Gerardo Martino nunca entendió al futbolista mexicano; el Tata siempre se mantuvo distante; el rosarino promovía una disciplina casi prusiana; y —para acabarla de amolar— hacía entrenar mucho a los jugadores. La semana pasada —palabra más, palabras menos— varios seleccionados participantes del fracaso en Qatar definieron los motivos de por qué se tuvieron que ir de vacaciones de manera anticipada, en diciembre de 2022. Tranquilos, ni me voy a meter con lo que me parece una bajeza: hablar de alguien tan a destiempo.

Jaime Lozano es el bien amado; Jimmy es un tipo cercano al futbolista; el expuma es un hombre que le brinda libertades al jugador. Eso es lo que se dice para describir la relación entre el actual entrenador nacional y sus futbolistas (todo, dicho por gente cercana al cuadro tricolor; a mí, no me crean).

Por supuesto, jamás pondría en duda el profesionalismo de Lozano, ni el ahínco con el que realiza su labor.

Bajo esos parámetros, Martino y Lozano son el agua y el aceite. ¿Entonces, qué fue lo que pasó? Porque el equipo mexicano no juega a nada desde hace, siendo buena onda, tres años. Al conjunto azteca hace rato que, perdonen mi lenguaje, se le caen los calzones cada vez que tiene enfrente a Estados Unidos en una instancia de eliminación directa. Bueno, para que no haya espacio a dudas: en esta década, la Selección Azteca no sabe lo que es vencer al vecino del norte.

¿Por qué es tan difícil aceptar que los estadounidenses ya son mejores que los mexicanos en futbol? A nivel Selección, basta con ver en dónde juegan los 11 de ellos que arrancaron la final del domingo pasado: Siete en Inglaterra (seis en la Premier y uno en la Championship), tres en Italia (dos en la Juve y uno en el Milan), y Dest en el PSV Eindhoven. De sus 23 convocados, sólo dos participan en la MLS. Nuestro caso, penosamente, no es así. De los 23, sólo 10 juegan en Europa, y Chávez y Orbelín lo hacen en Ligas de tercer orden.

El tema de las Ligas es otro boleto, aunque la MLS se llevó la Leagues Cup (creo que eso fue producto de la desidia y soberbia de nuestros clubes).

Lo que importa es la producción de talento. Y nosotros, tristemente, no tenemos a ninguno como McKennie, Pulisic, Weah, Dest o Reyna, por citar algunos ejemplos. Nosotros, con proyección importante, contamos con Edson Álvarez y Santiago Giménez.

¿Pero, sabe qué? El problema es que si alguien al interior de la Selección Azteca lee estas líneas, va a pensar que las redactó un loco o un odiador serial del cuadro verde (ya ni eso tenemos).

El problema existe, pero quienes lo tienen no lo reconocen y “sus jefes” todo lo arreglan con videos motivacionales de tres pesos. Créame, así sólo podremos seguir dando pasos para atrás.

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