Hace unos días, la nueva Canciller de México, Alicia Bárcena, visitó Washington y se reunión durante casi dos horas con un grupo de especialistas in migración, además de una reunión con líderes latinos y sus citas formales con los Secretarios de Estado y de Seguridad Interna de Estados Unidos. Mostró una gran apertura en la conversación, buscando entender el entorno político en Estados Unidos, los esfuerzos de los grupos que ofrecen asesoría legal a los migrantes mexicanos y las opciones para generar canales legales para la migración en el hemisferio.

Una de sus primeras decisiones en cancillería ha sido elevar el tema de migración en la Secretaría de Relaciones Exteriores, creando una oficina que le reporta directamente a ella sobre el tam, para que no sea solamente un tema de la relación bilateral. Es un reconocimiento de que si bien siempre será fundamental en la relación con Washington, la migración tiene otras dinámicas aparte para México, incluyendo las relaciones directas con mexicanos en el exterior y con los países Centroamericanos, Sudamericanos y del Caribe. La migración ya no es sólo un asunto bilateral, sino multilateral.

De hecho, antes de ir a Washington, tomó un viaje primero al sur de México, a la ciudad fronteriza de Tapachula, donde entran mucho migrantes de otros países y donde muchos van quedándose. Ahí puedes comer pupusas salvadoreñas excelentes en un restaurante justo frente al parque central, o comprar comida haitiana en un mercado haitiano extenso al lado de la catedral. Y ahí opera la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), que recibe y revisa las solicitudes de asilo, así como los polleros que mueven a los migrantes de un punto a otro. Es una cuidad cada vez más marcada por la migración y por los migrantes.

Pero es fascinante hablar con las autoridades en Tapachula y muchos de los ciudadanos mexicanos que viven ahí. Ya dejaron de ver a la migración como un problema que tienen que enfrentar, que fue la tónica en otro momento, sobre todo con las caravanas, que sí convulsionaron esta ciudad fronteriza normalmente tranquila hace unos pocos años. La llegada de tantas personas del extranjero, que ahora parece ser un poco más ordenado, les ha dado una mano de obra que necesitan para las industrias que están expandiendo en la zona, así como ha traído inversiones importantes de las organizaciones internacionales en las comunidades locales. Empiezan a ver la migración como un activo importante que hay que capitalizar y no sólo como un reto que se tiene que enfrentar.

Y eso es quizás cada vez mas una realidad en México en general. Gran parte de los migrantes que llegan a México no tienen ninguna intención de quedarse en el país. Su destino es Estados Unidos, y México es solo un territorio que hay que cruzar. Pero cada vez más, hay extranjeros quedándose en México, o porque no pueden llegar más al norte, o porque sí desean vivir en México. Y eso es una oportunidad, justo en el momento que México está enfrentando necesidades de mano de obra en algunas zonas del país y en que también está empezando a competir internacionalmente para atraer talento en ciertos sectores claves de la economía.

En el pasado, la migración era un tema sólo para la relación bilateral, y, desde luego, seguirá siendo vital en esa relación, como la visita de la Canciller a Washington indica. Pero la migración ya no es sólo un tema con el gobierno de los Estados Unidos, sino con los mexicanos en el exterior y los países más al sur también. Y es, a final de cuentas, también un tema económico y una oportunidad para el futuro de México.

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