En la práctica la contienda electoral ya comenzó. Varios nombres han sonado y varios se han “bajado” del escenario. De los que permanecen la mayoría pertenecen al género masculino, las menos, al femenino. A pesar de ello, en esta ocasión, son mujeres las que más probabilidad tienen de llegar al principal puesto político del país. Esto significa que, en la política real, el “techo de cristal” o barrera invisible para el crecimiento y empoderamiento femenino se empieza a romper. Desde mi perspectiva, estamos tarde en esta materia: hace mucho que las mujeres debieron llegar, en mayor proporción, a puestos de poder y de mando, en todos los sectores público, privado y social.

Históricamente se han dado pocas ocasiones en el mundo en que mujeres hayan ocupado puestos importantes en los principales sectores políticos y económicos en el mundo. Existen casos destacados, por supuesto, como la Reina de Inglaterra o Catalina la Grande en Rusia. Sin embargo, de ningún modo puede decirse que su número sea comparable al de hombres que han ocupado estos puestos en la historia de la humanidad. Por ello, es digno de celebrarse que las cosas estén cambiando en México.

No es la primera vez que hay mujeres en campaña presidencial. Probablemente el caso más antiguo es el de la luchadora social Rosario Ibarra de Piedra, quien sabía que no tenía posibilidad real de ganar la presidencia de la República por la vía del voto; sin embargo, la contienda servía como escenario para favorecer el cambio democrático del país. Otras mujeres, como Cecilia Soto, contendieron por la presidencia sabiendo que no ganarían, pero abrían el camino para otras mujeres que seguirían luchando por posicionarse en puestos políticos clave.

En los sectores privado y social también están logrando ubicarse en mejores posiciones. Tanto en medios de comunicación, como en empresas privadas es cada vez más notoria la presencia de mujeres. En el sector público queda mucho por hacer, pero que estén en un puesto indispensable y destacado, como en su momento la Secretaría de Gobernación, en definitiva, pavimenta el camino para tener una mayor presencia del género femenino en todos los sectores productivos del país.

Cualquier tipo de discriminación política o laboral es perjudicial para el desarrollo de cualquier sociedad. La razón es simple: bajo el supuesto de que la inteligencia y capacidad se reparten equitativamente entre toda la población, al excluir a las mujeres, se evita que más del cincuenta por ciento de esta capacidad e inteligencia se incorpore en actividades económicas y políticas. Por lo tanto, no puede menos que ser bienvenido un contexto en el que, por primera vez, existe la posibilidad real de que una mujer llegue a la presidencia de la República.

En este momento la carta más fuerte para llegar a la presidencia de la República es una mujer. En la oposición, es otra mujer la que podría poner en jaque a la llamada 4T y, posiblemente, evitar que lleguen nuevamente al poder en 2024. Sin embargo, la carrera apenas comienza y varios contendientes podrían quedarse en el camino. En los deportes, no siempre gana quien de inicio va a la cabeza de la competencia, así que debemos esperar a ver cómo se desarrollan las campañas.

Lo que en todo caso es importante celebrar es que el techo de cristal se está cuarteando y es probable que pronto se rompa. En cualquier sociedad siempre hay grupos vulnerables que no logran crecer, económica, política ni socialmente. Que se rompa una barrera es un buen comienzo para que otros grupos, como los indígenas, pueden tener mayor representatividad política y con ello dejen de ser grupos marginados. Aún queda mucho camino por recorrer en lo que respecta a equidad de género, con respecto a salarios, profesiones y roles sociales, pero el camino ha comenzado.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School.

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