Foto: Iván Carrillo
Foto: Iván Carrillo

Por Iván Carrillo

Mientras la OMS advierte sobre los riesgos del consumo excesivo de carne, un viejo artículo de Churchill nos brinda una solución visionaria. La carne cultivada emerge como una alternativa viable y sostenible para el futuro.

En una época donde las preocupaciones sobre el cambio climático y la salud pública se entrelazan, no es sorprendente que se exhume el pronóstico de un hombre que pronosticó sobre asuntos alimentarios hace casi un siglo. En 1931, Winston Churchill, en su artículo "Fifty Years Hence" para la revista Strand, dejó escapar sus visiones futuristas: “Vamos a escapar del absurdo de cultivar un pollo entero para comer la pechuga o el ala, cultivando estas partes por separado en un medio adecuado.”

Esa reflexión tiene aún más resonancia hoy. Según un reciente estudio publicado esta semana en la revista científica Nature Communications sustituir la mitad del consumo de carne y lácteos por frutas y verduras podría reducir las emisiones relacionadas con la alimentación en un 31% y la demanda mundial de agua en un 10% para 2050. No se trata simplemente de estadísticas alentadoras, sino de una urgente llamada a la acción.

Pero, además, hay que resaltar que las implicaciones de nuestra dieta actual no solo están devastando el medio ambiente, sino que también están poniendo en riesgo nuestra salud.

Los datos hablan por sí solos. La FAO reporta que el consumo mundial de carne, leche y huevos ha registrado aumentos significativos entre 2010 y 2020. Paralelamente, la Organización Mundial de la Salud sugiere reducir drásticamente el consumo de carne roja y procesada, vinculada a mayores riesgos de cáncer. Y si las recomendaciones de salud no fueran suficientes, los científicos de la Universidad de Cambridge nos advierten: para alcanzar los objetivos climáticos de 2050, nuestra dieta debe incluir, como máximo, 170g de carne roja y 5 huevos a la semana.

Entonces, ¿por qué nos resistimos a este cambio? Gran parte de la respuesta reside en la cultura. La carne, durante décadas, ha sido un símbolo de estatus y una fuente esencial de proteínas. Sin embargo, es hora de reconceptualizarla, no como el epicentro de nuestras comidas, sino como un complemento ocasional.

Pero no todo es pesimismo. La solución, tal como la visualizó Churchill, ya está aquí. Las fábricas de carne cultivada que ya producen a nivel industrial están ofreciendo alternativas que replican el sabor y la textura de la carne tradicional. La era de la alimentación sintética, predicha por el líder británico, parece ser una realidad emergente.

La elección es nuestra. Las soluciones están al alcance de la mano. Es momento de embarcarnos en un viaje de transformación cultural que de pasos firmes hacia un futuro más sostenible y saludable.

*Periodista de ciencia y Explorador para National Geographic Society.

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