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Alicia Cruz, de 25 años, recuerda que el martes 19 de septiembre a las 13:14 de la tarde se encontraba en el piso 44, el último de la Torre Latinoamericana, limpiando la base de la antena del edificio construido en 1956, pero un “jalón” de piso la desconcertó.

Originaria de San Pedro Amuzgos, en la sierra sur de Oaxaca, y trabajadora de intendencia desde hace año y medio en ese edificio, relata a EL UNIVERSAL que debido a los cursos de capacitación que ha tomado, conoce que “la Latino” tiene una base reforzada para resistir los sismos, lo que hizo que su miedo desapareciera.

“Fui la única trabajadora que se encontraba en el último piso. Estaba limpiando la parte de abajo de la antena y ahí se sintió más fuerte el temblor. Me puse abajo de la antena que es la zona segura. Sentí miedo, pensé que se iba a caer, pero recordé que la Latino es muy segura, por sus amortiguadores de concreto”, comenta mientras observa todo el Valle de México.

Moviendo su dedo índice muestra la forma en que se movió la antena de 44 metros que remata el edificio ubicado en el Centro Histórico y que ha resistido los últimos tres sismos más fuertes en la historia reciente del país.

“Vi que la antena se movía muy fuerte, más fuerte de lo normal, porque ahí el movimiento se siente lo doble por la altura”, dice.

Observa la antena del edificio de 138 metros y recuerda lo ocurrido hace más de dos semanas.

“Sentí responsabilidad como trabajadora del edificio y les dije a los 10 visitantes que había en el último piso que se fueran abajo de la antena y ahí estuvimos hasta que pasó”, recuerda.

Alicia ve cada detalle del inmueble para asegurarse que está limpio e impecable, características que reconocen sus compañeros de trabajo. “Licha” señala que es una satisfacción trabajar en la Torre Latinoamericana y convivir todos los días con turistas nacionales e internacionales, así como con sus compañeros de trabajo, puesto que “es un equipo muy profesional y que sabe como actuar ante situaciones inesperadas como temblores”.

Con una sonrisa, dice que la tarde del 19 de septiembre en el último piso de ese edificio será una anécdota que recordará toda su vida “porque no cualquiera puede decir que estuvo a esa hora y en ese lugar en el tercer terremoto que soporta la Torre Latinoamericana”.

“Cuando se caiga la torre es porque la ciudad está destruida”. Sasil-Ha Loya, de 23 años, otra de las trabajadoras que laboraba ese día, estaba junto a la máquina de helados en el piso 43 al momento del movimiento telúrico, el cual hizo que la pesada máquina se moviera varios centímetros y bloqueara la salida.

“Sentí como si hubiera pasado un camión, pero eso era imposible y cuando vi que se caían cosas, supe que era un temblor, mi primer terremoto en la torre”, comenta.

La trabajadora señala que cuando tomó conciencia de que era un sismo, puso en práctica las enseñanzas de lo que se debe realizar ante un movimiento telúrico.

“Tomé mi radio, un botiquín de primeros auxilios y una lámpara. Son herramientas que debemos tomar para apoyar si hay gente que necesita ayuda médica o si en las escaleras no hay luz.

“Sentí el primer jalón y quise ayudar a mis compañeros, pero una máquina de helados me impidió salir porque el temblor la movió de lugar, a pesar de que es muy pesada, pero otro hizo que se moviera y pude salir”, narra.

Sasil-Ha, nombre que significa “lirio de agua“ en lengua maya, detalla que desde lo alto “me pude percatar de que algunos edificios habían caído, porque se veía mucho polvo en ciertas zonas. Ahí fue que comprendí que si había sido un temblor muy fuerte”.

“Todos quedamos con susto, con miedo, pero siempre recuerdo lo que mi papá me dijo desde pequeña: Cuando la Torre se caiga es porque la Ciudad de México ya está destruida”.

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