La política les ha invertido los papeles. En el debate presidencial del domingo vimos a la candidata presidencial opositora, Xóchitl Gálvez, emplear las técnicas que encumbraron a Andrés Manuel López Obrador para ganar las discusiones públicas y empatizar con la gente.

Xóchitl Gálvez utiliza frases cortas y fáciles de entender para descalificar al gobierno en turno. Lo que durante varios sexenios hizo AMLO. Y así, arrinconó a Claudia Sheinbaum a asumir el rol de tecnócrata que trata de dar explicaciones largas y complejas.

Xóchitl dice que te están robando las Afores. Claudia tiene que hacer una explicación larga sobre cómo el dinero se toma de las cuentas, se va a un fondo, no se le niega a nadie, etcétera. Xóchitl dice que prometieron la gasolina a 10 y la tienen a 25. Claudia tiene que contestar hablando de precios internacionales del petróleo, ajustes inflacionarios y IEPS. Xóchitl dice que el AIFA es un aeropuerto que no sirve. Y Claudia tiene que argumentar que como aeropuerto de carga resulta que es el que tiene más tráfico aéreo del país, pero los aviones de carga no llevan pasajeros. Acusa récord de asesinatos, y le tienen que contestar hablando de tendencias anuales y variaciones porcentuales. A frases duras, contundentes, sencillas de entender para el gran público -se te cayó el Metro, se te cayó el colegio Rébsamen- las explicaciones del oficialismo están llenas de tecnicismos y matices.

Es una estrategia sumamente efectiva. López Obrador la usó sin parar en su vida como opositor y ahora como presidente. Al Fobaproa le llamó el fraude más grande del mundo, y le tenían que contestar explicándole los riesgos de una corrida bancaria y cómo al rescatar bancos en realidad se rescataba a los cuentahabientes. “Están vendiendo Pemex”, decía frente a una reforma energética llena de complejidades y matices que no tenía como eje central la venta de ningún activo de Petróleos Mexicanos. “Quieren privatizar las escuelas”, y con eso se imponía en el complejo debate sobre la reforma educativa, la evaluación a los maestros de escuelas públicas y el reparto meritocrático de las plazas.

Es agua de su propio chocolate. Si Xóchitl Gálvez tuvo éxito en el segundo debate fue por esa capacidad de aturdir a su rival con cuestionamientos y preguntas. Le hizo 48 y Sheinbaum apenas pudo contestar 16. Le aplicó un López Obrador.

Ahora el reto para la candidata opositora y su equipo es mantener durante un mes la inercia favorable que les dejó el segundo debate. Porque los momentos estelares anteriores de Xóchitl Gálvez (cuando tocó las puertas de Palacio Nacional, cuando arrebató a los partidos la candidatura presidencial, su discurso de cierre de precampaña) se han desvanecido rápidamente, dejando una sensación de burbuja que se rompe muy rápido. Si quiere dar la sorpresa, Xóchitl Gálvez está obligada a tener un mes perfecto, un mayo perfecto. Arranca hoy.

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