Carmen está sentenciada a 46 años y 9 meses de prisión, acusada de homicidio calificado a su esposo, con quien llevaba 20 años de casada.

En el penal de Ecatepec, Carmen me cuenta su historia con una mirada que refleja 13 años de resignación y recuerdos tristes del día que cambió su vida por completo.

Todo empezó cuando Carmen tenía 20 años, se casó con el papá de sus hijas, un hombre que le llevaba 8 años y que, en un principio, se portaba cariñoso y amable. Los años pasaron y a medida que la familia crecía, las deudas también aumentaban.

Carmen buscó soluciones: “Al principio era ama de casa, pero llegó un momento en el que los gastos de renta, comida, colegiatura, ya no alcanzaban y tuve que buscar un trabajo. Primero trabajé como sirvienta, luego como vigilante en el zoológico y después pude acomodarme en una empresa de seguridad privada, ahí quise superarme, tomé todos los cursos y capacitaciones que me ofrecían, luchaba cada día por darnos una mejor vida a mí y a mis hijas”. Su esposo vio esto como una amenaza, su actitud se volvió violenta y despectiva.

A pesar de todo, Carmen siguió adelante, sin saber que la vida le depararía otro duro golpe: su hija, la mayor, llevaba tiempo consumiendo drogas y murió de una sobredosis. Esto provocó que entre Carmen y su esposo aumentara el conflicto. Él la culpaba por la muerte de su hija, le recriminaba que había sido una mala madre, que había descuidado a su hija por estar trabajando, y que por eso ella se había ido. Un día, el esposo de Carmen llegó borracho a su casa y comenzó de nuevo a insultarla y a reclamarle violentamente la situación de su hija.

De pronto, su esposo se dirigió a la cocina y, después de revolver algunos cajones, regresó a la recámara de Carmen acompañado de un cuchillo: “Él comenzó a manotear, me cacheteaba una y otra vez e intentó apuñalarme; de reojo vi unas tijeras en el buró y las agarré por instinto, para defenderme”.

En un movimiento rápido, Carmen le clavó las tijeras a su esposo en el brazo, las gotas de sangre dieron fin a la discusión y él cayó al piso.

Carmen estaba en shock, apenas recuperada de los golpes y el ajetreo de la pelea, corrió a la calle buscando ayuda en un módulo de policía, donde no obtuvo respuesta.

Al llegar a su casa, Carmen se encontró con sus cuñados y varios peritos que ya tomaban fotos y medidas de la escena: “No entendía lo que estaba pasando, me quedé en shock, veía a los policías ir y venir, me preguntaban cosas y sólo podía contestar “sí” o “no”, me dijeron que me tenían que llevar detenida a rendir declaración por la muerte de mi esposo”.

Una vez en el Ministerio Público, las autoridades ignoraron el debido proceso, hicieron declarar a la hija de Carmen, menor de edad, sin un adulto presente;

Carmen no recibió una defensa adecuada, la Fiscalía le proporcionó un abogado de oficio que: “venía a veces borracho o de plano ni se presentaba a las audiencias, y una vez sentenciada, ya no volvió. Además, mi mamá le llevó cartas de recomendación diciendo que yo no era una persona violenta, pero él no las tomó en cuenta, lo único que quería era dinero, se lo dijo a mi mamá”.

“Hace unos años quise meter amparo por primera vez, me pedían 25 mil pesos y ya los había juntado, pero coincidió con que mi mamá se enfermó y tuve que mandar todo el dinero para sus medicinas. Después, hace 7 años, intenté meterlo por segunda vez, pero la persona que según me iba a hacer el trámite, se dio a la fuga con el dinero y de nuevo me quedé sin recursos”.

Porque en el México en que vivimos, quien tiene dinero es quien recibe justicia, tal y como lo cuenta Carmen: “Sé que hubo dinero de por medio por parte de la familia de mi esposo, porque el día que me sentenciaron vi claramente cómo mi cuñado se estaba estrechando la mano con el juez que me sentenció, vi su sonrisa”.

Han pasado los años y Carmen ha perdido casi por completo la esperanza de salir libre. En un día oscuro, lo perdió todo, una borrachera y una pelea, fruto del miedo, la desesperación y el hartazgo, tienen a Carmen hoy cumpliendo una condena de más de 2 décadas.

Cuando me encuentro con casos como los de Carmen, no puedo evitar preguntarme ¿de qué sirve que esta mujer esté aquí? ¿realmente es un riesgo para

la sociedad y tenemos que encerrarla por 46 años? ¿de qué sirven las cárceles si están llenas de mujeres como Carmen, habiendo tantos delincuentes afuera?

El sistema de justicia nunca le dio una oportunidad a esta mujer que simplemente se defendió de las manos de su esposo y un cuchillo. Para el sistema de justicia en México, Carmen es una asesina, una interna más, un número para anotar y seguir adelante.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS