La industria automotriz norteamericana se abrocha los cinturones para lo que pudiera ser una colisión frontal y de alto impacto. No se trata esta vez de una pandemia, de la falta de capacidad de alguna planta de microcontroladores o de algún conflicto bélico. Esta vez la disrupción se presenta en casa.

El poderoso sindicato UAW (United Auto Workers, por sus siglas en inglés) se encuentra en negociaciones para cerrar algún acuerdo en la renovación del contrato colectivo que finaliza el próximo 14 de junio y que pudieran resultar en el levantamiento de la huelga que ha paralizado la producción en las plantas de Michigan, Ohio y Misuri afectando a las tres grandes empresas del sector automotor de Detroit (Ford, General Motors y Stellantis).

La propuesta de la UAW, que el mismo Shawn Fain, presidente del sindicato, llama “audaz y ambiciosa”, exige un aumento de 46% en los salarios, una semana de 32 horas laborales, entre otras prestaciones. La UAW argumenta que, bajo el actual contrato, los trabajadores afiliados a este sindicato apenas han visto un incremento anual promedio de 2% en sus sueldos, mientras que la inflación promedio ha sido mayor a 4%. Fain también refiere que en los últimos dos años las empresas del sector han registrado ganancias récord pero que los trabajadores no han visto ningún beneficio. En una entrevista Fain aseguraba: “Mary Barra (CEO de General Motors) ha recibido 200 millones de dólares en los últimos nueve años. Nuestros sueldos han ido hacia atrás. Algo está mal aquí”.

Un análisis del Anderson Economic Group estimaba que una huelga de diez días podría tener un costo de hasta 5 mil millones de dólares, considerando fabricantes, proveedores y empleados y terminaría por enviar al estado de Michigan a una recesión. En sus más de 80 años de historia, la UAW nunca había convocado a una huelga general que afecte a Ford, GM y Chrysler de manera simultánea.

Independientemente del resultado final, lo cierto es que la situación podría apretar aún más la situación de los fabricantes tradicionales del sector automotriz norteamericano en un entorno cada vez más complicado. Cualquier negociación que finalmente se tenga con el sindicato, podría meter más presión a la estructura de costos de estas empresas en un momento en que ninguna de las grandes tres ha logrado resolver de todo su camino hacia la electrificación, pues se sabe que Ford, GM y Stellantis continúan invirtiendo grandes cantidades en investigación y desarrollo y gastos de capital para desarrollar vehículos eléctricos y adecuar sus líneas de producción. Aún más, la expansión de las marcas chinas hacia prácticamente todos los rincones del mundo, excepto EU, con ofertas agresivas de autos eléctricos podría suponer una mayor presión para estos tres fabricantes.

Cabe también recordar que Tesla y Rivian, los dos grandes fabricantes de autos eléctricos de EU no están sindicalizados y bien podrían beneficiarse de alguna manera de la huelga. Sin embargo, no hay que olvidar que un trabajador no sindicalizado siempre estará viendo lo que sucede con los sindicalizados.

Los escenarios resultantes de esta huelga se antojan complejos e inciertos y la realidad es que el sector en México podría verse afectado: no olvidemos que las cadenas productivas están altamente conectadas y si una fábrica de componentes para en los EU, otra fábrica en México tendrá que parar también. Conviene a todos los jugadores del sector en México estar atentos y preparados a lo que venga en las próximas semanas.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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