Una gran parte de la sociedad en México y en el mundo, ha dejado de escuchar, seguir o creer por completo en su clase política. De acuerdo con las últimas encuestas de confianza en las instituciones mexicanas sólo el 22% de las y los ciudadanos confían en los partidos políticos, en mi opinión, debido a que estos se enfocan más en ser portavoz de los intereses económicos e ideológicos de sus cúpulas gobernantes, en vez de acompañar y defender la opinión y las necesidades ciudadanas.

Esta situación genera que los debates políticos sean más bien un intercambio de insultos, eslóganes y memes, en los que el uso de las palabras e imágenes virales se degradan en unas cuantas frases e imágenes estridentes sin contexto, con la principal finalidad de lograr que, quienes se identifican con un partido o líder fuerte, tengan una opinión totalmente negativa de sus adversarios. Esta polarización ridiculiza las causas ajenas a ellos, deshumaniza a los que difieren y se alimenta de nuestras filias y fobias para alcanzar, en lenguaje Shmitiano, la humillación del “enemigo”.

Existen muchos ejemplos de que actuar por lealtades sobre juicios racionales trae terribles consecuencias, casi siempre acompañadas de autoritarismo y opresión hacia los más débiles y desprotegidos. Por ello, es importante conocer a profundidad los puntos de partida, propuestas y, sobre todo, la congruencia que los diversos actores políticos tienen, a su vez, con los mensajes que reproducen. Un demócrata, además, reconoce que puede estar equivocado o que sus propuestas pueden ser mejoradas y fortalecidas, tiene una escucha activa y no se deja conquistar por fanatismos.

Es más inteligente y eficaz para el país, contar con diversidad de actores y pluralidad de ideas.

Por esta razón, considero que el surgimiento de una propuesta como #Mexicolectivo, no se equivoca al presentar un diagnóstico como punto de partida y un diálogo nacional como un proceso que defina la agenda política a futuro. Una exigencia hacia la clase política para que (re)aprenda a dialogar y construir acuerdos, pero, sobre todo, haciendo valer la opinión e intereses de la ciudadanía de manera prioritaria. En palabras de Dante Delgado –uno de los integrantes y promoventes de este espacio– una plataforma ciudadana, por encima de los partidos, sin filiación o militancia.

Alejándose de lo que pareciera ser el único objetivo de las coaliciones en el 2024: aspirar a obtener el poder y control del Congreso de la Unión, así como la consecución de una buena parte de las gubernaturas y presidencias municipales en disputa y, de igual manera, de las mayorías en los congresos locales. Un esfuerzo como Mexicolectivo es la negación de aceptar que sólo existen dos bloques o visiones de país: los buenos y los malos, los chairos y los fifís, los amantes y los traidores a la patria y que, la única forma de salvarla es optar por uno u otro.

Mexicolectivo, como todo proyecto, no carece de errores. Seguiríamos alimentando la polarización si pensamos que este esfuerzo no debe estar sujeto como cualquier otra plataforma política a un proceso deliberativo, eficaz y transparente, además de un análisis crítico de su documento origen “punto de partida”, de las propuestas que emanen de los diálogos nacionales que lleven a cabo y, sobre todo, el compromiso y probidad de los actores involucrados en el proyecto.

Aun cuando buena parte de la cobertura de Mexicolectivo se centró en lo que dijo el presidente en la mañanera y en la carta del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, desligándose del mismo, me parece que es un reflejo de lo que deberíamos dejar atrás: una política con base en el amague y el escándalo, con los políticos de siempre, sin cambios generacionales en la vida pública, sin analizar el contenido de las propuestas o la capacidad de quienes las formulan. Sin siquiera, pues, voltear a ver al otro, escucharlo y tratar de comprender su aportación.

Seguiré con interés el desarrollo de Mexicolectivo, esperando que concluya en un proyecto colaborativo, capaz de lograr consensos y alinear visiones para un verdadero proyecto de transformación nacional, autocrítico y comprometido con la libertad, la igualdad, el respeto de los derechos humanos y a la defensa de nuestra todavía joven y acechada democracia. A un esfuerzo así, no queda otra cosa más que reconocerlo, estar atentos y desearle buen rumbo.

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