“El miedo nunca ha sido buen consejero,

ni en nuestra vida personal ni en nuestra sociedad.

Las culturas y sociedades que están moldeadas por el

miedo, sin duda, no dominarán el futuro”.

ÁNGELA MERKEL

Desde el punto de vista diplomático, para el escribiente, el pasado mes de diciembre concluyó con un sentido reconocimiento durante la espléndida comida ofrecida en honor del señor Embajador Don Carlos González Gutiérrez (4 de febrero de 1964, Ciudad de México). La generosa Familia Bustamante Anchondo, propietaria del legendario Grand Hotel Tijuana, particularmente mis queridos amigos Don Alfonso y Don Carlos, de manera conjunta con sus hijos y múltiples amigos, nos convocaron al místico restaurante EMMA para exaltar la exitosa gestión de nuestro Cónsul General de México en San Diego, California.

La más alta justificación innecesaria, pero más que bienvenida, destaca por el hecho de que por estos días se está despidiendo de la comunidad Cali-Baja. Afortunadamente, no se trasladará muy lejos. Basándose en sus esmerados logros en las vecinas entidades de California y Baja California, ha sido designado por el señor Presidente Andrés Manuel López Obrador, como nuevo titular del Consulado General de nuestro País en Los Ángeles, California, sin duda uno de los espacios más grandes de esa naturaleza en el continente. Por cierto, él ya había laborado a finales del siglo pasado como Cónsul de Comunidades de forma por demás exitosa.

El Embajador González Gutiérrez, mi admirado tocayo, se ha desempeñado como diplomático de carrera desde el año 1987. Durante más de tres décadas y media, además de algunas de sus primeras misiones como la señalada líneas arriba, previamente dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ocupó el cargo como primer Director Ejecutivo del Instituto de los

Mexicanos en el Exterior, para luego ser designado como Consejero de Asuntos Latinos en la majestuosa Embajada de México en Washington, D.C.

Su trabajo generó una estela de valiosos resultados, lo que le permitió posteriormente ser propuesto como Cónsul General de nuestra gran nación tanto en Sacramento como en Austin, Texas. Por otra parte, por demás trascendente, en el año 2011 fue promovido por el Presidente al máximo ascenso como Embajador, gracias a sus vastos conocimientos y estudios en Relaciones Internacionales por el Colegio de México, además de la maestría en la misma materia por la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad del Sur de California (USC).

Formador de una bella familia guiado por la mano de su fina esposa Doña Alina, han sido bendecidos con dos preciosas hijas, Marina y Camila. El día 21 del doceavo mes del año pasado, se me concedió el maravilloso honor de ser el orador del evento en comento. Ahí, entre algunas emotivas palabras, me permití señalar lo siguiente que les comparto a continuación para terminar:

“Con una larga pléyade de grandes e inolvidables personajes; varones y damas del más exquisito trato, en Tijuana hemos tenido la monumental fortuna, por la evidente cercanía, de que la o el Cónsul General de México en San Diego sea realmente un enlace permanente entre ambos países. De suyo, en la práctica, la gran mayoría de diplomáticas y diplomáticos dividen su tiempo, espacio y trabajo cualitativamente en ambas ciudades, pudiendo desayunar en una, comer en la otra y a la vez regresar a cenar a la primera, sin menoscabar la prolífica labor diaria.

Por otra parte, hoy deseo comentar una vieja parábola taurina que acuñó genialmente el magistral cronista Don José “Pepe” Alameda, que señaló que el mejor aficionado a los toros es aquel que más toreros le caben en la cabeza y en el corazón. Como en este caso, en lo particular, su servidor, termino enfatizando que los seres humanos de elegancia, categoría, de gran valía y trayectoria que nos han permitido disfrutar a lo largo del último cuarto de

siglo, en el honroso cargo, han sido grandes amigos y los guardo en la memoria con gratos recuerdos desde el incomparable Don Rodulfo Figueroa en el siglo pasado y ahora hasta el ejemplar amigo, gran funcionario, y mejor servidor público, por el que alzo mi copa para colmarlo de bendiciones. Subrayando sobre todo que aquí donde inicia la patria, permanentemente tendrá su casa, su familia, que invariablemente lo recordaremos con devoción y gratitud ¡Salud, salud y por la salud!, de Don Carlos González Gutiérrez, larga vida, en su mágica travesía, Señor Embajador”.

Hasta siempre, buen fin.

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