En la Edad Media se empleaba el concepto “prueba de fuego” para evaluar lo verdadero o lo falso de ciertas afirmaciones; si el interrogado era “protegido por Dios” y no se quemaba severamente si es que era cierto lo afirmado. En tiempos modernos significa una prueba decisiva para cualquier propuesta. Los antropólogos de la religión, desde una perspectiva científica, consideramos si es que tiene o no eficacia simbólica la capacidad de generar milagros y transformar la realidad adversa de quien solicita la gracia divina, un favor o don concedido por Dios . Esta realidad será validada por el suplicante y está en relación con la estructura de sus creencias. No nos toca a los antropólogos certificar el acontecimiento, será el testimonio del creyente nuestro instrumento de verificación y está relacionado con el sistema de creencias y convicciones personales. “Íbamos con el Jesús en la boca” o que “nos agarre confesados”, son el “pasaporte” empleado por la gente cuando están y son conscientes de una situación de peligro. De concretarse lo pedido, quienes tienen dichos requisitos están convencidos que irán al Paraíso. Evidentemente los teólogos refutarán estos argumentos populares, pero eso es en lo que creen millones de latinoamericanos y mexicanos, según nuestras investigaciones.

Durante siglos, la Iglesia Católica hizo énfasis en el cumplimiento de los sacramentos como una forma de asegurar la Salvación, y la asistencia a los santuarios fue catalogada como una manera de consolidarla y asegurarla. En esta perspectiva, la asistencia física a los lugares de culto no es un mero trámite burocrático sino precisamente la constancia de la promesa cumplida. En este sistema de creencias, el no cumplimiento del compromiso contraído con la divinidad es percibido como mentira o simulación, que haría al omiso acreedor del Castigo Eterno. Es allí donde radica el problema: las autoridades sanitarias pueden apelar a explicar los riesgos sanitarios del contagio en lugares cerrados y de grandes multitudes, pero los creyentes están convencidos precisamente de que San Judas Tadeo, la Virgen de Guadalupe y/ o la advocación regional más importante de su comarca lo protegerá de cualquier adversidad. Desde una perspectiva centrada en América Latina podríamos imaginar que esta actitud en característica exclusiva del catolicismo popular. Si lo considera así está en un error.

Los sectores fundamentalistas evangelicals de los Estados Unidos tienen planteos similares y están impulsando juicios contra gobernadores (mayoritariamente demócratas) para restablecer el culto en los templos. Aducen en sus cuestionamientos que son discriminados pues a los restaurantes y similares se les permite abrir con un cupo restringido. En el estado de Kentucky 17 escuelas y más de mil padres de familia presentaron un recurso judicial contra la prohibición, bajo el amparo de la Primer Enmienda de Libertad Religiosa; la demanda contra el Gobernador es respaldada por el Fiscal General del Estado.

“Si es seguro para las personas reunirse en lugares, comprar en tiendas y trabajar en entornos de oficina, ¿por qué no es seguro para las escuelas de Kentucky continuar con las operaciones en persona mientras se aplican los mismos protocolos de seguridad?”.

El Gobernador demócrata explicó que "no es seguro" que los niños regresen a la escuela. Los abogados del gobernador presentaron una respuesta a la demanda de las escuelas afirmando que éstas han recibido el mismo trato que las públicas y que "no pueden contrarrestar el daño sustancial y el detrimento del interés público que la reparación solicitada podría causar". Kentucky tiene más de 160,000 contagios y más de 1,800 fallecidos.

https://www.christianheadlines.com/contributors/mikaela-matthews/over-1000-kentucky-parents-17-christian-schools-file-lawsuit-against-gov-for-restricting-in-person-learning.html?utm_source=Jeeng

La cuestión no es de racionalidad sino de cultura religiosa pues los católicos latinoamericanos están convencidos que Jesús, los Santos y Vírgenes velan constantemente por los creyentes convencidos y practicantes que cumplen con sus promesas y que no son hipócritas, que sólo son “de los dientes para afuera”. Los fundamentalistas cristianos están convencidos que Jesús los protege y que castigará a quienes violan las reglas divinas siguiendo las agendas sociales y políticas que, según ellos, violan la “Ley de Dios”. Ellos no tienen nada que temer pues se apegan al “plan de Dios”. El cierre de los templos es una propuesta diabólica, desde su interpretación.

Muchos creyentes, la mayoría, están convencidos que, al margen de las discusiones teológicas, Dios tiene preocupaciones más serias y no tiene tiempo de ocuparse de las acciones irresponsables de cada una de sus “ovejas” y que no los tomará en cuenta si no se comportan con “amor al prójimo” tomando las medidas sanitarias prescritas.

Doctor en Antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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