Parece ser la crónica de una muerte anunciada: en 2022 se vendieron alrededor de 10.5 millones de autos eléctricos, cerca de 55% más que en 2021 (Ev-Volumes); en China, el mercado automotriz más grande del mundo, la venta de eléctricos creció un 87% en un año, lo que significa que uno de cada cuatro autos vendidos es eléctrico (Counterpoint Research); Tesla, la empresa automotriz más valiosa del mundo, produce solamente coches eléctricos y, para rematar, cada vez son más los gobiernos locales y nacionales que han fijado fecha para prohibir la venta de automóviles de combustión interna.

La estrategia de electrificación del automóvil muestra señales de aceleración en este inicio de década y, con ello, lo que parece ser el fin de la motorización tradicional o de combustión interna, ¿o pudiera no ser exactamente así?

A mediados de 2022, una comisión del parlamento europeo propuso una reducción de 100% a las emisiones de nuevos coches vendidos a partir del año 2035. Para efectos prácticos, esto inhabilitaría a los fabricantes de autos de vender vehículos de combustión interna a partir de esta fecha en el viejo continente. La medida parecía tener apoyo de prácticamente todos los países que forman parte de la comunidad europea, pero, recientemente, Alemania ha empezado a hacer presión para poder relajar la regla.

¿Por qué? Un grupo importante de empresas, entre ellas Porsche y Ferrari, han abogado para que los combustibles sintéticos, también conocidos como e-combustibles, sean excluidos de la prohibición bajo el argumento que su utilización compensaría en gran medida las emisiones de los coches de combustión interna que los utilicen.

Los e-combustibles se producen de manera sintética, combinando hidrógeno (extraído de agua de plantas desalinizadoras) con CO2 extraído del aire. De esta forma, combustibles fósiles tradicionales como gasolina, diésel, keroseno, entre otros, pueden ser reemplazados por esta tecnología. Esto significa que los coches tradicionales podrían usar perfectamente combustibles sintéticos, pero, además, se conservaría la misma infraestructura que actualmente tenemos para almacenar y transportar combustibles. En resumen, la apuesta detrás de esta tecnología es que es completamente neutral con el medio ambiente: el CO2 emitido durante su uso es luego retirado del aire en su producción.

Dado los todavía altos precios de los vehículos eléctricos, la falta de desarrollo de redes de carga en muchos países y la incertidumbre que aún genera el reciclaje de las baterías, el uso de los e-combustibles podría ser una alternativa promisoria en la búsqueda de la reducción de emisiones en la industria del transporte.

Sin embargo, la tecnología de combustibles sintéticos tiene también muchas voces críticas. La extracción del hidrógeno del agua se hace mediante un proceso llamado electrólisis el cual es intensivo en uso de electricidad. Para que esto sea amigable con el medio ambiente, se requeriría entonces que la energía proviniese de fuentes renovables pero un estudio publicado en la revista Nature, alega que el uso de los e-combustibles puede requerir hasta cinco veces más de electricidad que la requerida por las baterías de un vehículo eléctrico moderno. Otras voces alegan que el proceso de manufactura de este tipo de combustibles es aún bastante costoso, lo que hace que el costo del litro de e-gasolina ronde dos dólares, prácticamente el doble de lo que cuesta un litro de gasolina de fuentes fósiles.

Pero más allá del debate de si se deban prohibir o no los autos de combustión interna, la buena noticia es que existen alternativas tecnológicas que nos acercan al gran objetivo de reducir emisiones en nuestros medios de transporte. Al final, y como siempre, serán también los usuarios quienes tengan algo que decir al respecto.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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