desheredados.

Los obispos tendrían que dejar de ser autorreferenciales y no escucharse a sí mismos, sino oír a sus feligreses y a quienes la iglesia les dice poco o nada. La propuesta fue boicoteada por los sectores conservadores de la milenaria institución y no se abrieron al debate, partiendo de la lógica de que “las plantas no les hablan a los botánicos”. Otros más oportunistas dijeron que, era una excelente idea y nunca la aplicaron. Tanto que las instituciones cúpulas tuvieron que lanzarse a la aplicación de encuestas, garantizando “el anonimato” de los que respondían.

Los Sínodos son reuniones de Obispos para tomar acuerdos importantes, los cuáles serán revisados y aprobados por el Papa. Suelen invitar a laicos y sacerdotes, a título de expertos, pero no es habitual que voten el documento final, habitualmente potestad exclusiva de los obispos. El documento que se publica está revisado por el Pontífice, para evitar “sorpresas”, en una institución claramente vertical.

La novedad es que, en esta ocasión, votarán religiosas que son representantes de los organismos cúpulas de las órdenes y congregaciones femeninas, eso ya había sucedido en otras ocasiones, pero lo más notable es que también incluirán a laicos con derecho a voto, algo insólito en la Iglesia Católica y, adecuándose a los nuevos tiempos, llegaron las cuotas de género al Vaticano, la mitad de los laicos deben ser mujeres. Para decirlo en términos porcentuales, las mujeres no podrán tener más del 12.5% de los votos. Situación que marca una notoria desventaja, pues haciendo números sabemos que asisten más mujeres que hombres a los servicios religiosos. Además, en el personal clerical es mayor el número de mujeres que de hombres; revisando el Anuario estadístico de la Iglesia Católica editado por el Departamento de Estado, para 2019 había 518,815 (44.3%) hombres consagrados dedicados a tiempo completo, mientras que las mujeres consagradas se elevaban a 651,012 (55.7%), que totalizaban 1,169,827 personas, más de 11 puntos porcentuales. La desventaja de participación de las mujeres es notable, por no decir escandalosa.

Las organizaciones de religiosas y laicas más cuestionadoras se quejaron de la notable desproporción, aunque como suele suceder en cuestiones religiosos, es como “el vaso medio lleno o medio vacío”. Los pesimistas dirán que “no es nada” y los optimistas “que se acercan los cambios en la institución”. Es importante recordar que la exclusión de las mujeres del gobierno de la Iglesia no es exclusiva de la Católica, sino que, en muchas iglesias protestantes, pentecostales y transpentecostales excluyen en forma notoria a las mujeres de los órganos de gobierno, aunque las involucran en papeles secundarios, para decirlo amablemente.

También es importante ponderar el papel de los laicos y de las religiosas y laicas que participen con derecho a voto, podría ser que hayan sido “cuidadosamente seleccionados” y sean más conservadores que los obispos.

Lo que está claro es que las instituciones religiosas deben elaborar propuestas innovadoras pues cada vez hay más silencios en los muros de sus templos.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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